Un lugar en el mundo

Un lugar en el mundo

En Días de Santiago el espacio de la sociedad es suplantado por el mercado, siempre disponible con alternativas diversas. Una carrera corta que promete salida laboral inmediata, aunque lo que estudia no tiene nada que ver con lo que Santiago sueña: yo quiero hacer algo útil, como construir algo. Yo sé hacer de todo.

El 28 de julio se celebran 204 años de la independencia del Perú. Dos siglos: ni tanto ni tan poco. Nada mejor que el cine de un país para conocer sus sueños y sus dolores, sus traumas y amores. Por eso voy a dejar aquí referencias a tres películas peruanas de la primera década del siglo XX, una de ellas se hizo con el Oso de oro de Berlin 2009 y fue candidata al Oscar como Mejor película extranjera en 2010.

En otras oportunidades hablé de La piel más temida y La última tarde, de Joel Calero. Hoy me voy a centrar en Días de Santiago (2004) de Josué Méndez, Madeinusa (2005) y La teta asustada (2009), ambas de Claudia Llosa. Los jóvenes protagonistas de estas películas, Santiago, Madeinusa y Fausta, se enfrentan a ellos mismos y a lo que la sociedad espera de ellos; buscan y se buscan.

Cada uno habita mundos definidos cuyas fronteras distinguen el “nosotros” de “los otros”, el yo posible del yo deseado. Las fronteras sin embargo, pueden ser atravesadas con algo de osadía.

Son películas generacionalesque retratan diversas formas de rebeldía. Puestas en línea histórica según la trama, son elocuentes respecto de la paulatina apertura de la sociedad peruana. Pero también de los límites de esa porosidad.

Días de Santiago

Esto es esto. La mesa es la mesa, no es otra cosa. El piso es el piso. Aquí se come, aquí se camina. Todo tiene su orden. Todo tiene su razón de ser. Sin orden nada existe. Es el mantra que repite Santiago una y otra vez. Él ve con angustia que los significados que atribuye a sus prácticas y experiencias, no son los que circulan en los diferentes ámbitos en los que se mueve.

Necesita recomponer el orden para que sus acciones y su vida tengan sentido. Yo me acuerdo de todo. Todos los días. Y no me deja dormir, dicecon desesperación.

Vive con frenesí. Es un joven ex soldado del Ejército peruano que luchó en el en el conflicto con Ecuador en 1995. El conflicto ha terminado y Santiago no encuentra qué hacer, cómo generar ingresos ni con quiénes compartir sus recuerdos, sus heridas. La sociedad en la que vive no le tiene reservado ningún lugar.

Vuelve a su familia y se aleja de ella de manera recurrente.Todos llevan las marcas de la violencia y del machismo. Es la matriz desde la que Santiago entabla sus relaciones y la que al mismo tiempo rechaza. Será de esa misma familia de donde salga la voz que intentará empujarlo a una vida mejor.

Ante la ausencia de otros vínculos, el mercado está ahí para ofrecer sus opciones. Sus símbolos son el instituto, la discoteca y la casa de electrodomésticos que le niega a Santiago un plan en cuotas para comprar una refrigeradora.

En Días de Santiago el espacio de la sociedad es suplantado por el mercado, siempre disponible con alternativas diversas. Una carrera corta que promete salida laboral inmediata, aunque lo que estudia no tiene nada que ver con lo que Santiago sueña: yo quiero hacer algo útil, como construir algo. Yo sé hacer de todo.

Una discoteca para divertirse y olvidar. Con el cuerpo tenso, en alerta, Santiago intenta mimetizarse con lo que ve. Baila o pretende bailar. Se acerca (o imagina que se acerca) a una mujer.

Una tienda que no le otorga siquiera el estatus de cliente. Un taxi informal. En ninguno de estos territorios logra Santiago sentirse cómodo. Su sueño de  hacer algo útil no tiene sentido en la sociedad del consumo y la evasión.

El grupo de ex combatientes compañeros de Santiago en los tiempos de la guerra, parece ser el territorio más afín a él. Cada tanto se encuentran y tratan de ver qué pueden hacer, dónde insertarse. Aquí nunca se van a acordar de nosotros, ni de lo que hemos hecho, sentencia Santiago.Uno de ellos se suicida. Los demás proponen asaltar un banco, oferta declinada por Santiago, que no se siente un delincuente. Tampoco hay entonces lugar para Santiago entre ellos. Es expulsado de su propio territorio.

Así, el taxi que maneja para lograr un sustento es el vehículo que le permite desplazarse y conocer gente y espacios nuevos, seguir intentando.

Días de Santiago es el itinerario de un hombre solo.

Madeinusa

En Madeiunsa, la Comunidad Manayaycuna se prepara para celebrar el Tiempo Santo: tiempo en el que la muerte le impide a Cristo ver; por lo que tener relaciones sexuales “no es pecado”. Madeinusa será elegida como la virgen más bella.

Por error, desembarca en Manayaycuna Salvador, el gringo -que no es gringo sino limeño, pero igual de extranjero-. Recién llegado le advierten que no podrá irse hasta que finalice el Tiempo Santo y por las dudas, lo encierran. No entiende por qué. No era su intención estar allí.

