La pelea entre Clara Campoamor y Victoria Kent por el voto femenino dividió a la República

La pelea entre Clara Campoamor y Victoria Kent por el voto femenino dividió a la República

En 1931, dos mujeres feministas se enfrentaron por el voto femenino. Clara Campoamor y Victoria Kent se pelearon en las Cortes, mientras los hombres miraban y se posicionaban.

El 30 de abril de 1972, moría en Suiza, en el exilio, Clara Campoamor. Sola, enferma y olvidada por muchos de sus contemporáneos, su vida representa una de las paradojas más crueles de la historia española.

Clara Campoamor ganó una de las conquistas sociales más importantes del siglo XX, el voto femenino, pero fue condenada al ostracismo precisamente por ello.

El debate que dividió al feminismo

Para entender la situación nos tenemos que remontar hasta otoño de 1931. Las huelgas era frecuentes. Igual que las protestas violentas. La España tras Alfonso XIII era un polvorín, y los republicanos discutían sobre cómo implantar la Democracia.

Uno de los temas principales de debate era si las mujeres debían tener derecho a votar. Y en el centro de ese debate destacaban dos mujeres (las únicas dos diputadas presentes en aquel Parlamento).

Ambas eran feministas. Ambas querían una España más libre. Pero Clara Campoamor y Victoria Kent se enfrentaban en el Congreso de los Diputados desde trincheras ideológicas distintas. Encarnaban visiones opuestas sobre cómo alcanzar el Sufragio Universal.

Clara Campoamor defendía el voto libre

Clara Campoamor, diputada por el Partido Radical, había llegado a las Cortes como abogada en una época en la que el mundo jurídico era un coto masculino.

Era abogada, liberal, defensora de los derechos civiles y una pionera en todos los sentidos. En 1925 empezó con su acercamiento al mundo político al escribir el prólogo del libro Feminismo socialista de María Cambrils.

Fue la segunda mujer en colegiarse en el Colegio de Abogados de Madrid, justo un mes después que Victoria Kent (de la que hablaremos más adelante). Estuvo varios años dando conferencias y alentando a las mujeres a luchar por sus derechos, los mismos que tenían los hombres.

Y tras el fracaso de Ramón Berenguer y de Primo de Rivera, Clara Campoamor decidió presentarse a las elecciones como diputada por Madrid junto con el Partido Radical de Lerroux.

Basó sus discursos en una búsqueda del sufragio femenino apoyado desde una convicción moral irrenunciable:

“La mujer debe votar porque lo exige la justicia. […] No cometáis la injusticia de dejar a la mujer al margen del derecho”

Para Clara Campoamor no existía diferencia de géneros en lo moral, y veía a la mujer un como sujeto político tan válido como los hombres. Rechazaba la idea de que la ignorancia política fuera patrimonio exclusivo de un sexo.

“¿No votan también muchos hombres influidos por el cura, el patrón o el cacique?”, preguntaba retóricamente.

Para Clara, no había estrategia ni táctica que justificara demorar la igualdad ante la ley. El sufragio no era una concesión que debía ganarse, sino un derecho que debía reconocerse de inmediato. Renunciar a ello, sostenía, equivalía a perpetuar la discriminación que estaban sufriendo las mujeres de su tiempo.

Victoria Kent, la feminista con miedo a las mujeres

Victoria Kent por su parte fue una abogada malagueña que se enfrentó abiertamente a las ideas de Clara Campoamor. Diputada por el Partido Republicano Radical Socialista, venía de una izquierda moderada.

Era socialista, republicana y feminista como Clara Campoamor, pero ambas tenían una visión distinta. Aunque defensora del voto femenino, Kent pensaba que un sufragio universal inmediato le iba a dar alas a los partidos moderados y frenar los avances sociales que buscaban los progresistas.

Victoria Kent no negaba que la mujer debía votar, sino que creía que no era el momento.

Kent decía que la mayoría de las mujeres españolas estaban influenciadas por la Iglesia, y que al no tener acceso masivo a la educación y alejadas de la vida pública, votarían mayoritariamente a opciones conservadoras.

“Si las mujeres españolas votaran hoy, lo harían llevadas por el confesionario, no por una conciencia libre”

Proponía una solución gradualista: permitir primero el voto femenino en elecciones locales, y mientras tanto fomentar la cultura política y la educación entre las mujeres. Solo cuando estas pudieran ejercer su derecho con autonomía, se extendería el voto al ámbito nacional.

Las feministas estaban divididas

La escena fue histórica. Dos mujeres debatían sobre cómo y cuando debían votar esas mujeres, en un momento en que gran parte de la sociedad ni siquiera aceptaba que las mujeres pudieran participar en política.

Campoamor, liberal, pedía el voto ya. Kent, socialista, pedía retrasarlo.

Pero donde ellas veían un juego ideológico los partidos vieron la oportunidad de aprovecharse. La mayoría de los hombres (de todas las ideologías) usaron a Kent como coartada para oponerse al sufragio femenino sin parecer machistas.

Los partidos políticos se dividieron internamente. El PSOE, por ejemplo, no tomó postura oficial. Muchos socialistas se opusieron al sufragio, pero para evitar ser señalados, no fueron al Congreso de los Diputados ese día, ausentándose de la votación.

El propio Manuel Azaña, presidente del Gobierno provisional, estaba en contra. El miedo a que el voto femenino diera el poder a las derechas superaba, para muchos, su compromiso con la igualdad.

La victoria de Campoamor… y sus consecuencias

Contra todo pronóstico, el voto femenino fue aprobado el 1 de octubre de 1931. Clara Campoamor había logrado lo imposible: 161 votos a favor, 121 en contra. Fue una victoria rotunda, pero agridulce.

El sufragio femenino no se estrenó hasta las elecciones generales de 1933… y entonces se cumplió la profecía de Kent: la CEDA, el gran partido de derechas, ganó.

Ante esta victoria de las derechas de la CEDA los políticos de izquierdas empezaron a señalar a Clara Campoamor como la responsable de su derrota. Le reprocharon haber “regalado” el poder a los conservadores. Fue apartada de su partido. Nadie la defendió. La izquierda —comunistas, anarquistas, socialistas, incluso sectores del liberalismo— le dio la espalda.

A partir de ese momento, su carrera política se desintegró, y su nombre quedó marginado por las mismas fuerzas a las que había servido con lealtad.

El exilio de Clara Campoamor

Cuando estalló la Guerra Civil, Campoamor tuvo que huir. Contrario a lo que el relato oficial simplificado suele contar, su exilio no fue causado por el franquismo (al menos no al principio) sino por el Frente Popular, cuyos sectores más radicales la señalaban como responsable de la victoria derechista.

Amenazada de muerte, escapó a Suiza tras un periplo dramático que incluyó una salida clandestina desde Alicante hacia Génova.

Durante el franquismo, fue condenada en rebeldía a 12 años de prisión por “pertenencia a la masonería”.

Vivió más de una década en Argentina, donde vivió de la traducción y la escritura. Finalmente se estableció en Lausana (Suiza), donde trabajó en un bufete de abogados hasta que la ceguera se lo impidió.

Murió en 1972, víctima de un cáncer, sin haber podido volver a su país.