El asesinato de Blas Infante es un ejemplo del típico asesinato político que se impuso en los primeros compases de la guerra, ya fuera en el bando nacional o en el republicano. En ambos, se produjo como un método de limpiar la retaguardia de enemigos o por simple impotencia de las autoridades que no pudieron reconducir la violencia de las bandas armadas hasta mucho más tarde del verano de 1936.
En la retaguardia nacional los brazos ejecutores de esa violencia fueron en muchos casos los falangistas, en otros los carlistas y, en el caso de Blas Infante, las propias autoridades rebeldes a la República.
A Blas Infante no se le hizo un juicio, se le asesinó directamente, como veremos. Pero si hubiera tenido se le habría aplicado la llamada por Ramón Serrano Suñer “justicia al revés”. Esta es una justicia que, como diría el catedrático de Historia Contemporánea de la UCLM Ángel Luis López Villaverde, presuponía la condena antes de que se celebrara el juicio. En los juicios franquistas, como recoge para el caso de un maestro almagreño en su libro El ventanuco, el acusado era culpable hasta que se demostrara lo contrario, aplicándole la retroactividad de leyes que perseguían a huelguistas o a afiliados a partidos.
Guerra Civil española
Antes de comenzar relatando cómo asesinaron a Infante debemos situarnos.
La Guerra Civil se inició el 18 de julio de 1936. Las tropas de los que dieron el golpe contra la República se levantaron también en el territorio andaluz. Las fuerzas del general rebelde Queipo de Llano iniciaron una lucha durante los sucesivos días para hacerse con el control de Sevilla capital. Se enfrentaban a una escasa resistencia de fuerzas leales al gobierno: milicias obreras, republicanos, guardias civiles y guardias de asalto que no se habían sublevado.
En este contexto Blas Infante no tenía ninguna preocupación de que pudieran ir a por él. Tal y como señala su criada en aquellos momentos Blas “no creyó nunca que lo iban a matar”. El día 2 de agosto de 1936, con las garantías constitucionales suspendidas por el estado de guerra proclamado por Queipo, un sargento de Falange y otro compañero rodearon la casa de Blas Infante durante la madrugada y llamaron a la puerta.
Fue detenido por la Falange
Blas Infante fue detenido. Sus palabras fueron las siguientes: “sepan ustedes que es la primera vez en mi vida que soy corregido y detenido”. Pasaron por el ayuntamiento de Coria del Río y prosiguieron hacia Sevilla. Tenían la orden de que no llegara vivo y fuese durante el trayecto fusilado. Sin embargo, la actitud del sargento de falange y la gestión de las amistades de Blas Infante le salvaron la vida en ese momento
En Sevilla comienza para Infante lo que ha denominado su biógrafo Ortiz de Lanzagorta “el ritual de la muerte”. Allí fue llevado al cuartelillo de la Falange y después trasladado a la comisaría de policía donde fue interrogado. Más tarde lo llevaron al cine Jáuregui, local que funcionaba como prisión improvisada. Sus familiares y amigos intentaron salvarle por todos los medios posibles, sin éxito.
También en estos momentos es detenido y encarcelado el andalucista Lasso de Vega (al que acusarán de masón) por haber formado parte de la Junta de Salvación Pública que castigó a los implicados en la Sanjurjada. Sin embargo, otros andalucistas como Cagigas o F. Requema tuvieron mejor suerte y pudieron abandonar su tierra y marchar al exilio.
El asesinato de Blas de Infante
El cine Jáuregui estaba situado junto al edificio de la comisaría de policía y durante todo el día estaba repleto de centenares de cuerpos tendidos o acurrucados en el suelo, formando una masa apretada y uniforme donde predominaba el olor a sudor, colillas y letrinas. Durante la mañana y por la tarde se procedía a la recogida de canastos en los que los familiares enviaban la comida a los presos. A veces entraban en la sala del cine dos o tres hombres con pistola, fusil al hombro y porra en la mano buscando a quienes les interesaban y se los llevaban para fusilarlos. En ese entorno pasó Blas Infante sus últimos días de vida.
A las once de la noche del 10 de agosto de 1936 Blas Infante fue conducido en un camión, junto a otros prisioneros, hasta el kilómetro cuatro de la carretera de Carmona (junto a la antigua huerta de las Clarissas). Allí fue fusilado. Algunos testigos cuentan que tuvo una gran entereza y que dio ánimos a sus compañeros. En sus últimos momentos, cuando el camión enfocó los faros hacia los detenidos y el pelotón se preparó para disparar, dicen que gritó: “¡Viva Andalucía libre!” y después murió.
Los motivos de su fusilamiento quedarían clarificados cuando fue sentenciado a muerte años más tarde por un jurado sevillano en mayo de 1940. Se le había fusilado por los siguientes motivos: haber formado parte de una “candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1931”, por ser propagandista del andalucismo y por defender la autonomía de Andalucía. Su juicio, injusto, había llegado demasiado tarde para poder defenderse. No había sido el único. A muchos republicanos fusilados a principios de la Guerra Civil se les condenó años después a través de una farsa jurídica a la que mencionábamos a principios de este post.
Su pensamiento político
No se puede entender el asesinato de Blas Infante sin su pensamiento político y la idea que tenía de Andalucía, controvertida para la época, y cuya defensa fue uno de los motivos por lo que fue asesinado.
