El gobierno y la política de resistencia de Juan Negrín

El gobierno y la política de resistencia de Juan Negrín

Juan Negrín optó por resistir frente a Franco. Conoce los Trece Puntos, la batalla del Ebro y la estrategia de “resistir es vencer”

La etapa de gobierno de Juan Negrín López (1937-1939) fue la más longeva en la zona republicana durante la Guerra Civil. Sus decisiones y las de sus ministros fueron muy importantes para el transcurso del conflicto.

Además, las políticas de Juan Negrín no se pueden entender sin comprender cuál era el panorama internacional de la Europa de los años treinta. A continuación explicaremos cuál era la amenaza a la seguridad europea en aquellos años.

El contexto internacional

El periodo de gobierno de Juan Negrín fue paralelo a la expansión de Alemania e Italia (por vía pacífica) en Europa y África. Esta expansión se concretó en la ocupación de una serie de territorios. Alemania logró recuperar el territorio de Renania (1936) y anexionarse Austria, la República Checoslovaca (1938) y el territorio lituano de Memel (1939). Italia se expandió en África tomando el Reino de Abisinia (1936) y logrando ocupar Albania ya a principios de 1939 (Moradiellos García, 1999).

Las pretensiones de expansión territorial italo-germanas suponían una amenaza de guerra que Francia y Gran Bretaña intentaron evitar, sobre todo porque una nueva guerra podría “desencadenar nuevas revoluciones sociales y extender el comunismo” (Moradiellos García, 1999) en Europa. Así, los principales políticos británicos, secundados por las autoridades francesas, llevaron a cabo una política de apaciguamiento basada en la negociación y aceptación de cambios en el statu quo territorial que satisficieran las demandas alemanas e italianas (Navarro Comas, 1997).

Expansionismo alemán. Fuente: Google Imágenes.

La Primera Guerra Mundial y el Crac del 29 habían dejado a Francia y a Gran Bretaña sin la fuerza militar ni los recursos económicos y humanos para hacer frente a un posible conflicto bélico. Además, lo que unía a numerosos miembros del partido conservador británico era su anticomunismo, y no eran pocos los que admitían abiertamente cierta simpatía por los regímenes alemán o italiano. Junto a esto, Londres consideraba que la política de apaciguamiento beneficiaba sus intereses económicos y estratégicos en Europa (una Alemania próspera permitía un mayor desarrollo comercial en el continente). El comunismo era una fuerza, considerada en expansión, de la que se preocupaban las clases altas inglesas. El fascismo suponía un problema menor a corto plazo (Moradiellos García, 1999).

Los británicos y franceses crearon el Comité de No Intervención para la guerra de España. Este organismo supervisaría que ninguna potencia europea mandara ayuda a ningún bando, para así evitar que escalara en un conflicto internacional, aunque Italia, Alemania y Rusia siguieron enviando armamento y tropas de voluntarios. La política de No Intervención perjudicó más gravemente a la República.

Las potencias fascistas aprovecharon la indecisión de Francia y se valieron de la política de No-Intervención en su beneficio, lo que contribuyó a la victoria de Franco. El resultado fue que tanto Inglaterra como Francia dejaron a la República a su suerte e ignoraron la amenaza alemana e italiana, que se iría incrementando hasta septiembre de 1939.

Finalmente, la política soviética estaba más cercana a llegar a acuerdos con las democracias occidentales para frenar la expansión del nazi-fascismo. La reacción de ayuda soviética a la República española “se enmarcaría en los parámetros de la política de seguridad colectiva» (Moradiellos García, 1999) propuesta por el ministro de exteriores ruso Litvinov. Esta política pretendía sacar del aislamiento diplomático que sufría la Rusia de Stalin y lograr frenar la expansión territorial de Alemania, quien se expandía progresivamente por Europa del Este.

Negrín en el gobierno

Francisco Largo Caballero fue relevado de sus funciones como presidente del Consejo de ministros. Su figura se encontraba muy desgastada tras los sucesos de mayo de 1937 que habían supuesto una guerra civil en Barcelona y una terrible imagen internacional de la República. Azaña nombró a Negrín como sustituto de este por su eficacia al frente del Ministerio de Hacienda durante la guerra y por razones de política internacional. Negrín podría ser el hombre adecuado, según Azaña, para negociar una mediación internacional y una paz para España.

