«El bebé de Rosemary» (1968): la ilusión de los credos

«El bebé de Rosemary» (1968): la ilusión de los credos

«El bebé de Rosemary» es una crítica despiadada al mundo de los rituales, a las palabras repetidas hasta el hartazgo en función de un supuesto bien superior.

Roman Polanski, al comienzo de su carrera, sorprendía con El cuchillo en el agua (1962), rodada íntegramente a bordo de un yate. Montaba hábilmente un extraño triángulo entre tres personas, una pareja y un hombre de bajo estrato social, convirtiendo a la mujer en el centro de una lucha de poder entre dos hombres. El director francopolaco ya poseía el instinto animal para reflejar las distorsiones psicológicas que justifican al poder.

El bebé de Rosemary, unos años más tarde, vuelve a la carga con el tema del poder, pero utilizando otro telón de fondo (la ciudad) y enmarcando la historia dentro del género de terror.

No es una película que recurra a imágenes violentas ni mucha sangre, más bien es una historia urdida como crítica a las religiones, al conservadurismo de la sociedad, a través del punto de vista de una futura madre primeriza, educada en un colegio de monjas, donde supieron transmitirle casi supersticiosamente el temor a Dios, inculcándole cierta paranoia que se desborda en sus sueños.

El rol de la religión

Los vecinos (los Castevet), le manifiestan una manera curiosa de ver el mundo: «los Papas son pura farándula… todos los trajes… los rituales… todas las religiones». Dichas palabras no son tomadas muy en serio por el matrimonio Woodhouse, pero sin duda violentan el pensamiento de Rosemary.

El bebé de Rosemary es una crítica despiadada al mundo de los rituales, a las palabras repetidas hasta el hartazgo en función de un supuesto bien superior.

Roman Polanski en este caso establece un peligroso puente de comparación entre los ritos religiosos, en este caso católicos, y los ritos de origen satánico, discurso que en su época le valió una dura censura por parte de la iglesia católica.

Pero no hay que ser tan miope y centrarse en el mundo católico, sino más bien en el poder que ostentan las religiones entre los hombres.

Los ritos

Los rituales persiguen entretener por un rato, dejar pasar el tiempo con imágenes y parafernalia, que no dista mucho de la creencia de Rosemary acerca del poder de un talismán que le han regalado, que lo único que pretende es tranquilizar a los que creen en él.

Muchas veces, los ritos de cualquier índole, lo que intentan es mantenerte atado a temores ancestrales y que por ningún motivo transites el camino de la realidad. Todo es parte de una ilusión, que incluso te prometerá vencer a la muerte.

El bebé de Rosemary (ver tráiler) está envuelto en una canción de cuna que te adormece, mientras el tic-tac del reloj nos señala que lo único real es el transcurso del tiempo.

Rosemary siente que ya no puede controlar el mundo convencional en el que vive. La paranoia se apodera de su mente y huye a través de un clóset para darse cuenta que ha engendrado al hijo de satanás. Están en el año 1 y su hijo vendrá a «derrocar al poderoso y destruir sus templos».

La reflexión tras el giro final

Rosemary se convertirá en una buena madre y le dará sus primeras muestras de cariño al ser de ojos diabólicos.

El bebé de Rosemary abre puertas a muchas realidades, donde el mensaje es que seas cauteloso con la ilusión que promueven los credos.

Hay que aprender a jugar con el tiempo: ese maestro que todo lo enseña y que al final siempre mata a sus discípulos.

Si recorres la vida paralizado por el terror, cada día estará lleno de sufrimiento y no disfrutarás del regalo de estar vivo.

Ficha técnica

Título original: Rosemary´s baby

Año: 1968

Duración: 136 minutos

Producción: Estados Unidos

Dirección: Roman Polanski

Guion: Roman Polanski (Novela: Ira Levin)

Reparto: Mia Farrow, John Cassavetes, Ruth Gordon, Ralph Bellamy, Sidney Blackmer, Maurice Evans, Victoria Vetri

Música: Christopher Komeda

Fotografía: William A. Fraker

Género: Terror / Drama psicológico / Película de culto

Calificación: 9/10

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