El juego entre Francisco Franco y Hitler en un tren en Hendaya

El juego entre Francisco Franco y Hitler en un tren en Hendaya

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El 23 de octubre de 1940, en la estación de tren de Hendaya, en la frontera entre España y Francia, se produjo un encuentro histórico que marcaría el curso de la Segunda Guerra Mundial: la reunión entre el dictador español Francisco Franco y el líder nazi Adolf Hitler.

Este evento, conocido como la Entrevista de Hendaya, pudo haber cambiado el curso de la 2º Guerra Mundial y haber planteado un s. XX muy diferente al que hemos vivido.

Contexto histórico: España y Europa en 1940

Para entender la magnitud del encuentro en Hendaya, es fundamental analizar el contexto en el que se llevó a cabo. En 1940, Europa estaba inmersa en un conflicto bélico que ya había transformado el panorama del continente.

La Blitzkrieg (o guerra relámpago) había permitido que las tropas nazis avanzaran a pasos agigantados.

Polonia, Albania, Yugoslavia y Grecia habían caído ante la maquinaria de guerra nazi. Además 7 democracias fueron desmanteladas: Checoslovaquia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia. Solo el Reino Unido, bajo el mando de Winston Churchill, continuaba resistiendo los embates de Adolf Hitler.

En la Península Ibérica, España se recuperaba de una devastadora guerra civil que había dejado al país al borde del colapso económico y social.

Francisco Franco se encontraba ante una disyuntiva: por un lado, su régimen compartía afinidades ideológicas con las potencias fascistas de Europa; por otro, la nación estaba demasiado debilitada como para involucrarse en un conflicto bélico tan grande.

Los preparativos de Franco

Para poder adelantarse en las negociaciones, Francisco Franco decidió enviar a su cuñado Ramón Serrano Suñer a Alemania. El objetivo era reunirse con los altos cargos del partido Nazi y plantear los términos del acuerdo de forma que ambas partes saliesen ganando.

Serrano Suñer pertenecía a la rama más fascista del bando nacional. Había estado en varias ocasiones con Benito Mussolini, al que consideraba su amigo, y había felicitado a los alemanes por la conquista de Dinamarca y Luxemburgo. Además estaba en desacuerdo con la postura de Franco de no aliarse con el Eje.

El Caudillo y el Führe conversaron en Hendaya sobre el ingreso de España en la guerra
Franco y Hitler negociaron en Hendaya la participación española en la 2º Guerra Mundial

El 13 de septiembre Ramón Serrano viajó a Berlín como enviado especial de Franco. Durante el viaje se reunió con se reunió con varios dirigentes nazis, entre los que se encuentran Heinrich Himmler, Wilhelm Frick, Joachim von Ribbentrop y Robert Ley, además de con el propio Führer.

Allí expuso la visión española, que consistía en la entrada en la guerra a cambio de recuperar Gibraltar y quedarse Marruecos y parte de Argelia.

Göring y Hitler por su parte le transmitieron la importancia de quitarle el Peñon de Gibraltar a los ingleses y expulsarles del Mediterráneo.

Al dictador alemán le interesaba el control de este enclave británico para obstaculizar el paso de la Royal Navy y reforzar sus operaciones en el norte de África, así como cederle el mar a Italia.

Marruecos fue una colonia francesa, aunque España siempre buscó recuperarlo
Representación colonial francesa en ‘Le Petit Journal’ de los acontecimientos en Marruecos en 1912 que resultaron en el establecimiento del dominio colonial francés

Hitler, además, consideraba que Franco le debía lealtad, dado el apoyo militar que Alemania había brindado durante la Guerra Civil, particularmente a través de la intervención de la Legión Cóndor.

Todo parecía encaminado para la entrada en guerra de España del lado de Alemania, y para asentarle el golpe definitivo a los aliados.

La entrevista de Hendaya

El encuentro debía comenzar a las 15:20. Hitler había viajado en tren desde París y llegó a la hora acordada. Franco, por su parte, viajó en coche de Madrid a San Sebastián y ahí montó en un tren rumbo a Hendaya. Llegó 8 minutos tarde, gesto que no gustó a los oficiales alemanes.

A pesar de toda la comitiva que había viajado hasta la ciudad fronteriza, en el vagón solo entraron 4 personas: Francisco Franco y Ramón Serrano Suñer por la parte española, y Adolf Hitler y Von Ribbentrop por la alemana. Quisieron entrar también Eugenio Espinosa de los Monteros (embajador de España en Berlín), Eberhard von Stohrer y Paul-Otto Schmidt (traductor personal de Hitler), pero no dejaron pasar a ninguno.

En 1940 Francisco Franco se entrevistó con Adolf Hitler en un tren en Hendaya

En su libro Franco y Hitler: España, Alemania, la Segunda Guerra Mundial y el holocausto, el historiador Stanley Payne nos ceunta que la reunión se prolongó durante cerca de siete horas y fue agotadora para ambas partes. Mientras

Hitler esperaba una adhesión rápida y sin condiciones, se encontró con un Franco firme en su postura, cuyas demandas fueron vistas como excesivas.

De hecho, según testimonios, Hitler expresó su frustración al afirmar que preferiría «sacarse tres o cuatro muelas» antes que volver a negociar con el caudillo español.

A pesar de la negativa de Franco a involucrarse directamente en la guerra, el encuentro no fue del todo infructuoso para Hitler.

España, aunque no se unió formalmente al Eje, ofreció la creación de la División Azul, una unidad de voluntarios que lucharía junto al ejército alemán en el frente oriental contra la Unión Soviética.

El No de Franco a Hitler

La decisión de Franco de no participar activamente en la Segunda Guerra Mundial permitió a España evitar la devastación del conflicto, consolidar su régimen y mantener una posición de relativa estabilidad interna, negociando en secreto con Churchill.

Aunque eso no evitó la formación de la División Azul. Esta unidad estaba compuesta por voluntarios españoles que lucharían junto al ejército alemán en la Unión Soviética, principalmente en el Frente Oriental.

Por su parte, este hecho truncó los planes de Hitler y cambió el panorama de la guerra. En lugar de consolidar el control del Mediterráneo a través de la colaboración con España, el Führer se vio forzado a redirigir sus esfuerzos hacia otros frentes.

La falta de un aliado en la Península Ibérica significó que Gran Bretaña podía seguir operando en el mar y Hitler no podría garantizar la seguridad de las líneas de suministro y las rutas marítimas en el Mediterráneo, lo que complicó su planificación para una posible invasión de Gran Bretaña.

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