18/09/2024

El día que el Vaticano expulsó a los Jesuitas

La Compañía de Jesús fue creada por San Ignacio de Loyola, y en el 1540 el Papa Paulo III aprobó oficialmente la fundación de la Compañía de Jesús mediante la bula Regimini Militantis Ecclesiae.

Retrato del Cardenal Cisneros

El Cardenal Cisneros: Líder religioso, político y cultural del Renacimiento español

Desde el principio, se destacaron por su estricta disciplina y su profundo compromiso con la educación y la misión evangelizadora.

La rápida expansión se debió en gran medida a su organización altamente centralizada y su enfoque en la educación. Los jesuitas establecieron colegios y universidades en toda Europa y América, que rápidamente se convirtieron en centros de excelencia académica

Cardenal Cisneros

En menos de un siglo, la Compañía de Jesús se había convertido en una fuerza poderosa dentro del mundo católico, con una influencia que abarcaba desde la corte de los monarcas europeos hasta los confines de los territorios más remotos del globo.

Los Jesuitas en Brasil

Desde su llegada a Brasil en 1549, la Compañía de Jesús se convirtió en una de las fuerzas más influyentes en la colonia portuguesa. Establecieron misiones conocidas como reducciones, donde se congregaban comunidades indígenas bajo su supervisión.

Estas reducciones se convirtieron en verdaderos centros de poder e influencia, donde los jesuitas protegían a los indígenas de la esclavitud y la explotación por parte de los colonos portugueses.

Los jesuitas no solo se enfocaron en la misión religiosa, sino que también promovieron un modelo económico basado en la agricultura comunitaria.

El Támesis congelado en invierno
El Támesis congelado en invierno

Dicho modelo generó tensiones con los colonos portugueses, quienes veían a las reducciones como un obstáculo para la explotación de la mano de obra indígena. A pesar de la resistencia, los jesuitas continuaron expandiendo su influencia, llegando a controlar vastos territorios en Brasil.

Esta situación, sin embargo, sembró las semillas de su eventual expulsión.

La figura del Marqués de Pombal

Una de las personas más importantes en la expulsión de los jesuitas de Brasil y Portugal fue Sebastião José de Carvalho e Melo, más conocido como el Marqués de Pombal.

El marqués buscaba modernizar y centralizar el poder en el reino portugués, eliminando cualquier fuerza que pudiera desafiar la autoridad real. Pombal veía a los jesuitas como una amenaza directa a sus reformas, debido a su poder e influencia tanto en Portugal como en sus colonias.

Influenciado por las ideas del Iluminismo y motivado por un deseo de limitar la influencia de la Iglesia en los asuntos estatales, decidió actuar contra la Compañía de Jesús.

El Motín de Minas Gerais

El detonante para la expulsión de los jesuitas de Brasil fue el Motín de Minas Gerais en 1759, en el que se acusó a los religiosos de incitar a la rebelión entre los indígenas y de conspirar contra la corona portuguesa. Aunque las pruebas presentadas eran dudosas, Pombal las utilizó para justificar una serie de medidas drásticas contra la orden.

En 1759, el Marqués de Pombal promulgó un decreto que ordenaba la expulsión de todos los jesuitas de Portugal y sus colonias, incluyendo Brasil.

Los colegios y misiones jesuitas en Brasil fueron desmantelados, y los indígenas que habían estado bajo la protección de los jesuitas quedaron vulnerables a la explotación por parte de los colonos portugueses.

Muchas comunidades indígenas fueron forzadas a la esclavitud o desplazadas de sus tierras y las reducciones jesuíticas, que habían sido un modelo de organización social y económica, fueron desmanteladas, y las tierras que antes estaban bajo el control de la Compañía de Jesús fueron repartidas entre los colonos.

Consecuencias en Portugal

Con la Compañía de Jesús fuera del camino, Pombal pudo continuar con su programa de reformas, que incluía la modernización del sistema educativo y la reducción de la influencia de la Iglesia en los asuntos del estado.

La confiscación de las propiedades también proporcionó a la corona recursos adicionales que fueron utilizados para aumentar las arcas de la corona.

