Descanse en paz… Pero no mucho

Descanse en paz… Pero no mucho

   Día de Todos los Santos es esa solemne fecha del calendario católico dedicado a todas aquellas almas que ya han encontrado su espacio junto a Dios que hoy en día ha cambiado parcialmente su significado entre los jóvenes para pasar a ser el día de resaca post Halloween. No obstante, en el siguiente artículo no vamos a debatir si es acertado o no adoptar festividades de otras nacionalidades y culturas (ya que, para eso, están todos los demás medios) sino que vamos a recordar algunas de esas muertes algo menos elegantes y épicas a las que solemos estar acostumbrados viniendo de grandes personalidades históricas.

  • El Papa Formoso fue el papa n.º 111 de la Iglesia católica, de 891 a 896 que, curiosamente, durante su juventud había sido excomulgado por Juan VIII tras criticar su actitud política. Formoso protagonizó el llamado Juicio del Cadáver o Concilio Cadáverico, un juicio en el que se acusaba a Formoso de perjurio y de acceder al papado ilegalmente, fue juzgado nueve meses después de su muerte. Se exhumó su cuerpo y se le sentó en un trono para que «escuchara» al fiscal. Entre las diferentes acusaciones, la principal fue que siendo, obispo de una diócesis (la de Porto) la había abandonado para ocupar como papa la diócesis de Roma. Por supuesto, Formoso no se defendió de ninguna de éstas y fue declarado culpable, anulando así todas las decisiones que había tomado durante su papado, arrancándole además los tres dedos con los que impartía bendiciones papales y enterrado en un lugar secreto hasta que Teodoro II, unos meses después, devolvió sus restos a la Basílica de San Pedro.
  • James Scott, Duque de Monmouth, fue decapitado en 1685 por conspiración contra su tío el rey Jacobo II (Monmouth era hijo natural de hijo natural del rey Carlos II de Inglaterra y de su amante Lucía Walter). Antes de enterrarle decidieron retratarle y, para ello, le cosieron la cabeza al cuerpo. Y es que de James Scott se conservan dos retratos: uno a la manera habitual y otro tumbado en una cama (aunque tampoco se tiene certeza de que realmente sea él), por lo que podría ser éste segundo el que diese pie a tan macabra historia. Como curiosidad, otra de las leyendas atribuidas a Monmouth fue ser el famoso hombre de la máscara de hierro: según parece, esta leyenda se basa en e que Jacobo II no hubiera mandado realmente ejecutar a su propio sobrino, decapitando a otra persona, y enviandoó a Monmouth a Francia para ponerlo bajo custodia de su primo Luis XIV.
  • Jeremy Bentham,  filósofo, economista, pensador y escritor inglés quería ser embalsamado y que su cuerpo presidiera las juntas del University College, en cuya fundación había participado. Incluso eligió los ojos de cristal adecuados para su momia, pero el proceso no salió bien, por lo que optaron por cubrir sus huesos con cera y colocar la cabeza real entre sus pies. Algunos dicen que realmente fue deseo del propio Jeremy que su esqueleto, totalmente vestido y con una cabeza de cera (la auténtica fue momificada) se guardasen en una vitrina de cristal de la University College donde, por cierto, sigue presidiendo las reuniones del consejo académico.
  • Carlomagno permaneció embalsamado durante cuatrocientos años en un majestuoso trono de mármol, ataviado con sus ropajes reales de gala, con una corona sobre la cabeza, un cetro en una mano y la otra sujetando un Evangelio encuadernado en oro que reposaba en sus rodillas en una cripta bajo la cúpula de la catedral de Aix-en-Provence . Todos estos elementos suponían toda una tentación a saqueadores que estuvieron dispuestos a profanar su cadáver. La primera de ellas fue protagonizada por Otón III (980-1002), quien se contentó con llevarse una cruz de oro y pedrería que el cadáver tenía sobre el pecho. Unos años más tarde, Federico I Barbarroja (1122-1190) le despojó de todo cuanto de valor le rodeaba, aunque, eso sí, a cambio, le hizo canonizar. Finalmente, en 1215, el rey Federico II ordenó que fuera enterrado en un ataúd de oro y plata en la catedral de Aquisgrán.
  • La momia de Lenin, se conserva en un enorme mausoleo en la Plaza Roja de Moscú; no obstante, su cerebro fue extraído de sus restos para ser dividido en un gran número de secciones cuya cifra varía según las fuentes consultadas. Durante los últimos años se han usado para investigar la causa de la muerte de Lenin (todavía sin esclarecer, debatiéndose entre la sífilis o los desórdenes genéticos), con apenas 54 años. Algunos de estos trocitos acabaron en la Alemania nazi tras el traslado de los mismos a Berlín antes de la Segunda Guerra Mundial. Dado que Hitler y sus aliados sostenían que esos restos no tenían mayor importancia y ante el miedo de que el cerebro de Lenin acabase en manos americanas, se emprendió una misión de rescate. Hoy en día y tras el éxito de esta misión, el cerebro se conserva en el Panteón de los Cerebros de Moscú junto a los de  Stalin, Iván Pávlov, Konstantin Stanislavski y Andréi Sájarov.
  • Guillermo I de Inglaterra, más conocido como Guillermo el Conquistador, fue el primer rey de Inglaterra de origen normando (y, por ende, vikingo). Su condición de hijo ilegítimo (ya que era hijo del duque de Normandía Roberto I y de su concubina Arlette de Falaise) y su juventud le causaron numerosas dificultades cuando sucedió a su padre, así como la anarquía que se extendió por sus dominios en los primeros años de su reinado. A pesar de su grandeza, murió víctima de un accidente en Francia con su silla de montar durante el asedio de Mantes. Tras su muerte, se produjeron distintos disturbios que provocaron que sus acompañantes en el lecho de muerte abandonasen temporalmente su cuerpo en Ruan para sofocarlos. Cuando al fin pudo ser trasladado a Caen para darle sepultura, el cadáver, que presentaba un avanzado estado de descomposición, no cabía en el féretro, por lo que intentaron meterlo a presión, provocando que el estómago estallara y, por ende, una situación que mejor dejaremos para la imaginación de los lectores.

   Como ves, a lo largo de la historia se han producido situaciones completamente surrealistas a pesar de la grandeza y la majestuosidad con la que los libros y las producciones televisivas nos quieren seducir. Podríamos afirmar, parafraseando a Jorge Manrique, que nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir. Poco importa qué hayamos podido hacer durante nuestra existencia ya que todos vamos a sufrir el mismo destino. No obstante, y dentro de lo que cabe, mejor poder descansar en paz.

Escrito por Julie de Lespinasse


Basado en el hilo de Cervantes 2.0 (@eldelquijote)

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