El 15 de mayo del año 1689 nació en Covent Garden Mary Pierrepoint. Lo más probable es que este nombre no te suene de nada, pero después de que leas esto te aseguro que esta mujer te va a fascinar igual que a mí.
Su vida fue fuera de lo común y la construyó a base de tesón y determinación saltándose los obstáculos que la sociedad del siglo XVIII le ponía delante y luchando por vivir su vida libremente.
Los logros de Lady Montagu
Mary era la hija mayor del conde de Kingston y, aunque pudiera suponerse que su alta posición le garantizaba una vida apacible, tenía un carácter rebelde y su deseo de independencia la hizo romper continuamente las normas establecidas.
Su forma de ser y su manera de vivir fueron consideradas escandalosas para los estrictos cánones de la época. No lo tuvo nada fácil, pero consiguió cosas increíbles como que Occidente cambiase su idea sobre Oriente gracias a lo que ella fue contando en sus cartas desde Estambul.
Sus logros también alcanzaron a la ciencia ya que fue la precursora de la vacunación contra la viruela décadas antes de que Jenner inventara la vacuna definitiva. Lady Montagu llevó a cabo experimentos clínicos y convenciendo a los poderes británicos de las bondades de la inoculación para prevenir la enfermedad. Esta es la historia de su apasionante vida.
Una niña rebelde
Su madre murió al dar a luz cuando solo tenía 4 años y su padre mandó a ella y a sus hermanos a vivir con su abuela al campo. Allí, contrataron a una institutriz francesa para convertirla en toda una dama, pero Mary tenía otras inquietudes lejos de la costura y los buenos modales.
Cuando su abuela murió, se mudaron con su padre y, a pesar de que su educación seguía en manos de institutrices y enfocada a lograr un buen matrimonio, en su nuevo hogar encontró una rica biblioteca en la que pudo estudiar a los clásicos de manera autodidacta. A los 14 años empezó a escribir poemas, ensayos y algunas sátiras.
Consciente de que la educación que se daba a las mujeres era de inferior calidad que la de los hombres, no se conformaba con que esto fuera así por lo que tuvo la osadía de quejarse sobre ello nada menos que al obispo de Salisbury al que escribió una carta al respecto.
Combatiendo la aburrida vida de casada
Cuando Mary entró en sociedad enseguida estuvo cortejada por numerosos galanes que admiraban, además de su belleza, la posición de su familia. Ella, siempre a contracorriente, no se sintió atraída por ninguno de ellos y se enamoró del hermano mayor de una de sus amigas, Edward Wortley Montagu.
Se servía de la hermana para escribirse cartas con él (cartas que pronto fueron descubiertas por su padre).
El conde de Kingston no aceptaba esta relación de su hija porque los Montagu no eran una familia de fortuna y porque Edward tenía 11 años más que su hija, así que trasladó a Mary de nuevo a la casa de campo de su abuela esperando distanciar a la pareja. No lo logró. En agosto de 1712 Mary saltó por la terraza de la mansión para fugarse y casarse con Sir Wortley en Londres. El conde de Kingston la desheredo inmediatamente y repudió a su hija para siempre.
A pesar de la pasión con la que vivió su huída, el matrimonio no fue lo que Mary esperaba. Su marido tenía mucha ambición política, pero se ocupaba poco de las inquietudes de su esposa que moría de aburrimiento.
El viaje de Edward Wortley y Mary Montagu a Estambul
Todo cambió cuando Edward Wortley fue nombrado embajador en Estambul y la pareja, junto con su pequeño hijo, partieron hacia Turquía en un viaje que duró casi un año.
Al llegar a Estambul, a pesar de que su posición la abocaba a quedarse encerrada en su palacio, no lo hizo. Mary descubrió pronto que la costumbre de las mujeres orientales de llevar velo cubriéndose la cara le podía servir para escapar de la embajada y poder recorrer la ciudad de forma anónima y saciar su curiosidad.
Mezclada como una otomana más, fue la primera mujer occidental que visitó el harén del sultán Ahmed III en el palacio Topkapi. Todo lo que allí vio lo fue contando con todo lujo de detalles en las cartas que mandaba a su hermano en Inglaterra.

Entre otras cosas, Mary describía a la sociedad otomana como rica, sofisticada y avanzada y a sus mujeres con más libertad y poder que el que tenían las inglesas en su época. Estas cartas se publicaron en 1763, tras su muerte, y tuvieron mucho éxito por la forma en la que relataba las costumbres turcas.
Sus relatos contribuyeron a que desde Europa cambiase algo el punto de vista que tenían sobre Oriente y que se dejara de considerar a la cultura otomana inferior a la europea y menos sofisticada.
