El spin-off de The Batman (2022) llegó a su fin y con el, un viaje inquietante de ocho episodios (incluido un devastador capítulo final) por la mente de Oswald Cobb.
Pensado como miniserie de una sola temporada, HBO da por concluida esta brillante y sombría historia basada en el icónico villano de DC Cómics.
La soberbia de Caín
El Pingüino que he conocido, no es el que recordaba, aquella caricatura de los 90’ que Danny DeVito protagonizó y que de manera tan especial, Tim Burton llevó al cine.
Nada o poco queda de ese malvado de viñeta, con su monóculo, sus dientes negros y sombrero de copa, empeñado en hacer el mal por el mal y deshacerse de todos aquellos que se le interpongan.
Éramos niños disfrutando con nuestros héroes y nuestros villanos, esos que necesariamente también han crecido y se han convertido en adultos. Con Joker (2019) empezó ese cambio. Ahora, el Oswald que tomó forma con Matt Reeves, ha consolidado la tendencia.
Un Pingüino tan real y creíble que no cuesta imaginártelo como protagonista de los informativos o en portada de periódicos. Tan familiar que se convierte en terrorífico.
Mientras abrazaba a su madre sonaba su canción. Y en el salón de una casa en ruinas, le dijo entre sollozos:
– Me lo prometiste Oswald,
me merezco una vida mejor.
Ese hombre acomplejado y tantas veces humillado. Ese hermano enfermo que es más carga que alivio.
Ese hijo generoso, siempre sentado entre Caín y Edipo.
Ese al que los niños temen y los adultos odiamos. Todo un acierto ver como de bien ha envejecido.
Un oscuro viaje por Gotham City
La atmósfera creada se deja intuir ligeramente densa, cargada con una tensión que aprieta pero no ahoga.
Como un vaso de wishky bebido para olvidar, con sabor intenso, tono malva y matices a roble viejo, en un descuido te transporta de la casa familiar de Los Soprano, a un oscuro y maloliente callejón de Baltimore.
Verás lo que ellos quieran que veas, al ritmo que te permitan descubrirlo y te aseguro que empatizar con sus sombras no te va a gustar.
A veces será un elegante y pomposo casino de Las Vegas, repleto de adictos astutos pero arruinados antes del amanecer. Otras, un rugoso tapete de terciopelo verde, viejo y andrajoso, en el que apenas se intuyen las cartas del Blackjack impresas en el.
En Gotham no hay amigos. Sólo demasiados enemigos y en cualquier esquina puede suceder. Te recordarán las proxenetas y puteros sobre el suelo mojado de pis y vomitos. Serás la silueta pintada de un cuerpo que una puta no quiso identificar.
Ni hombres murciélago ni mujeres gata. Solo sucios individuos que venderían a sus hijos por conseguir el poder.
Milioti y Collin Farell, dos piezas indispensables
Como se suele decir, por último pero no menos importante, no puedo dejar pasar por alto la excepcional y admirable interpretación de los dos pilares que sustentan esta historia. Cristin Milioti y Collin Farell.
Sofia Gigante, la hija del poderoso capo de la mafia Carmine Falcone, bien podría protagonizar ella sola otra miniserie. Su transformación personal, siempre tan vinculada a la de Oswald, resalta el dramático viaje emocional de la víctima, destruida y volviendo a resurgir de las cenizas. Lista para recoger todo el odio sembrado y repartirlo generosamente.
Enorme actriz Cristin y bárbaro lo que ha hecho junto a Collin Farrell. Más que merecidos si fuesen nominados en los próximos premios Emmy 2025.
Dicen que Collin Farrell se ha mimetizado tanto con su personaje que en su círculo más cercano, aseguran haber visto a Oswald Cobb jugando con los hijos de Collin al escondite.
Pobres criaturas.
¡Que no los pierdan de vista por favor!