Eso que en nosotros es capaz de soñar

Eso que en nosotros es capaz de soñar

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Desde que Dios sopló el aliento de vida en las figuritas de arcilla que había hecho con sus manos, los seres humanos soñamos. Desde tiempos inmemoriales, nos sentamos alrededor de un fuego a contar historias. Sueños y relatos están hechos de una misma materia, ligada al ímpetu de la vida.

Con su traqueteo, su movimiento, sus vías y durmientes, nos llevan a algún lado, nos sacan de la estación, como los trenes.

Alguna vez durmió y en sus sueños estaba el ímpetu del tren.

Borges, El Sur

En Inteligencia del sueño, la filósofa y psicoanalista francesa Anne Dufourmantelle (1964-2017) usa esta imagen: “el sueño despliega el paisaje”. Imagino una madre que extiende, amplio y luminoso, el mantel del picnic sobre el pasto fresco de la tarde. Tal vez la literatura –como la música, la pintura, el cine-, sea el intento de capturar ese instante para volverlo eterno.

Las mutuas salpicaduras entre sueño y escritura han sido abordadas desde muchas y variadas aristas. ¿Soñamos esto que escribimos? Un sueño soñaba anoche, soñito del alma mía…, fue uno de los poemas que aprendí en la escuela secundaria. ¿Escribimos más bien los sueños de un demiurgo? Esta nieve que adoro sueña y soy uno de esos sueños, es uno de los versos de Una y mil veces, de André Breton. ¿Escribimos porque soñamos? ¿Soñamos para escribir?

Los seres humanos soñamos

El movimiento surrealista parte de estas preguntas, no para responderlas, sino para desarmarlas. En el Manifiesto de 1924, André Breton (1896-1966) dice que: “Se dice que todos los días, en el momento de disponerse a dormir, Saint-Pol Roux hacía colocar en la puerta de su mansión de Camaret un cartel en el que se leía: EL POETA TRABAJA.”

El Sueño o La Cama, de Frida Kahlo

En el poema Un vaso con margaritas, la ensayista y narradora rumana Ana Blandiana (1942) conjuga también escritura y sueño, trabajo e inspiración.

Un vaso con margaritas silvestres
sobre la mesa blanca
en la que escribo
más libre de lo que soy;
alrededor,
un seductor olor a heno
que conduce al sueño
del que quizás gotee
una palabra

(fragmento)

En Las ruinas circulares, de Borges (1899-1986), el sueño es el vector que organiza y desorganiza los sentidos. El cuento comienza: “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur…” ¿Quién sueña a quién?, nos preguntamos hacia el final, impregnados de la atmósfera onírica del relato.

Pregunta que también nos hacemos en La noche boca arriba, de Cortázar. Antes del final, leemos como una epifanía -una que sin embargo presentíamos-: «…alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños…» ¿Era un sueño entonces? Pero, ¿un sueño de quién? No importa. Absurdo como todos los sueños, le hace decir Cortázar a la voz narradora.

Y cómo no, La última curda llega sola. La vida es una herida absurda, cantan Aníbal Troilo y Edmundo Rivero. La palabra trauma, viene del griego y significa herida. En alemán, se escribe Trauma. Tan parecido a Traum, sueño, ensoñación, la materia que tanto desveló a Freud.

Aunque los estudios lingüísticos insistan en que son dos palabras independientes, con raíces diferentes, cualquier hablante de español no puede evitar la ligazón entre Trauma y Traum, entre herida y sueño.

El sueño, de Salvador Dalí

En El Sur, otro cuento de Borges -hoy pecaré de argentinidad- en el que el sueño y eso que llamamos realidad cambian de estatus varias veces, leemos, atónitos: “Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.” El narrador no duda en poner en pie de igualdad sueño y elección, que en Borges se parece tanto a destino. Claro, ya había leído a Macedonio Fernández (1874-1952): “Vigilia, no lo eres todo. Hay lo más despierto que tú: la mística. Y ensueños entre párpados recogidos.”

No hay sueño sin pasaje al relato, dice Dufourmantelle

Ya en el siglo XVII, Calderón de la Barca pone en la boca de Segismundo: “…fue mi maestro un sueño que me dice y desengaña.” El sueño como revelación, en su doble vertiente de movimiento interior y de anunciación que libera, insufla a la literatura. Identidad y extrañeza en una sola piel: el relato.

Los sueños son, al decir de Dufourmantelle, eso que Freud “…ha alojado como una pequeña granada en el corazón del dispositivo de la razón”. La granada no fue arrojada, porque de haber sido ser así, hubiera explotado; la granada fue alojada, y ahí sigue, para que la contemos.

El suelo en el cine

Es lo que hace el cineasta japonés Akira Kurosawa (1910-1988) en su film Los sueños, donde ocho relatos -¿ocho sueños?- muestran el devenir de un niño en hombre, la imbricación de sueño y realidad bajo una atmósfera onírica en la que conviven naturaleza, tradiciones japonesas y una mirada extrañada y a la vez compasiva del concierto.

Otra película, muy diferente a la anterior, hecha también de fragmentos de sueños es Mulholland Drive, de David Lynch (1946). La vi en 2002 en el antiguo cine Savoy de Belgrano. Nunca un director estuvo tan cerca de captar la mecánica de los sueños.

Fragmento de Las distracciones de Dagoberto, de Leonora Carrington

En Al oído del tiempo, el poeta chileno Vicente Huidobro (1893-1948), fundador del creacionismo, pone a los sueños al lado del oficio de escribir.

Tengo grandes sueños que acumulan tesoros en las raíces
de los árboles
tengo ese oficio que hace morir al mar

fragmento

En El sur, Borges habla de las decisiones de Juan Dhalmann, en la discordia de sus dos linajes. Se refería a la sangre germánica y a la estirpe gaucha de Juan. Pienso ahora en los linajes del sueño: la literatura y el psicoanálisis. Y que en la discordia está el brillo.

Y pienso también en lo que dice Anne Dufourmantelle: “Nuestra responsabilidad consiste en tomar con cuidado eso que en nosotros es capaz de soñar.” Que como hemos visto, es también eso que en nosotros es capaz de crear.

Pienso que es tan cierto, pienso que más aún en la era de la inteligencia artificial.

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