Para los niños cocinar es un juego más, una actividad en la que disfrutan con sus padres.
No se trata de que las criaturas nos hagan una liebre a la royal o una bullabesa para la cena de esta noche. Quizás sólo se trata de que valoren la comida que tienen delante y no nos monten un show desesperante para todos; con que coman lo que tengan delante sin hacer ascos nos valdría.
Pero no, no siempre es fácil, sobre todo si tenemos verdura y pescado, la combinación letal para muchas familias y educadores de comedor, que se enfrentan a la ardua tarea de que las criaturas , al menos, prueben algo. Como se dice, verdura y pescado, mal rato, aunque el team legumbres completa el podio de las comidas menos apetecibles para los más pequeños. Ciertamente, hay muchos que les encanta tanto una cosa como la otro, pero no son la mayoría, que siente una gran animadversión hacia las humildes pero nutritivas legumbres, por ejemplo, puntales de una buena dieta cardiosaludable.
¿A qué edad puede cocinar un niño?
Esperen, por favor, porque este escrito nos va a servir de base para matar dos pájaros de un tiro y empezar a disfrutar de cenas más agradables: que los niños cocinen y coman, que aprecien las verduras, que sepan diferenciar sabores, texturas, que valoren cómo ha llegado ese alimento hasta su mesa. No me digan que no es prometedor…
Tengo pruebas de esto, es verídico
Durante 8 años pertenecí a la Comisión de huerto de la escuela de mi hijo, un tiempo extenso y realmente bonito que, unido a que me gusta enseñar y cocinar, hizo que aprendiera muchísimas cosas, entre ellas a comer acelgas, verdura que no pertenece a mi categoría de alimento más preferido del mundo mundial.
En estos talleres aprendíamos a plantar, cultivar, cuidar la producción y también cocinábamos en un pequeño fogón de camping, amén de ir al mercado o algún huerto urbano cercano. Si se piensan que teníamos como una hectárea y éramos gente de campo, se equivocan: dos mesas de cultivo y tres macetas de aromáticas en menos de 7m2, en un cole pequeño de una gran ciudad, con dinero que conseguíamos e subvenciones y mi natural racionalidad de entre guerras, heredada de mi escasez económica perpetua .
En los talleres hablábamos mucho de calendarios, de ser sostenible, de apreciar las cosas de nuestra tierra y el km0 (spolier, esto será otro artículo) y los niños realmente aprendían mucho y les encantaba nuestras catas, cocinando in situ alimentos que ellos mismos habían recogido.
Los niños también comen verduras
Sí, había trampa: no hervíamos las acelgas y se las zampaban (esto no lo hubiera comido ni yo, ni creo que muchos de ustedes) porque el secreto es, manteniendo bien el producto, darle un poco de alegría, Macarena : a veces cocinábamos con habitas y cebolla, otras con huevo revuelto y aromáticas, o habíamos traído un pisto fabuloso. Todo ello lo poníamos encima de una rodaja de un pan, que intentábamos fuera de buena calidad, y este montadito era nuestro buque insignia, deseado por todos y que, para nuestra satisfacción, devoraban en un momento. El mismo día o al siguiente empezabas a recibir WhatsApp o te paraban en la puerta las madres » Mi hijo me ha pedido verduras, ¿cuál es la receta?» . Ahí entendí lo fácil que podía ser que una cuadrilla de chavales, muchos de ellos con asco a las verduras, pudieran, al menos, comer un poco.
Este articulo no obra milagros
No sucederá que, de repente, sólo por dejar a los niños tener un huerto, coman de todo. Tampoco llevarlos a la compra podrá ser considerado milagro, o que pongan y quiten la mesa alegremente y sin rechistar ( familias de adolescentes ruegan que se cumpla esta última frase), hará que las legumbres sean su plato favorito.
Esto sucede con tiempo y dedicación, y a veces hasta ocurre en la madurez, cuando uno se da cuenta de que las acelgas tampoco eran para hacer una performance en el comedor. Puede ser a largo plazo, pero los beneficios se obtienen a poquitos, con pequeños cambios que los adultos también podemos hacer.
Los niños necesitan tiempo para aprender
Por ejemplo, participar más en la preparación de comidas, añadiendo un toque personal de la criatura. O ponerle una alegría a las verduras, de vez en cuando, con un sofrito. ¿ El pescado tiene espinas? Vayamos con ellos a la pescadería, que elijan un día. O permitirles diseccionar una sardina, que así sabrán dónde están las espinas.
No hay ninguna necesidad de que sean Arguiñano 2 , o concursantes de Masterchef (programa que no creo que enseñe mucho más que a ser competitivo).
Que entren en la cocina, tengan curiosidad, pregunten y cocinen pequeños platos, esto nos abre el camino a poder estar en paz a la hora de comer y cenar…que casi es el milagro que algunos necesitan.