Dirigida por Jacques Audiard
Película irregular, de guion artesanal, aunque se deja ver, esa mezcla de géneros, de estilos y formatos, con otro director hubiera sido un completo desastre.
Historia poco probable desarrolla Jacques Audiard, un capo de la droga quiere desaparecer y cambiar de vida, cambiar de sexo sería como cambiar de alma y finge su muerte dejando atrás una esposa con dos hijos.
Un cambio radical frente al pasado violento
A ratos molesta que todo esté envuelto en ropas de musical, el narcotraficante cantando, quiere ser una mujer… aunque el sonido, el encuadre y la actuación sean precisos y la historia termine siendo verosímil.
Tras la operación de cambio de sexo queda atrás el pasado violento, las muertes, las armas y los secuestros. Una abogada que defiende a delincuentes de pronto es invitada a cambiar de vida, volverse rica y hacer posible la nueva vida del jefe del cartel.
El pasado queda atrás y la película se interna por los caminos de lo políticamente correcto. El cambio de sexo es un derecho como también el criminal tiene derecho a enmendar su vida.
El filme propone una tesis políticamente correcta
Convertida en una mujer volverá a México y se conmoverá con las madres de los desaparecidos, la historia es moralmente correcta, aunque en el pasado el mafioso haya mandado a quemar, mutilar y repartir los restos.
Crea una fundación y se encarga de desenterrar muertos de fosas comunes, comienza a deshacer todo el mal hecho cuando era un hombre y la abogada la ayudará ahora por una buena causa. Ambas rescatan a las víctimas de los crímenes de los carteles, el ex-narcotraficante acaso también una víctima debido a que debió ocultar su identidad, mientras aparentaba ser violento y despiadado.
Al inicio el enfoque es progresista, incluso feminista
Hasta aquí Emilia Pérez es una alegoría de México, un país machista que engendra violencia, proveniente de los hombres, pero que debe feminizarse, convertirse en mujer para terminar con el sufrimiento del pueblo. Un discurso correcto, aunque a veces las canciones pudieran estar fuera de lugar.
Hay coreografías logradas como los niños huérfanos que desconocen el paradero de sus padres, el director es muy prolijo en los cambios de plano y de formato, realmente sabe lo que está haciendo, el discurso progresista en cambio no corre muchos riesgos, propone lo que dictan los derechos humanos, que se haga justicia y se dé con el paradero de las víctimas.
Para nosotros como sudamericanos es un tema sensible, la mayoría de los países sufrieron dictaduras donde la vida del adversario no importaba. En una gala benéfica la abogada nos cuenta la verdad. Los narcotraficantes confundidos entre políticos financiados por la droga, todos cómplices del sistema, también ella como abogada ahora baila, mientras el excapo la adula desde el escenario. Hay algo chocante al tratar estos temas en formato de comedia musical, personalmente me hizo ruido, aunque quizás el chirrido era un anuncio de las próximas escenas.
La tesis progresista se cae a pedazos
La mujer transgénero observa a su exesposa llegar a casa de madrugada. Ahora le preocupa el bienestar de sus hijos. Ella es la tía acaudalada que las cobija en su mansión. A Emilia Pérez, su nuevo nombre, le siguen gustando las mujeres, ahora desde su identidad femenina. Es confuso eso de hacerse mujer para enamorarse de otra mujer, pero es acorde con los tiempos actuales y el director sigue navegando a través del discurso políticamente correcto.
Hasta que deja de ser correcto. La exesposa quiere casarse con otro hombre y se llevará a los hijos con su “padrote”, vocablo despectivo bien masculino. Emilia Pérez, a pesar del cambio de sexo, sigue siendo un machista violento. Al principio actuó como una mujer-hombre civilizado, pero sigue siendo el ex-cabecilla de un cartel. No le gusta verse contrariado y el discurso femenino que trocaba la violencia en buenos actos se va al carajo.
Emilia Pérez se sentía enamorada, alguien dice como una quinceañera, aunque apenas invaden su territorio deja de ser mujer y vuelve a su antiguo género, supuestamente el cambio de sexo suponía un cambio de alma, pero al parecer eso no es cierto y aunque las nuevas autoridades del país sean mujeres, lo más probable es que el alma siga violenta, el ADN del México profundo.
Mujeres tan violentas como los hombres
La abogada recibirá un paquete con unos dedos amputados, pudiera ser que un grupo de secuestradores quieran hacerse ricos intercambiando la vida de su representada. La abogada no duda en proteger los intereses de Emilia Pérez y congrega a un grupo armado, cruza el umbral y ahora actúa al margen de la ley.
Las vidas de ambas mujeres en realidad no han cambiado un ápice y de pronto los espectadores nos enteramos de que la exesposa ha planeado el secuestro. Sólo pretendía recuperar el dinero, la única moneda de cambio del país y desmembró a su exesposo sin saberlo.
El discurso femenino que iba a cambiar el mundo explota en mil pedazos. La violencia y el dinero son los que dictan las normas.
Nunca terminan de cuajar los segmentos musicales
La película no parece ajustarse bien al traje de melodrama, esos segmentos y el final de Emilia Pérez como patrona de los desamparados no funciona a cabalidad, así como nunca exhibió demasiada fluidez en los segmentos musicales.
A pesar de los trajes estilísticos, el alma no cambia al mudarse de cuerpo, el bien y el mal yace arraigado en lo más profundo del ser.
Emilia Pérez propone una historia de redenciones, de cambios drásticos, quizás no son cambios sino un disfraz.
Ficha técnica de «Emilia Pérez» (2024):
Duración: 132 minutos
Producción: Francia
Dirección: Jacques Audiard
Guion: Jacques Audiard (Novela: Boris Razon)
Reparto: Karla Sofía Gascón, Zoe Saldana, Selena Gómez, Edgar Ramirez
Género: Thriller, Musical / Transexualidad
Nota: 6´5 /10