Juan Negrín López (1892-1956), fotografía. Fuente: Archivo General de la Administración.

No era marxista, se consideraba defensor de la propiedad privada, pero regulada. Formaba parte de los seguidores de Indalecio Prieto y, también él, consideraba que el bolchevismo y el fascismo generaban dictaduras personalistas (Jackson, 2009).

El nuevo presidente tomó medidas con el apoyo de los comunistas que formaban parte del gobierno. Una de las más importantes fue disolver el Consejo de Aragón, el principal foco de poder que le quedaban a los anarquistas. También su Gobierno recuperó las competencias en materia de orden público que tenía la Generalitat y estableció un control sobre las colectivizaciones que se habían realizado. Buscó controlar la industria bélica en Cataluña, dirigir la industria para mejorar el abastecimiento y aumentar la compra de armamento.

Pero sin duda la decisión más importante fue la prohibición del POUM a mediados de junio de 1937 por su participación en los sucesos de mayo. Un suceso importante fue el secuestro y asesinato de Andreu Nin, líder del POUM, por agentes del NKVD. Su cadáver no apareció y Negrín no supo dar una explicación convincente de lo sucedido. Tampoco quiso enemistarse con los comunistas, ya que, necesitaba el envío de armas desde la URSS.

Durante este primer gobierno de Negrín se llevaron a cabo importantes ofensivas sobre el frente de Madrid y el de Aragón. Ambas pretendían aliviar la presión que sufría el frente norte. Los objetivos planteados por el general Vicente Rojo no se lograron. La República solo pudo ampliar escasamente su territorio tomando Belchite y Brunete.

A finales de 1937 el gobierno republicano interceptó el plan de ataque de Franco hacia Madrid. Esto les permitió organizar una ofensiva preventiva hacia Teruel con el objetivo de desviar tropas hacia ese frente. Teruel fue tomada el 8 de enero de 1938 y fue la única capital de provincia conquistada por la República. Al mes siguiente los republicanos tuvieron que retirarse cuando Teruel estuvo a punto de quedar embolsada.

La política de resistencia: «resistir es vencer»

Con las derrotas en el frente de Aragón y la llegada del ejército franquista a Vinaroz se produjo una profunda división en el seno del gobierno republicano a principios de 1938 (Casanova Ruiz, 2017).

Por una parte, Azaña planteaba que la guerra estaba perdida. Lo que se debía hacer era intentar que se retiraran los combatientes extranjeros y que Francia y Gran Bretaña establecieran un alto al fuego que permitiese negociar una rendición y, posteriormente, diese lugar a un plebiscito en el que los españoles eligieran su nuevo sistema de gobierno (Millares Palencia, 1996).

Azaña dando un discurso, fotograma. Fuente: Asociación Manuel Azaña

Por el contrario, Negrín consideraba que estas ideas eran muy difíciles de llevarse a cabo mientras la situación bélica no fuera sostenible por la República. Por ello, insistía en seguir combatiendo y en la posibilidad de vencer en el campo de batalla. Creía que la República debía resistir hasta que antes o después las democracias capitalistas de Occidente se defendieran de la amenaza que representaban Mussolini y Hitler. En ese momento, la República estaría en el lado de las democracias (Jackson, 2009).

Ante la política de represión de Franco solo quedaba resistir. Así lo expresaba en agosto de 1938:

Yo no entrego indefensos a centenares de españoles, que están batiendo heroicamente por la República, para que Franco se dé el placer de fusilarlos como ha hecho en su tierra, en Andalucía, en las Vascongadas, en cuantos pueblos ha puesto su pezuña el caballo de Atila» (Preston, 2021, p. 300).

Una de las primeras acciones del nuevo gobierno fue la redacción de los “Trece Puntos”. Era un documento esencial en el que se establecían los objetivos de la guerra y de lo que debía ser el futuro de España.

Los Trece Puntos también pretendían ser una declaración que representara a todos los partidos políticos que apoyaban a la República. Estaba dirigido tanto al público internacional como al pueblo español. En estos se defendía la independencia e integridad territorial de España, y el fin de la invasión militar de 1936 protagonizada por los ejércitos de voluntarios alemanes e italianos. Se consideraba, además, que el nuevo sistema que debía surgir tras la guerra debía ser elegido mediante un plebiscito por todos los españoles. También defendía la libertad de culto y pensamiento, el derecho a la propiedad, la protección de los elementos de producción.

