El sexo en tiempos del Románico es el libro más reciente de Isabel Mellén. Publicado el pasado año 2024, la autora explora cómo era en la práctica la vida cotidiana de las sociedades de los siglos XI-XIII en torno a un tema inherente al ser humano como es la sexualidad.
El libro aborda esta realidad de la vida medieval desde el rigor del análisis histórico de las imágenes en relación con los procesos sociales y el uso de la cultura visual en la época.
“Toda la Historia es Historia Contemporánea”
Esta frase atribuida a Benedetto Croce refleja una de las principales problemáticas a las que se ha enfrentado el estudio de la Edad Media y que las investigaciones más recientes tratan de revertir.
El Medievo se concibe como periodo oscuro, definido por el teocentrismo y un rígido sistema donde aristocracia, monarquía e iglesia pugnan por el poder y el control social.
Este libro se propone desvelar a través del análisis de las prácticas sociales de los siglos del Románico reflejadas en las imágenes que han llegado hasta nosotros.
Canecillos, capiteles y pilas tienen labradas en su superficie representaciones de órganos genitales, coitos, partos… que la historiografía precedente ha venido situando como fuentes de pecado que traían la perdición.
Esta mirada está impregnada por unos anteojos de prejuicios modernos definidos por el tabú en torno al sexo, que deben eliminarse del imaginario colectivo para comprender a la sociedad que originó estas representaciones.
Las iglesias románicas de las zonas rurales del norte de nuestro país, muchas de ellas patrocinadas por las élites laicas locales y donde las mujeres eran sus principales impulsoras, son buena prueba de ello.
Templos como San Pedro de Cervatos (Cantabria), San Juan de Frómista (Palencia) o Nuestra Señora de Estíbaliz (Álava) -solo por citar algunos de los ejemplos más conocidos- dejan muestras más que elocuentes de la realidad social que se materializa en la piedra.
Deseo, poder, vida, muerte y pecado
Cuando hablamos de sexo no solo nos referimos al acto físico per se, sino de que este va mucho más allá.
Al mismo tiempo, es el instrumento fundamental para la perpetuación de linajes, es decir, un elemento de poder, vida y también, muerte en el caso de partos con complicaciones para la madre y/o el feto.
En el mundo medieval, el matrimonio era un acuerdo entre familias cuyo fin era el de proporcionar descendencia legítima con la correcta mezcla de sangres y que se hacía efectivo tras el primer coito, que solía ser público, por otra parte.

La libertad sexual se permitía siempre y cuando no implicase, especialmente en el caso de las mujeres, la entrada de sangres no deseadas que perturbasen la estructura trazada en el seno familiar.
Si bien en el caso de los varones se permitía la existencia de hijos e hijas bastardos que también cumplían una función secundaria en el linaje, aunque no percibían las rentas de los hijos legítimos.
La mujer, el amor cortés y la cultura cluniacense
El cuerpo de la mujer ha sido siempre un territorio de conflicto sobre el que normativizar. Lejos de lo que pudiera pensarse, la cultura del amor cortés que impera en este periodo les permite cierta libertad sexual fuera del matrimonio y consentido por sus maridos.
Este hecho que estaba condicionado a que no derivase en embarazos no deseados, como venimos indicando. En otras palabras, era posible establecer estas relaciones paralelas siempre y cuando nos frustrasen los objetivos del linaje.
Si bien acabaron derivando hacia aspectos más platónicos, como ocurriría también con la sexualidad clerical andando el tiempo.
«Vulvas, partos, penes erectos y parejas en pleno coito pueblan las iglesias románicas de nuestra geografía repartidos por portadas, capiteles y canecillos.
Estas imágenes sexuales, algunas de ellas muy explícitas, han generado estupor, sorpresa e incluso rechazo en nuestra contemporaneidad, dando lugar a todo tipo de explicaciones sobre sus intenciones y significado.»
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Por el contrario, el progresivo intento de reformar el estamento eclesiástico desde época del Papa Gregorio Magno y el auge de la cultura vinculada al monasterio de Cluny, en Francia, dan lugar a una visión del sexo como algo libidinoso y a la mujer como su principal instigadora.
El propósito no era otro que el de evitar las relaciones carnales del clero. Una visión que ha permanecido hasta nuestros días.
El sexo en tiempos del Románico
Sin embargo, la autora nos ofrece una interpretación de estas imágenes como la materialización de una realidad social de su tiempo. Un mundo donde tanto hombres como mujeres tenían necesidades físicas y sociales que obedecían a su condición y que plasman en las obras que configuran su cultura visual.
Nada que no haya hecho el ser humano constantemente a lo largo del tiempo.
Sin duda, una lectura más que recomendada para todos aquellos interesados en conocer la sociedades del pasado y en comprobar cómo el ser humano y su actitud ante algo tan natural como es el sexo ha variado según la óptica desde la que se mire.