Crítica de «Azul profundo» (1988), un viaje al futuro pasado
Una historia sencilla de un hombre meditando acerca del pasado, recurriendo a momentos rescatados de una antigua película.
Una historia sencilla de un hombre meditando acerca del pasado, recurriendo a momentos rescatados de una antigua película.
Añoro accidentes vasculares para seguir oliendo esa esperanza que rodea a los mortales. El único sueño que me acosa es conducir más rápido para llegar antes al final de esta carretera perdida.
Los amantes recobran las fuerzas para emular a sus héroes. Inscriben sus nombres junto a los de Kirk Douglas y Jean Simmons.
La particular visión de los Daniels sobre «la eternidad del instante», una forma de verlo más posmoderna, diferente a la visión de Borges, pero igual de genial.
El tono invocado por «Vicky Cristina Barcelona» es precisamente ese, historias de amor que se entrecruzan, que alteran las vidas de los protagonistas, pero al final cada uno elegirá el lugar donde quiere estar.
La química entre Bogart y Bacall es impresionante, uno se junta con otra persona para compartir cosas interesantes.
El telón de fondo de «Joker» es un mundo individualista, una crítica feroz a una sociedad que pretende uniformar a todos bajo la apariencia de obediencia y sumisión.
«Llevar cadenas es a veces más seguro que ser libre». La libertad puede ser una pesada carga, mientras que la seguridad de las cadenas puede ser más deseable que la incertidumbre de la libertad.
El guion de «El hijo de la novia» está muy bien construido. La vida del protagonista al principio es un despelote, para dar luego tiempo a la reflexión, todo este barullo familiar Juan José Campanella lo resuelve con humor.
«Un método peligroso» se enfoca en la relación de maestro-discípulo entre Freud y Jung, que paulatinamente va quedando atrás debido a sus diferentes experiencias de vida.
Materialistas son las personas que ven en el matrimonio una relación contractual, un negocio para sacar ventajas del otro, una apuesta futura donde los contendientes invierten.
Carson McCullers muestra la fragilidad de las relaciones y el sufrimiento que puede experimentar alguien distinto al resto, ya sea un problema de género o bien la fealdad sea el motivo del rechazo.
«El bebé de Rosemary» es una crítica despiadada al mundo de los rituales, a las palabras repetidas hasta el hartazgo en función de un supuesto bien superior.
Travis los ha vuelto a reunir –filma Wenders–, observa desde lejos con unos prismáticos, la noche verde valida su proeza, le da luz de aprobación luego de tantas rojas y amarillas.
Clara exagera datos, pero su ingenuidad se desvanece ante el dinero que colecta para ayudar a los animales maltratados. Manipula en cierto modo, hasta la bondad tiene un lado perverso, «dame pan y llámame perro», por unas monedas te cuento historias escabrosas.