Blas Infante aspiraba a logar un Estado libre o autónomo de Andalucía. No se trataba de un pensamiento separatista, puesto que, para Blas Infante, Andalucía es la “esencia de España” y no “podrá llegar a ser jamás separatista”. Es un movimiento españolista, en tanto en cuanto, quiere superar la crisis del Estado centralista y plantear una España de regiones. La autonomía andaluza en este sentido debe estar al servicio de España y de la Humanidad.
En su Ideal Andaluz Blas Infante define a España como el resultado de la suma de sus energías regionales, es decir, España es una “nación de naciones”. Esta sin sus regiones no es nada, en definitiva. Además, rechazaba que solo Cataluña y el País Vasco pudieran tener una autonomía. Defendía, que la autonomía debía ser otorgada a las demás regiones por igual y que España se constituyera como una “supernación” formada por varias autonomías regionales.
El notario casareño entiende que Andalucía debe despertar de su letargo si quiere recuperar su grandeza y ser una provincia autónoma. Para ello debe “fortalecer su espíritu” y su “conciencia colectivo-regional”. Esto se logrará cuando el pueblo andaluz sea instruido en su historia, se le despierte su conciencia, su solidaridad y su sentido de la dignidad hacia su región. Todo esto no es posible si no se fortalece la conciencia colectivo-municipal y si no se “redime al jornalero”, es decir, se soluciona el problema de agrario andaluz.
También Infante estudia en su obra la situación geográfica de Andalucía y plantea lo que es el “ser andaluz”. Este “ser andaluz” viene determinado por la geografía y por la historia. La geografía andaluza permitió conservar elementos autóctonos frente a las invasiones de otros pueblos. La cultura y el ser andaluz no son componentes rígidos, sino que asimilan elementos y se enfrentan al cambio. La cultura andaluza se transforma y no ha sido la misma durante toda la historia. Es por ello por lo que Blas Infante no es un pensador esencialista en ese aspecto.
El Andalucismo
Andalucía es un pueblo de culturas, opuesto al principio de nacionalidades. El término nación es difuso y excluyente (cada nación pretende establecerse en un Estado propio), mientras que para Infante el ser andaluz es algo más cultural. Lo cultural, para él, es algo convergente y universalista no separatista, como pretende que sea su andalucismo. Andalucía es también creadora de culturas directoras que tienen un carácter universal. El andalucismo de Infante pretende ser un movimiento espiritual universal, similar al sionismo, al helenismo y al islamismo.
Son tres los periodos históricos en los que Andalucía fue “luz para la humanidad”, con culturas directoras como: Tartessos, la Bética y al-Ándalus en su etapa califal. También plantea que desde el Neolítico se desarrolla una cultura andaluza original pasando por la edad de cobre (cultura de los Millares), con Tartessos como momento de esplendor, hasta llegar a al-Ándalus.
Por otro lado, debemos señalar la influencia de otros autores en el pensamiento del notario casareño. La obra de Joaquín Costa afectará mucho en su pensamiento político. Afirma, como Costa, que había que acabar con el sistema turnista de partidos y con el caciquismo. Logrando que las elecciones fueran limpias. Defiende la creación de juntas o diputaciones regionales; una mayor autonomía de los municipios; el colectivismo agrario; una política pedagógica que aumente el número de maestros y de escuelas; una mayor independencia de la justicia frente al poder político; etc.
Defiende una mayor autonomía de los municipios, el colectivismo agrario y una política pedagógica que aumente el número de maestros y de escuelas
En definitiva, Infante asume muchos de los presupuestos regeneracionistas de Costa y los adapta para la causa andalucista. Frente a la España oligárquica y caciquil propone una “España nueva” con “hombres nuevos” que defienden las causas regionalistas.
Otro autor que influye en el pensamiento político de Blas Infante es el economista americano Henry George. En este caso las teorías de George servirán de herramienta a Blas Infante para proponer una solución al difícil problema agrario que poseía Andalucía. Esta solución estará recogida en algunas de sus obras, como el Ideal Andaluz o La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía.
Porpone varias reformas para mejorar la situación
Blas Infante propone terminar con el monopolio que ostentan ciertas familias en el control de la tierra. Asimismo, se plantea como objetivo crear una clase media campesina, acabar con la realidad de que Andalucía sea un “país de hambre”, de “incultura” y de la emigración, obteniendo la tierra de aquellos que no la cultivan para darla a los que deseen trabajarla.
Para ello han de tomarse varias medidas, inspiradas estas en la teoría fisiócrata de Henry George. La primera es la creación y aplicación de un impuesto único sobre la tierra (acabando con los demás impuestos sobre los productos). Este impuesto gravaría el valor neto del suelo y desgravaría las mejoras que se deben por el trabajo y el capital. Se eximiría de impuestos toda mejora introducida en las explotaciones.
También se propone acabar con los monopolios introduciendo una política librecambista que permitiría la llegada de productos extranjeros más competitivos, haciendo que los precios fueran más asequibles. Plantea, asimismo, la creación de cajas rurales para facilitar capital a jornaleros, agricultores y pequeños empresarios.
Además, defiende la constitución de un banco regional que tenga sucursales en distritos rurales, la supresión de aranceles y tarifas que gravaran los artículos de primera necesidad y fomentar una política industrial y minera que explote la riqueza del suelo andaluz, algo que repercutiría en que Andalucía dejara de ser una región exclusivamente agrícola. Finalmente, defiende la necesidad de una reforma agraria, que se impondría por decreto, aplicándose la expropiación de tierras sin indemnización para dárselas a los cultivadores.