Las faltas de ortografía de Juan Ramón Jiménez

Las faltas de ortografía de Juan Ramón Jiménez

Todos conocen a Juan Ramón Jiménez por ser el autor de Platero y yo, pero poca gente sabe que era enemigo de la ortografía y buscaba escribir con faltas todos sus textos.

La ortografía de Juan Ramón Jiménez es una mezcla de rebeldía y genialidad literaria. En sus textos (da igual que sea prosa que poesía) crea un estilo propio donde las letras se liberan de las normas y adquieren una vida propia [eufemismo de saltarse las reglas de ortografía].

Reglas de ortografía convencionales

La ortografía es un sistema de normas que garantiza que la escritura de una lengua siga un orden coherente y facilite la comprensión entre los hablantes. Estas reglas son esenciales para evitar malentendidos y asegurar que el significado de las palabras sea claro, independientemente de cómo se pronuncien en distintas regiones o por diferentes personas.

Aactúa como una guía para mantener la uniformidad en la escritura, lo cual es clave para la correcta transmisión de ideas.

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Sin embargo, Juan Ramón Jiménez decide romper con estas reglas y crear su propio sistema de escritura, desafiando las convenciones establecidas y explorando nuevas posibilidades expresivas.

Excepciones ortográficas en la obra de Juan Ramón Jiménez

La obra de Juan Ramón Jiménez está plagada de excepciones ortográficas, como escribir «setiembre» en vez de septiembre, «Jetafe» en vez de Getafe, «ombre» en lugar de hombre, o «escelentísimo» en lugar de excelentísimo. Esto lo hacía, decía él, por amor a la sencillez y por odio a lo inútil.

JRJ juega con las letras y las palabras, creando combinaciones más frecuentes en niños de 5 años que en Premios Nobel. Su estilo de escritura se caracteriza por la experimentación y la búsqueda de la simplificación, escribiendo como se habla y no como dice la RAE.

¿Qué necesidad hay de poner una diéresis en la “u” para escribir “vergüenza”? Antiguamente “hombre” se escribía sin “h”, como yo la escribo hoy. Además yo soy andaluz.

Al romper con las reglas gramaticales, Juan Ramón Jiménez logra liberar el lenguaje y dotarlo de una nueva dimensión. Sus escritos se convierten en verdaderas obras de arte lingüístico, donde las palabras adquieren un significado más personal, igualando los textos con la forma de hablar de cada persona y haciendolos únicos.

Las ideas de Juan R. Jiménez

En un artículo escrito para la revista «Universidad», Juan Ramón desarrolla sus ideas y se defiende de los ataques que recibe por «no escribir bien».

Se me pide que escriba algo en «Universidad» sobre mis ideas ortográficas; o mejor dicho, se me pide que esplique por qué escribo yo con jota las palabras en “ge”, “gi”; por qué suprimo las “b”, las “p”, etc., en palabras como “oscuro”, “setiembre”, etc., por qué uso “s” en vez de “x” en palabras como “excelentísimo”, etc.

Primero, por amor a la sencillez, a la simplificación en este caso, por odio a lo inútil. Luego, porque creo que se debe escribir como se habla, y no hablar, en ningún caso, como se escribe. Después, por antipatía a lo pedante. ¿Qué necesidad hay de poner una diéresis en la “u” para escribir “vergüenza”?

Nadie dice “excelentísimo” ni “séptima”, ni “transatlántico”, ni “obstáculo”, etc. Antiguamente la esclamación “Oh” se escribía sin “h”, como yo la escribo hoy, y “hombre” también. ¿Ya para qué necesita “hombre” la “h”; ni otra, “hembra”? ¿Le añade algo esa “h” a la mujer o al hombre? Además, en Andalucía la jota se refuerza mucho y yo soy andaluz .[…]

En mi casa de Moguer había un hermoso “Diccionario de Autoridades de la Academia Española”, en dos grandes tomos (…) que era un tesoro para mí. En él lo encontraba todo fatalmente y mejor que en ningún otro libro; todo conciso y suficiente. Era un modelo de enciclopedia. Desde niño me acostumbré a leer con j y s… También tenía mi padre, entre sus libros heredados de su hermano Eustaquio que murió en Francia, una edición de Larra (París, etc.) que yo me apropié desde mis 15 años, y en ella se usaba la misma ortografía que en el diccionario.

A mí me parecía aquello tan natural, aquella ortografía se acomodaba tan bien a la prosodia moguereña, que no vacilé en aceptarla como buena. Al principio no la usaba en mis libros porque yo no tenía autoridad para imponerlo en las imprentas: los regentes no me hacían caso o protestaban indignados (…). Pero me acostumbré a ello tanto que luego fue imposible y casi desagradable lo otro.

Por fin me decidí a usarla en Washington en 1949 (…) en mis “Poesías escojidas” (New York, etc.). Cuánta tontería se escribió sobre ello. E. Dic. dijo que un libro de poesías no era apropiado. Yo contesté que sí.

Yo leí a “Fígaro” por primera vez en una preciosa edición que aún poseo, impresa en París con esta misma ortografía que yo uso. Un tío mío, hombre de gran cultura y viajero incansable, y quien me legó una parte de su hermosa biblioteca. Escribía así y me pidió que yo lo hiciera; y, como me gustaba, lo hice. De modo que, como me acostumbré a escribir así desde niño, me pareció absurdo escribir de otra manera. Mi jota es más higiénica que a blanducha “G”, y yo me llano Juan Ramón Jiménez, y Jiménez viene de “Eximenes”, en donde la “x” se ha transformado en jota para mayor abundamiento.

En fin, escribo así porque yo soy muy testarudo, porque me divierte ir contra la Academia y para que los críticos se molesten conmigo. Espero, pues, que mis inquisidores habrán quedado convencidos, después de leerme, con mi explicación y, además, de que para mí el capricho es lo más importante de nuestra vida. Emerson había escrito “fancy” en la puerta de su cuarto de baño.

Reacciones y críticas a la ortografía de Juan Ramón Jiménez

Como él mismo nos cuenta, este posicionamiento en contra de las Academias lingüísticas causó un gran revuelo en todo el mundo, y se escribieron ríos de tinta analizando el motivo. Los puristas del lenguaje rabiaban con él, y no podían creer que un Premio Nobel de Literatura actuase de esa manera.

Sin embargo, también había quienes elogiaban su originalidad y audacia, y son varios los estudiosos de la literatura reconocen el valor artístico y la genialidad de su ortografía única.

Recordemos a escritores clásicos como Don Francisco de Quevedo, oponiéndose a los preceptos rígidos de su época.

O el discurso de Gabriel García Márquez en 1997 en el Congreso de la Lengua Española. Discurso en el que llegó a decir: «Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna». ¡Cuántos alumnos estaréis de acuerdo!

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