La expulsión de los Jesuitas en España

En el siglo XVIII, España estaba inmersa en un proceso de reformas profundas bajo la dinastía borbónica, que había asumido el trono tras la Guerra de Sucesión Española.

Carlos III, Inspirado por las ideas del Despotismo Ilustrado, impulsó numerosas reformas administrativas, económicas y sociales, con el objetivo de modernizar el país y fortalecer la autoridad real.

Sin embargo, estas reformas no fueron bien recibidas por todos los sectores de la sociedad. Al mismo tiempo, las reformas económicas fueron impopulares entre la población, especialmente entre las clases bajas, que sufrían las consecuencias de la creciente presión fiscal y las malas cosechas.

En este contexto, la figura de Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache, un ministro italiano que había sido traído por Carlos III para implementar sus reformas, se convirtió en un foco de descontento.

Esquilache, encargado de modernizar Madrid y mejorar la seguridad y salubridad de la capital, introdujo una serie de medidas que poco gustaron a los españoles, como la prohibición de usar capas largas y sombreros de ala ancha, que se consideraban un riesgo para la seguridad pública.

Estas medidas, vistas como una intromisión en las costumbres tradicionales, exacerbaron el malestar social.

El Motín de Esquilache

El 23 de marzo de 1766, el descontento popular culminó en el Motín de Esquilache, una revuelta espontánea que estalló en Madrid y rápidamente se extendió a otras ciudades del país. Miles de personas tomaron las calles para protestar contra las reformas impuestas por Esquilache, exigiendo su destitución y el fin de las medidas que consideraban ofensivas y ajenas a las tradiciones españolas.

Aunque el motín comenzó como una protesta contra Esquilache y sus reformas, rápidamente se transformó en una crisis política que amenazó la estabilidad del gobierno de Carlos III.

Ante la magnitud de la revuelta, el rey se vio obligado a destituir a Esquilache y a retroceder en algunas de sus reformas. Sin embargo, la revuelta dejó al descubierto la profunda insatisfacción y el resentimiento que existían en la sociedad española, lo que llevó a la búsqueda de chivos expiatorios para explicar el estallido de la violencia.

Los Jesuitas como chivo expiatorio

En el clima de tensión posterior al Motín de Esquilache, surgieron rumores que señalaban a la Compañía de Jesús como instigadora de la revuelta. Los jesuitas, una de las órdenes religiosas más influyentes en España, tenían poderosos enemigos en la corte, entre ellos algunos ministros que veían a la Compañía como un obstáculo para las reformas borbónicas.

Además, su papel en la educación y su influencia en la sociedad les había granjeado la desconfianza de quienes promovían un estado más secular y centralizado.

Aunque no existían pruebas concluyentes que vincularan a los jesuitas con el motín, la creciente presión política y las intrigas en la corte llevaron a Carlos III a considerar la posibilidad de tomar medidas drásticas contra la orden.

La influencia de ministros como el Conde de Aranda, que era abiertamente hostil hacia los jesuitas, fue decisiva en esta decisión.

La expulsión de los Jesuitas de España

El 2 de abril de 1767, Carlos III firmó el decreto de expulsión de los jesuitas de todos sus dominios. La decisión fue ejecutada con sorprendente rapidez y eficacia. En una operación cuidadosamente planificada, las autoridades españolas arrestaron a todos los miembros de la Compañía de Jesús en una sola noche y los deportaron a Civitavecchia, en los Estados Pontificios.

Las propiedades de los jesuitas, incluyendo sus colegios y misiones, fueron confiscadas por la corona.

