Protagonizada por Lolita Flores y dirigida por Luis Luque, “Poncia” nos lleva a los rincones más oscuros y silenciados de la obra maestra de Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba.
Este espectáculo se presenta como una expansión y reinterpretación del universo lorquiano, centrando la narrativa en la voz de Poncia, la criada que observa, conoce y sufre en silencio dentro de la asfixiante casa de Bernarda Alba.
La recuperación de Poncia: Una voz que se alza
La propuesta de Luis Luque, basada en los textos de Lorca, se adentra en las intervenciones de Poncia en la obra original y las transforma en monólogos, soliloquios y diálogos con sombras y fantasmas. El contexto es claro: todo ocurre tras el suicidio de Adela, en un ambiente impregnado de culpa, represión y un profundo sentido de vacío.
Poncia, que en la obra original es testigo y partícipe secundaria de los dramas familiares, se convierte aquí en la protagonista absoluta. Su lengua, desatada en un espacio donde las palabras han sido históricamente reprimidas, nos ofrece una perspectiva completamente nueva de los sucesos. Es un ajuste de cuentas con Bernarda, con las hijas, y sobre todo consigo misma.
En este sentido, la obra no solo reivindica la figura de Poncia como personaje, sino también su simbología como representante de las clases populares y de las voces calladas, las que han sido testigos invisibles de las grandes tragedias humanas.
Lolita Flores: Una Poncia visceral y conmovedora
Lolita Flores encarna a Poncia con una intensidad que no deja indiferente. Su interpretación está cargada de matices, oscilando entre la dureza de una mujer marcada por su condición y la ternura que siente hacia Adela, la hija menor de Bernarda, a quien describe como “una hembra valiente”.
La fuerza de la actuación de Lolita radica en su capacidad para transmitir las contradicciones internas de Poncia: su resentimiento hacia las hijas de Bernarda, su complicidad forzada con la matriarca, y su dolor por no haber podido evitar el trágico final de Adela. Cada palabra, cada gesto, está cargado de una verdad desgarradora que mantiene al espectador al borde de la emoción.
La casa como espacio simbólico
En “Poncia”, la casa de Bernarda Alba no es solo un escenario, sino un personaje más. La obra utiliza la niebla, el silencio y las sombras para crear un ambiente opresivo que refleja el estado emocional de Poncia. Este espacio es un lugar de secretos, de dolores silenciados y de luchas internas que se materializan a través de la escenografía y la dirección de Luis Luque.
La elección de situar la acción “después” de los eventos de la obra original es especialmente significativa. Aquí no asistimos al desarrollo de los hechos, sino a su eco. Este enfoque permite a Poncia reflexionar, analizar y confrontar las decisiones que marcaron el destino de la casa, dándole al espectáculo un carácter casi catártico.
Temáticas universales desde la mirada de Poncia
Uno de los grandes aciertos de esta obra es cómo aborda temas universales como el suicidio, la libertad, la culpa, el sexo y la opresión de clase desde la perspectiva de Poncia. Su posición como criada le da una visión única de las dinámicas de poder y represión dentro de la casa.
Poncia no solo es testigo de las tensiones entre las hijas y su madre, sino también de las contradicciones inherentes a la sociedad que las rodea. Habla con una honestidad brutal sobre el peso de las normas sociales, la hipocresía de las jerarquías y la imposibilidad de escapar de un sistema que oprime tanto a las mujeres como a las clases populares.
Su reflexión sobre Adela es especialmente conmovedora. Al reivindicarla como una “hembra valiente”, Poncia no solo reconoce su lucha por la libertad, sino también su propio fracaso al no haber hecho más por protegerla. Este momento es uno de los puntos más emotivos de la obra, ya que revela la humanidad y vulnerabilidad de Poncia, más allá de su rol de criada.
El lenguaje como herramienta de liberación
En la obra de Lorca, el lenguaje de Poncia es directo, coloquial, impregnado de la sabiduría popular. En “Poncia”, este lenguaje se transforma en un vehículo para explorar las emociones más profundas y complejas del personaje. Sus palabras son como puñales que diseccionan las verdades ocultas de la casa, pero también son un grito de desesperación y una búsqueda de redención.
La capacidad de Luis Luque para extraer y reinterpretar los textos de Lorca es admirable. A través de su escritura, logra que la voz de Poncia resuene con fuerza y actualidad, conectando al personaje con el público contemporáneo.
Una obra necesaria y poderosa
“Poncia” es mucho más que un homenaje a Lorca; es una obra que amplifica las voces silenciadas y cuestiona las estructuras de poder que las han mantenido en la sombra. La figura de Poncia, con su mezcla de resignación y rebeldía, se convierte en un símbolo de la lucha por la libertad y la dignidad en un mundo marcado por la opresión y el silencio.
El mensaje final de la obra, sobre la necesidad de “amarnos en libertad”, resuena con una fuerza especial en el contexto actual. Es un llamado a romper las cadenas que nos atan, ya sean sociales, culturales o emocionales, y a construir un mundo donde las voces de todos puedan ser escuchadas.