Juan José Campanella es un gran guionista (busca buenos colaboradores) y un gran director. El hijo de la novia es una gran comedia dramática que aborda muchos temas, cotidianos y ritos obligados, mediante unos diálogos inteligentes y llenos de humor… y de humanidad.
Mi vieja está internada en un hogar hace unos años, tiene alzhéimer al igual que Norma en el filme, y lo que más agradezco, mantiene esa bondad con las otras personas, saluda de beso a todos, como mi bisabuela que era una exagerada de los besos.

La vamos a buscar para almorzar todos los martes y los viernes, caminamos un poco mientras mi padre compra el almacén. Me acompaña al supermercado y nos sentamos afuera a comer unas Tritón con una limón soda.
Naturalmente, yo compro un par de cervezas que a ella no le gusta que beba, pero no se da cuenta. Supongo que las confunde con latas de Coca-Cola, pero lo importante es que conversamos, cosas breves, leemos los letreros de la publicidad y le doy un beso.
Un reflejo de lo cotidiano
Yo creo que mi madre era feliz de que trabajara en un banco o en la universidad, pero no sé, ella nunca fue muy cariñosa e incursioné en las drogas y me puse a escribir. Al principio empezaba novelas entre mis crisis mentales, pero ahora la crisis es más permanente, lo mismo que la adicción, terminé escribiendo como poseído porque la vida se va de repente.
El hijo de la novia tiene eso cotidiano, una familia con problemas, Rafael es dueño de las deudas de un restorán, su padre se quiere casar por la iglesia para darle un gusto a Norma, aunque no se dé cuenta.

Rafael sufre un infarto y no quiere más problemas. Yo soy un cacho para mi padre, al revés del protagonista, nos llevamos muy mal, siempre ha sido así, pero vamos a buscar a mi madre al hogar y lo veo besar a mi madre en el ascensor como nunca antes.
El hogar es más modesto que la película de Campanella, pero las señoras que la atienden son cariñosas, venezolanas, las “Maduro” les digo y particularmente una chica obesa que tiene peor movilidad que mi madre.
La vida te da sorpresas
Me encantan los lanzamientos de libros porque puedo invitar a la familia, antes mi madre asistía feliz, no sé si estaba orgullosa, pero iba con mis sobrinos, mientras mi suegra se comía todas las galletas.
Pocas veces fui feliz en las pegas, debí haber estudiado otra cosa, pero lo de escritor se me da bien y ahora eché de menos a mi madre en el último lanzamiento. Para ella estar una hora y media sin cuidados es una joda, sobre todo en un lugar público.

Me gustaría haber comenzado a escribir mucho antes y que mi madre leyera más de mis libros. Pero la vida es extraña y, después de los almuerzos, con mi madre leemos libros que me gusta reseñar. Se los leo en voz alta, leemos treinta, a veces cuarenta páginas y con el tiempo le hemos dado el bajo a muchos libros.
Mi madre no entiende cosas complicadas, pero escucha atentamente mi voz, de pronto me detengo y me repite la última frase, su mente está ocupada y disfruta ese momento.
Un melodrama a la argentina
Uno puede ser un desastre, las cosas cotidianas funcionan al tres y al cuatro en la familia, muy distinto a los momentos de El hijo de la novia (ver tráiler), esos parecen más emotivos, son demasiadas emociones en dos horas, pero aquí estamos transitando esta vida y alegrándonos de vez en cuando.
Me da miedo perder el control, pero quizás nunca lo tuve. Cuando era responsable estudiaba cosas fomes, aunque la economía no era tan aburrida, ahora bebo mucho y a veces me drogo para seguir adelante.

El miedo es cosa seria, cuando uno está casado y vive con los hijos, hay momentos encantadores, pero lo más aterrador es que esos instantes den paso a la incomodidad.
La familia sale a comer y viajamos a algún lugar entretenido, pero la mente se va para otro lado, uno se dispersa y hay que palear mucho más carbón para no perder las ganas de vivir. Vienen los excesos, pero el miedo es así, mejor irse a la mierda que estar deprimido.
El punto de inflexión
Rafael después del infarto tiene un solo deseo: irse a la mierda. Morir al fin y al cabo es irse a la mierda, un poco exagerado, pero tenemos la mala costumbre de hacerlo.
El guion de El hijo de la novia está muy bien construido, aborda lo cotidiano con gracia donde la vida del protagonista al principio es un despelote, vertiginosa, para dar luego tiempo a la reflexión, la importancia de la familia, todo este barullo el director lo resuelve con mucho humor, la historia se vuelve etérea y se llena de humanidad.
Juan José Campanella tardará ocho años para escribir otro guion extraordinario para El secreto de sus ojos (2009). Antes hilvanó un melodrama encantador y ahora un thriller tras una gran historia de amor que soporta el paso del tiempo.
Ficha técnica
Título original: El hijo de la novia
Año: 2001
Duración: 124 minutos
Producción: Argentina
Dirección: Juan José Campanella
Guion: Fernando Castets, Juan José Campanella
Reparto: Ricardo Darín, Héctor Alterio, Norma Aleandro, Natalia Verbeke, Eduardo Blanco, Claudia Fontán
Música: Ángel Illarramendi
Fotografía: Daniel Shulman
Género: Comedia dramática / Vejez / Madurez
Calificación: 8,5/10
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