Trastornos de película

Trastornos de película

Las tres cintas ofrecen distintas versiones de trastornos mentales, pero me atrevería a decir que la versión de Bobby Fischer es la más convincente, se resume en algunas partidas de ajedrez y unos raccontos de la infancia y ascenso en el escalafón mundial.

Con trastornos de película nos referimos a filmes donde los protagonistas encarnan a sujetos que sufren alguna patología mental, aunque en estos casos se trata de personas de una inteligencia superior que contribuyeron a expandir el conocimiento de la humanidad.

Pawn Sacrifice (2014) de Edward Zwick, transcurre durante el legendario enfrentamiento por el título mundial de ajedrez entre el norteamericano Bobby Fischer y el campeón soviético Boris Spassky, efectuado entre julio y agosto de 1972. Fue considerada (en plena guerra fría) la confrontación entre las inteligencias occidental y la del bloque soviético. No es lo importante en la película, como tampoco ser conocedor del ajedrez, sino el enfoque desplegado por el director para describir al jugador estadounidense. El punto de vista de Bobby Fischer (un acertadísimo Tobey Maguire) se emplaza desde la psicosis paranoica que fue progresivamente invadiendo su vida. Son eficaces las disrupciones auditivas sobre el pensamiento lógico del jugador, el tic-tac del reloj, los sonidos del teléfono, una tos del público, muy vívidas e incluso los aplausos parecen descolocar a Fischer. Una película interesante que desentraña una personalidad narcisista, pero al mismo tiempo paranoide, donde es usual ver al personaje solitario mirando bajo el resquicio de las puertas. El clima político de la época no ayudaba en nada a aplacar los eventos psicóticos del personaje, una especie de héroe incomprendido que probablemente no supo lidiar con el éxito.

Hace recordar otro excelente film, The Aviator (2004) de Martin Scorsese, con un DiCaprio igualmente inspirado para caracterizar al excéntrico millonario Howard Hughes, diseñador de importantes innovaciones de la aeronáutica, que pudo aplacar su trastorno de personalidad (en mayor medida que Fischer), neurosis obsesiva que lo llevó a vivir aislado del mundo hacia el final de su vida, también compartiendo rasgos narcisistas como los de Fischer. La puesta en escena de Scorsese es mucho más cuidada y en cierto modo representó la megalomanía de Hughes, pero los personajes de ambas películas luchan en solitario con sus trastornos.

También se nos viene a la mente A Beautiful Mind (2001) de Ron Howard, bien interpretada por Russell Crowe, sobre la vida de John Nash, donde la paranoia de la guerra está camuflada dentro de la mente esquizofrénica del matemático. Realidad y delirio se funden en ese excelente punto de vista, aunque la película tienda (lamentablemente) a ser una apología de la superación y el sacrificio por el trabajo, con una mujer que lo apoya incondicionalmente, lo cual resulta poco probable dadas las características del trastorno de Nash.

Las tres cintas ofrecen distintas versiones de trastornos mentales, pero me atrevería a decir que la versión de Bobby Fischer es la más convincente, se resume en algunas partidas de ajedrez y unos raccontos de la infancia y ascenso en el escalafón mundial. La estructura menos lineal de esta última refuerza el punto de vista de una mente dislocada.

8/10 - (1 voto)