Además, se enunciaba la eliminación en el seno del ejército de cualquier tendencia política. El decimotercer punto es uno de los más importantes, pues planteaba “(Una) amplia amnistía para todos los españoles que quieren cooperar en la inmensa labor de reconstrucción y engrandecimiento de España» (Jackson, 2009, pp. 255-256).

En cuanto a la guerra, después del fracaso en la toma de Teruel y el derrumbe del frente de Aragón el ímpetu republicano se centró en contener el avance casi resistencia de los nacionales hacia Valencia.  Una vez contenido el frente, Vicente Rojo planeó un nuevo ataque con el objetivo de unir el frente catalán con el ejército del centro y, así, mantener con vida a la República. Para ello planeó un ataque a través del río Ebro (Preston, 2021).

Paralelamente a la ofensiva en el Ebro, Hitler aumentó la presión sobre Checoslovaquia. Sus reclamaciones eran sobre los Sudetes, un territorio de mayoría germanoparlante. Sin embargo, Francia y Rusia mantenían un tratado de defensa mutua con la República de Checoslovaquia. Así que rechazaron a ceder a las nuevas exigencias de Hitler (quien ya había anexionado Austria). Francia y Checoslovaquia iniciaron procedimientos de movilización militar.  Aunque la situación era muy tensa, el primer ministro británico, Chamberlain, no estaba dispuesto a permitir que la paz en Europa se viera afectada por una república poco conocida y pequeña de Europa Central (Jackson, 2009).

En agosto de ese mismo año el gobierno británico había llegado a la conclusión de que la única salida era entregar los Sudetes a Alemania. Chamberlain convenció al primer ministro francés, Daladier, para entrevistarse con Hitler y Mussolini en Múnich. Allí, los cuatro líderes aceptaron entregar los territorios de la zona mayoritariamente alemana de Checoslovaquia. Ni la URSS ni el país cuyos territorios estaban siendo repartidos fueron invitados. Chamberlain proclamó que se trataba de “la paz de nuestro tiempo» (Jackson, 2009). A cambio solo pedía armas para la República.

El acuerdo de Münich, fotografía. Fuente: Wikipedia

Ante esta situación y pese a la pérdida de la batalla del Ebro, Negrín siguió confiando en la resistencia y en llegar a una mediación. . Si el problema para que las democracias apoyaran a la República era la influencia comunista en el gobierno, Negrín afirmó que “podría suprimir, y lo haría, al Partido Comunista en una semana” (Miralles Palencia, 1996, p. 158).

Pero Múnich supuso el fin de las esperanzas de la victoria para los soldados y civiles de la zona republicana. Franco solo aceptaría una rendición incondicional que permitiera acabar con los elementos que había provocado su necesaria Cruzada: el liberalismo, el socialismo y el comunismo. Además, la victoria en la batalla del Ebro y la toma de Cataluña en 1939 le situaron en una posición mucho más ventajosa (Preston, 2021).

El 28 de febrero de 1939 Francia y Gran Bretaña reconocía al Estado dirigido por Franco. Pocos días después Segismundo Casado dio un golpe de estado que acabó con cualquier posibilidad de resistencia. Las tropas franquistas entrarían en Madrid a finales de marzo. La guerra terminaría unos días después sin mediación ni acuerdo de paz (Miralles Palencia, 1996).

Bibliografía

Casanova Ruiz, J. (2017). España partida en dos: breve historia de la Guerra Civil española. Crítica.

Jackson, G. (2009). Juan Negrín: médico, socialista y jefe del Gobierno de la II República española, Crítica.

Millares Palencia, R. (1996). Juan Negrín, al frente de la política exterior de la República (1937-1939). Historia Contemporánea, (15), 147·161.

Moradiellos García, E. (1999). Un Triángulo vital para la República: Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética ante la Guerra Civil española. Hispania Nova. http://hispanianova.rediris.es/general/articulo/006/art006.htm

Navarro Comas, R. (1997). La política Anglo-Francesa durante la Guerra Civil Española: Análisis del Acuerdo de No-Intervención. Studia Zamorensia, (4), 149-186.

Preston, P. (2021), La Guerra Civil española, Debate.