En 2013 un escritor norcoreano consiguió sacar fuera de su país un manuscrito que contenía unos cuentos prohibidos que había escondido durante años.
Las leyes inapelables de un mecanismo certero me guían, sin que yo pueda oponerme, hasta los libros que leo. A veces es un título. Otras veces es el libro que lee el personaje de una novela que estoy leyendo. Otras, las lecturas que un escritor comenta en una entrevista. Tantas otras veces, recomendaciones de amigas y amigos lectores. Esta vez, no sé cómo, llegó a mis manos “La acusación” un libro de cuentos prohibidos de Corea del Norte.
Son siete cuentos que nunca fueron publicados en su país de origen. Dos cartas al final del libro explican que su autor logró hacer salir el manuscrito a través de alguien que huyó a la vecina Corea del Sur, donde fue publicado por primera vez en el año 2014. Del autor sabemos que sigue viviendo en Corea del Norte y que, por razones de seguridad, usa Bandi por seudónimo. Bandi quiere decir en coreano: luciérnaga. Hay quienes sostienen que no hay uno sino varios autores tras el seudónimo.
Ya en el prefacio Bandi escribe: denuncio que esta luz es, en realidad, una noche sin luna, negra como un río de tinta surcando el fondo de la tierra.
Libros prohibidos en Corea
Una noche sin luna. Un río de tinta surcando el fondo de la tierra. Una luciérnaga. El autor nos habla de una oscuridad cerrada, de una clausura. Y al firmar Bandi, trae la imagen de una pequeña luz, la luz móvil de la luciérnaga que, con su farol ínfimo, ilumina la oscuridad ciega. Y en esa oscuridad, la tinta, la tinta y la palabra que la tinta escribe. ¿Es ésa la luz? ¿Pueden las palabras iluminar lo real? ¿Qué alumbra el gesto de escribir?
Denuncio dice además el autor. Y será desde esa posición que entraremos a los cuentos. Sabemos que en las páginas que tenemos en las manos hay algo que desborda la literatura. “La acusación” nos acerca a un pozo al cual caemos cuando vamos leyendo, de manera compulsiva, cada uno de sus cuentos. La crudeza de los relatos y el develamiento de la arbitrariedad instalada en los más mínimos detalles de la vida diaria nos impiden tomar la distancia que permiten las cifras, las noticias vistas en la televisión o las declaraciones abstractas acerca de los regímenes totalitarios. En los cuentos de “La Acusación” hay altoparlantes, desfiles militares, una escultura desmesurada. Hay hambre y pobreza. Hay soledad. Y hay, sobre todo, la certeza de que alguien lo vigila todo.
La historia de Bandi
Entender que el más mínimo error, la menor oscilación podía costarle a alguien la vida, física y simbólicamente, era una de las revelaciones de “La broma” de Milan Kundera. En “La acusación” los costos se trasladan de generación en generación, como las hipotecas en los tiempos del hipercapitalismo. Pertenecer a la casta de los “traidores” es un mal que se hereda, un castigo que pervive más allá de la muerte. Hijos y nietos trajinan una vida en suspenso por lo que alguno de sus antecesores hizo, o alguien dice u otro interpreta que hizo. El panóptico que sobrevuela estos cuentos fechados en los años noventa es un entramado perfecto de vigilancia social. El motor de promesas basadas en la extensión de las privaciones y de delaciones en busca desesperada de recompensas mínimas es poderoso, está en marcha y no se detiene. Sus engranajes trituran almas, corroen vidas, gangrenan cuerpos.
“La acusación” muestra el tajo en el telón del escenario, las manchas viejas en los trajes, el tras bambalinas de uno de los países más cerrados del mundo. Allí donde no debería haber más que un mundo naturalizado a fuerza de rituales grandilocuentes y categorías para explicarlo todo, un escritor -o varios, da igual- ponen palabras y preguntas. Porque nunca el cuento es total. Se trata de un grito desesperado. Un convite a desperezar nuestra ignorancia. Y por sobre todas las cosas, es literatura en estado urgente. Con todo lo que la urgencia, ya sabemos, se lleva puesto en cuanto a formas y técnicas narrativas.
La traducción fue realizada a cuatro manos por el escritor y jurista español Hector López Bofill y la artista coreana Hye Young Yu, responsables de acercarnos también a autoras como Han Kang gracias a sus traducciones.
No sabemos quién es Bandi. Pero tampoco sabemos quiénes son los autores y autoras cuyos nombres conocemos. En todo caso, quien haya escrito los relatos de “La acusación” es alguien capaz de condensar las injusticias y miserias de una vida en un botón rojo cosido con hilo grueso, Y eso, eso es literatura, la que trae luz.