Muy Santo Padre. Me deja lleno de consuelo la venerada carta de V. Beatitud de 30 del pasado, en que se digna darme las seguridades más firmes del ánimo en que se halla de atender a las súplicas que le hemos hecho los Reyes mi Primo, mi Hijo y yo, y doy a V. Santidad las más rendidas gracias por el trabajo que personalmente ha querido tomarse en la reunión y examen de los monumentos de que se ha de valer para la expedición del motu proprio aceptado, y la formación del plan tocante a la absoluta abolición de la Compañía que V. Santidad ofrece comunicarnos. Si la paz y la concordia es el mayor bien de la Iglesia, y el que yo la deseo y solicito con las veras más íntimas, a V. Beatitud deberemos con esta abolición el restablecimiento de una felicidad que ya no se gozaba. Mi confianza en V. Santidad es tan grande que ya miro como logrado este bien dado el punto que V. Beatitud mismo me la anuncia. Viva V. Santidad asegurado de mi reconocimiento; oiga benignamente lo que D. Tomás Azpuru le signifique en mi nombre; y pidiéndole nuevamente su Apostólica Bendición para mí y toda mi familia, ruego a Dios guarde a V. Beatitud muchos años. Madrid, 26 de diciembre de 1769.

Muy humilde Hijo de V. Santidad,

El Rey.

La expulsión de los jesuitas tuvo un impacto significativo en España y sus colonias. En el ámbito educativo, la salida de la Compañía dejó un vacío difícil de llenar, ya que los jesuitas eran responsables de algunas de las instituciones educativas más prestigiosas del país.

La Persecución en Europa

La expulsión de los jesuitas no fue un evento aislado, sino el desenlace de una serie de conflictos que se gestaron a lo largo de varias décadas en Europa.

En Francia, los jesuitas enfrentaron un destino similar en 1764. Los detractores de la orden, principalmente filósofos ilustrados y miembros del parlamento, los acusaron de ser una amenaza para el estado y la moral pública.

La guinda del pastel fue el escándalo financiero del padre Antoine de La Valette, un jesuita involucrado en actividades comerciales en Martinica, cuyo fracaso llevó a la quiebra de importantes casas bancarias francesas. Este incidente fue aprovechado por los enemigos de la Compañía para presionar al rey Luis XV a suprimir la orden en su reino.

Cuando el Papa Clemente XIV se enfrentó a los jesuitas

La creciente presión de las potencias europeas, unidas en su deseo de ver la desaparición de los jesuitas, culminó en la supresión de la Compañía de Jesús por parte del Papa Clemente XIV en 1773.

Este acto, contenido en el breve Dominus ac Redemptor, fue uno de los más trascendentales de su pontificado y marcó un momento decisivo en la historia de la Iglesia católica.

Esta decisión marcó un punto culminante en la tensión entre la Iglesia y los estados europeos en el siglo XVIII. Aunque los jesuitas fueron reinstaurados en 1814 por el Papa Pío VII, la supresión de Clemente XIV tuvo un impacto profundo y duradero en la historia de la Iglesia católica y en la geopolítica de la época.

La Europa tras los jesuitas

La supresión de la Compañía de Jesús tuvo un impacto profundo tanto en la Iglesia como en la sociedad de la época. En el ámbito educativo, la desaparición de los colegios jesuitas dejó un vacío difícil de llenar. Las instituciones que tomaron su lugar a menudo carecían de la calidad académica y la disciplina que habían caracterizado a los jesuitas.

Esto llevó a un deterioro en la educación de la élite europea, que hasta entonces había estado en gran parte bajo la influencia de la Compañía.

En las misiones, la desaparición de los jesuitas también tuvo consecuencias desastrosas en América Latina y Asia, donde los jesuitas habían desempeñado un papel crucial en la evangelización y en la protección de las comunidades indígenas, su ausencia permitió que otras fuerzas, a menudo menos benignas, tomaran el control.

La Resistencia y la Restauración

A pesar de la supresión oficial, muchos jesuitas continuaron ejerciendo su ministerio en la clandestinidad o bajo la protección de ciertos monarcas.

En Prusia y Rusia, por ejemplo, los jesuitas encontraron refugio y continuaron sus actividades educativas con el beneplácito de los gobiernos locales, que valoraban su experiencia pedagógica.

La catedral que financió la independencia de EEUU

La Compañía de Jesús fue finalmente restaurada en 1814 por el Papa Pío VII, después de que las convulsiones de la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas hubieran debilitado el poder de las monarquías que originalmente habían presionado por su supresión.

La restauración fue recibida con júbilo por muchos en la Iglesia, aunque la Compañía nunca recuperó del todo la influencia y el poder que había tenido antes de su disolución.

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