Lady Montagu está considerada hoy en día como una viajera pionera y una defensora de los derechos femeninos, pero su vida y sus cartas fueron consideradas demasiado atrevidas y hasta escandalosas en su momento. Y la extravagancia de su vida no era bien aceptada por toda la alta sociedad británica, aunque contaba con amigas muy poderosas.
La cura contra la viruela
Antes de viajar a Turquía, Lady Montagu había sufrido la viruela que le había dejado cicatrices por toda la cara y, tiempo antes, uno de sus hermanos había muerto por esta enfermedad.
Durante su estancia en Estambul descubrió que allí era costumbre la variolización, que consistía en inocular con una aguja infectada con el pus de enfermos de la viruela en pequeñas heridas a personas sanas, de tal manera que quedaban protegidos contra las formas más severas de la enfermedad. Este método lo solían emplear en chicas jóvenes para evitarles tanto la muerte como, si sobrevivían, las cicatrices que podrían desfigurarlas e impedir una buena boda.
Mary describía a las mujeres otomanas con más libertad y poder que el que tenían las inglesas en su época.
Convencida de la eficacia que tenía esta práctica hizo que también variolizaran a su hijo Edward para evitar que sufriera la enfermedad.
Su segunda hija, Mary, nació el mismo año en que llamaron de nuevo a Sir Edward Wortley a Londres y por eso no pudo ser inoculada en Estambul. Lady Montagu estaba tan segura de la efectividad de esta práctica que se prometió a sí misma convencer a los médicos británicos para que se impusiera esta profilaxis en Inglaterra.
Experimentos para convencer a los científicos
En 1721 Inglaterra vivió una epidemia de viruela especialmente fuerte y Mary quiso proteger a su hija inoculándole el virus como había aprendido en Turquía, pero su médico se opuso a hacerlo si no era en presencia de sus colegas del Royal College of Physicians.
Al final lo consiguió y, una vez vacunada la niña, Lady Montagu emprendió una lucha para que se reconociera la eficacia del método, pero encontró a la comunidad médica reacia y a la iglesia de Inglaterra también, ya que lo consideraba una práctica herética.
Usó su influencia para convencer a su amiga Carolina, princesa de Gales y futura reina, de que el método funcionaba y así consiguieron hacer presión sobre la Royal Society para que le permitiera hacer un experimento clínico. Pidió que se inoculará a seis condenados a muerte y que después se les expusiera a la enfermedad: si no se contagiaban quedarían libres y la eficacia del método estaría probada.
Este ensayo clínico y uno posterior con niños fueron rotundos éxitos por lo que en unos pocos años la técnica se extendió por Inglaterra. Lady Mary Wortley Montagu había logrado salvar muchas vidas gracias a su tesón en difundir la variolización.
La soledad de Lady Montagu en su madurez
Desde poco después de su vuelta de Estambul, Mary ya no convivía con su esposo. Él se dedicaba a la política y ella tenía fama como escritora. Pasados los años, cuando sus hijos se hicieron mayores su relación con ellos también se complicó.
Dicen que las últimas palabras de Lady Montagu fueron «ha sido todo muy interesante». No tengo la menor duda.
Con su hijo Edward no se llevaba bien y a la pequeña Mary la habían casado con Lord Bute, que llegaría a ser primer ministro, y vivía en Escocia atareada con su nueva vida y lejos de su madre. Lady Montagu buscaba el consuelo a su soledad en la escritura y en amantes más jóvenes que ella. Siguiendo al último de sus amantes, un joven poeta italiano, se marchó a Venecia y, aunque la aventura no salió como Lady Mary esperaba, se estableció allí y se prodigó en los círculos literarios venecianos.
Cuando se aburrió de Italia, volvió a buscar la aventura viajando por varias ciudades europeas hasta que a principios de 1762 regresó a Londres para estar con su hija. Unos meses más tarde moriría por un cáncer de mama.
Influencia tras su muerte
La muerte de Lady Mary Wortley Montagu no impidió que su influencia como pionera se extinguiese. De hecho, es hoy en día mucho más famosa de lo que lo fue en vida.
Toda su existencia luchó por ser una mujer libre y por seguir sus convicciones. Salvó muchas vidas por su cabezonería y contribuyó a uno de los mayores avances de la humanidad. Su fama de escritora en vida se agrandaría tras su muerte con la publicación de sus cartas de viajes.
Venció al olvido de la muerte convirtiéndose en un personaje inmortal. Dicen que sus últimas palabras fueron “ha sido todo muy interesante”. No tengo la menor duda de que lo fue.