El tiempo es un elemento clave en Madeinusa. La película se desarrolla en ese tiempo ciego en el que nadie debe dar explicaciones a nadie por las acciones realizadas. Es el tiempo subjetivo de la comunidad, independiente del tiempo histórico en el que transcurre. Es un tiempo repetitivo, cada año vuelve con su promesa de liberación y finaliza con su promesa de recomposición del orden, una vez que el desmadre ha finalizado.

Madeinusa es una adolescente de pasos cortos y caminar rápido. Si ya había algo de incomodidad con el honor que la comunidad le otorga, la llegada de Salvador termina de ponerla en cuestión.

En Manayaycuna no hay vías de comunicación con el afuera. Se trata de una comunidad endogámica, donde cada persona sabe qué rol ocupa y cuáles son las reglas que signan las interacciones.

Tanto Madeinusa como su hermanasueñan con la capital. La Lima que aparece en la película es una Lima frívola y consumista, sí, pero que salva. Salva del encierro, de la endogamia, de la sensación de destino inmodificable. Hay además en Lima una madre que, ausente de la vida cotidiana de las niñas (y del padre), promete estar en Lima, acogerlas, recibirlas, cuidarlas. Lima es la madre ausente.

La actriz Magaly Solier en Madeiunsa

El nexo entre el adentro y el afuera es un camión, en el que llega el forastero, y en elque,  al final de la película, veremos irse a Madeinusa. Es una puerta móvil, pero pareciera no funcionar como puente de ida y vuelta, sino en un solo sentido: el forastero que llega no puede salir; la madre que se ha ido no ha vuelto; Madeinusa se va luego de haber quemado las naves.

La teta asustada

Al inicio de La teta asustada, somos espectadores de una pantalla en negro durante 1.21 minutos, mientras oímos una voz de mujer que hace un relato-canto en quechua. Comeré si me cantas/ y riegas esta memoria que se seca./ No veo mis recuerdos, es como si ya no viviera…, le dice la madre a su hija, antes de morir en sus brazos. Todo un legado cuyas consecuencias podemos rastrear a lo largo del film. Fausta canta en quechua cuando tiene miedo, cuando quiere cuidarse, sentirse en casa.

Así nos enteramos de que Fausta es una joven quechuahablante que vive en Lima. Como muchas otras mujeres, su madre ha sido violada mientras la gestaba, en la época del terrorismo. Por eso, Fausta padece el mal de “la teta asustada”: a través de la leche su madre le ha transmitido sus miedos y angustias, el trauma del abuso. Fausta también se busca buscando dónde y cómo enterrar a su madre; dónde, cómo y con quiénes dar sentido a eso innombrable que la habita. Su silencio es, por momentos, abrumador. En su lento andar, casi desposeída de sí misma, Fausta amplía los límites de su mundo e ingresa a trabajar a una casa como empleada doméstica.

Vive en Lima con sus tíos y primos. Todos instalados en lo que conocemos como pueblo joven: urbanizaciones precarias surgidas al ritmo de la migración interna. Allí, en un cerro árido, poblado de escaleras, viven y trabajan, juntos también, como empresa familiar.

Cerca está el mercado, el espacio que conecta (o divide) dos territorios. Fausta tiene que recorrerlo, y luego atravesar un macizo portón para entrar en la casa de la patrona. Afuera lo árido, el ruido, el movimiento, un canto quechua que sobrevuela las escenas. Adentro lo verde, la música, lo mínimo. Y el quechua como puente también hablado allí dentro en la voz de Noé, el jardinero. No hay azar en la intersección de lengua materna y posición social. Ambos son empleados en la casa.

También aquí aparece Lima como territorio. Esta vez, ya no es el paraíso imaginado de Madeinusa, sino la amenaza sentida y vivida. Como veremos, Lima encarna el castigo que Aída infringe a Fausta por haberse salido de su lugar.

En términos de línea temporal, Madeinusa retrata algunas dinámicas de una comunidad andina aparentemente previas al conflicto armado. Es una comunidad cerrada, endogámica, regida por un orden inapelable en el que no hay cabida para la comunicación horizontal con la autoridad, y tampoco con el exterior, representando en el gringo limeño. Éste, a su vez, no tiene ni el interés ni los recursos para ello. Llega, impone por la violencia su voluntad, pide retóricas disculpas, y pretende irse. Dos mundos en un mismo país, en el que luego, no mucho más tarde podemos imaginar, sucumbirán al terror.

Días de Santiago y La teta asustada se sitúan en cambio en momentos posteriores al conflicto, en ellasvemos las heridas personales y sociales de ese terror colectivo. Ambas películas transcurren en Lima, que ha recibido con más o menos resistencias a las familias desplazadas por el conflicto armado. Tanto Santiago como Fausta van y vienen por diferentes territorios. Ha habido un cambio, las fronteras se han vuelto más porosas, es evidente; sin embargo, ese cambio tiene unos límites que se imponen para decirle a cada uno cuál es su lugar, empezando por domesticar sus expectativas. Como si aún hubiera resistencias para la movilidad social.

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