«No Other Land» es una madre rompiendo a llorar. Es el miedo de un niño detrás de la puerta. El grito de auxilio que nadie quiere escuchar.
El hogar de Basel, Masafer Yatta, es una pequeña comunidad de aldeas al sur de Cisjordania y bajo control de Israel. La tierra, cada vez menos fértil y más devastada, no tiene cultivos ni agua, los pozos que la abastecían fueron envenenados y cementados.
Su única escuela acabó derruida y de los parques infantiles solo quedan las piedras. Ese es el hogar de Basel y el de muchas familias, decenas, desahuciadas de sus tierras. Para ellos, no hay ninguna otra tierra.
«Si las gentes de bien no acuden al rescate de los palestinos (…) su suerte será similar a la de los nativos americanos»
Periódico Falastin, 29 de marzo 1914. Recopilado en el libro «Palestina, una historia moderna»(1977)
Fuera, al otro lado del muro, vive en Jerusalén el israelí Yuval Abraham. Un joven periodista y activista judío, decidido a denunciar a Israel por violar el derecho internacional.
Fue en el 2017 entrando a Cisjordania, cuando conoció al palestino Basel Adra. De su cooperación no solo salió una gran amistad, también un grito sordo lleno de rabia en forma de documental.
“No Other Land”, el trabajo de un palestino y un israelí
Un documental, fruto de cinco años de trabajo entre Basel y Abraham y que nos acerca la realidad diaria de Masafer Yatta. Una cruda mirada a ese horror cotidiano.
Su presentación no estuvo exenta de polémica y llamó la atención de críticos de todos los medios. También el de cierta prensa y políticos alemanes que, aún acomplejados por su Historia más reciente, dejaron caer la larga sombra del antisemitismo sobre ella.
Y es que, la losa del nazismo pesa tanto en algunos que llegaron a señalar de antisemita a Yuval Abraham, descendiente de supervivientes del Holocausto. Irónicamente, fue en Alemania donde «No Other Land» triunfó más. Protagonista absoluta en el Festival Internacional de Berlín, se alzó con el Oso de Oro al mejor documental.
Nominada en la 97.ª edición de los Premios Oscar, jamás un documental palestino había alcanzado tal repercusión. Ahora y desde el pasado diciembre, Filmin y Movistar+ la ofrecen dentro de su catálogo.
Hasta el interior de Cisjordania
Detrás de las máquinas excavadoras y camuflados tras el polvo que levantan, ejército y colonos armados golpean y disparan a matar. Muchos son solo adolescentes, jóvenes uniformados que convencidos de su superioridad moral, ponen en práctica y con orgullo las políticas genocidas contra la población. A lo lejos la vieja señora, cansada y sin fuerzas, se arrastra vestida de negro.
Expulsarlos de sus casas y apropiarse de sus tierras no es suficiente. Deben asegurarse que no volverán. Y ese acoso inhumano con el que golpean sin cesar a las familias, lo sentirás en tu pecho, entrando desde el inicio y quedándose hasta el final. 95 min de absoluta impotencia.
¿Y como puede una sociedad como la de Israel permitir un genocidio así?
Esa es la pregunta y no existe respuesta sencilla. En “Israelism” (2023) nos hablan del poder de la enseñanza como máquina de prejuicios, educando desde niños con el miedo a lo desconocido. Pero hay muchos factores.
Al igual que sucedió en Norteamérica o en la Alemania nazi del Tercer Reich, es más fácil permitir y justificar atrocidades, si despojamos a nuestros enemigos de sus características humanas.
La madre
En el interior de la cueva en la que vive, con la mirada perdida, pide auxilio a los periodistas que han ido a verla. De su casa solo pudo recuperar algunos retazos, recuerdos de una vida junto a sus hijos.

Los periodistas preguntan por ellos, en concreto por uno, por el hijo mayor. El que no quería dejar a su familia sin electricidad. El que creía que por ser suyo no se lo podían robar. El que no soltó el generador cuando tiraba de el un soldado.
Y Basel lo grabó.
El disparo del fusil de asalto, a centímetros de distancia, le atravesó el cuello y lo dejó tetrapléjico. Meses después su madre lo cuida, lo limpia y alimenta sobre el suelo húmedo de la cueva.
Mientras, la lente de su pequeña cámara lo captura. Basel transmite fotograma a fotograma, el significado de vivir en Masafer Yatta.
La Historia nos debería juzgar
Y si fuese justa nos condenaría.
Pero mientras tanto, sigue oliendo a carne quemada y los niños buscan sus piernas. Mientras tanto, otra familia desaparece bajo las piedras.
«No Other Land» es presente pero también pasado e inevitablemente futuro.
El exterminio sistemático de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión o nacionalidad, es la definición exacta de genocidio según la RAE y con todo esto, algunos siguen sin verlo. Sin embargo, esa historia que nos debería juzgar, se repite.
Como escribe el poeta palestino Husam Maarouf, «¡Que horroroso tener que convencer al mundo de que te estás muriendo!».
«No Other Land» no puede olvidarse
Y ese es su mayor reto. Ponerle cara al dolor y nombre a las cifras.
En Cisjordania, solo en el último año 693 palestinos han sido asesinados, incluidos al menos 150 niños y niñas. Desde octubre se han registrado 1390 ataques de colonos israelís contra la población de palestina.
Comité nacional UNRWA
Y que no se olvide. Como aquel padre intentando proteger a su hijo (Muhammad Durrah de 12 años) y acaba viendo como una bala le arranca la vida. Que no se olvide. Como los cuerpos polvorientos de bebés enterrados bajo escombros. Que no se olvide. Como si fuesen nuestros hijos, nuestros padres. Y que no se olvide.