¡Defendamos la pureza de nuestra lengua! Y otros imposibles lingüísticos (I)

¡Defendamos la pureza de nuestra lengua! Y otros imposibles lingüísticos (I)

Por mucho que nuestra lengua materna cuente con siglos de antigüedad, el desarrollo de nuevas tecnologías, conceptos, conquistas o la globalización contribuyen a que, en ocasiones, nuestro léxico se modernice o renueve dando lugar a palabras que no existían años atrás y sin las cuales parecería posible vivir hoy en día. ¿Quién no whatsappea a sus amigos o manda un tweet? ¿Cuántas veces hemos comprado ese best-seller del que tanto nos han hablado? ¿Qué aficiones llevamos a cabo de forma amateur? Algunas de las palabras que usamos cada día tienen un origen bastante claro, en parte gracias (o, para algunos, por desgracia) a la aparición de aplicaciones y herramientas que nos hacen la vida y la comunicación más sencilla pero es abundante el léxico que nos ha llegado directa o indirectamente de otras lenguas a raíz de situaciones históricas excepcionales.
Sin embargo y antes de pasar a las curiosidades de nuestro léxico, es fundamental que conozcamos algunos conceptos lingüísticos que nos ayudan a distinguir la manera en la que las palabras de fuera han llegado hasta nosotros, tema principal del que tratará esta primera parte.

¿Qué son los extranjerismos? Como su propio nombre indica, son palabras que vienen directamente de otro idioma que no es el nuestro y que no llega a ser traducida pero sí integrada en la lengua de destino. Normalmente se tratan de palabras que no existen en nuestro idioma, muchas veces tras un hallazgo científico o tecnológico. Estas palabras suelen ser cortas y de pronunciación tan sencilla que no suelen necesitar de un equivalente ya que no suponen un problema fonético para el hablante. En castellano usamos algunos como collage, rol, test o chef. Dentro de estos extranjerismos encontraríamos los extranjerismos crudos, es decir, aquellos que todavía no se han incorporado del todo a la lengua y se siguen escribiendo en cursiva. La dificultad de este tipo de extranjerismos reside en la rapidez del hablante en acostumbrarse a nuevos vocablos y la dificultad de las academias (como la Real Academia Española) en aceptarlos tal cual nos vienen presentados, adaptando las grafías o traducidos.

¿Qué son los préstamos? Extranjerismos que la lengua ya acepta. En castellano podemos encontrar préstamos desde la época árabe de la península, en palabras tan corrientes como aceite. Estos préstamos muchas veces se han adaptado ortográficamente a nuestra lengua, dando a palabras como penalti (penalti) o escáner (scanner). Otras palabras, no obstante, conviven con dos grafías, como es el caso de vermú y vermut. La diversidad del español suele ser un factor importante a la hora de encontrar diferentes adaptaciones de un mismo término al no haber un criterio fijo de introducción de préstamos.

¿Qué son los calcos? Términos que pasan traducidos literalmente desde la lengua de origen. Encontramos calcos especialmente en el mundo del deporte, donde basketball ha pasado a ser baloncesto o se juega un abierto (open) de tenis. Dentro de los calcos y para los más valientes, conocemos tres variantes:

  • Estructurales: los que imitan la estructura extranjera (weekend > fin de semana)
  • Semánticos: los que copian el significado y, en ocasiones, dan lugar a errores y a los famosos falsos amigos (como el caso de bizarre en francés, “extraño” y bizarro en castellano “valiente, arriesgado”)
  • Fonéticos: los que intentan acercarse a la pronunciación original pero acaban adaptándose a la pronunciación de la lengua de destino (la pizza italiana, pronunciada originalmente como [ˈpit͡ːsa] y que en castellano podemos encontrar como [pizsa], [pidsa], [picsa] o incluso [piza]).

Y ahora que al fin hemos aprendido a distinguir las formas mediante las cuales un término extranjero puede entrar en nuestra lengua, toca conocer algunas curiosidades lingüísticas del léxico en castellano. Pero eso será en próximas entregas.

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