Tal como tenemos un fondo de armario para ropa básica, también podemos tener un fondo de nevera con preparaciones ya hechas, que nos soluciona muchísimas preparaciones en nuestra apretada agenda.
La vida diaria nos devora y nos escupe con igual voracidad que yo me como unos ganchitos: demasiado rápido.
Muchas veces, cansados y hechos despojos humanos, nos limitamos a ingerir cualquier cosa, la mayoría de las veces poco saludable. Otras nos limitamos a recalentar un plato que ayer era más delicioso o algún congelado random que tuvieramos allí y rescataramos cuando lo dábamos todo por perdido.
No juzgo, yo también lo hago, pero… hace un par de años descubrí una cosa que me ha solucionado esos momentos de la semana, del mes y de la vida, que hoy voy a mostrar: un fondo de nevera versátil, útil y con cero remordimientos.
Rebobinemos ante la palabra Bathcooking
Seguramente habrán oido o leído esta palabra de origen inglés, que se ha comido el significado en español de hacer las comidas de la semana.
Porque de eso es de lo que trata el bathcooking, de preparar la base de muchas comidas de la semana, a fin de que, cuando llegues a casa, tengas la oportunidad de darte cuenta de que sigues siendo una persona y que te encanta comer decentemente (eso no es exactamente su significado, pero es lo que entre lineas significa).
O sea, que Bathcooking y Fondo de nervera vendrían a ser conceptos iguales, siameses, aunque para algunos el fondo es más cuqui (les explicaré, más adelante, el por qué).
Para mí, el concepto es similar: tener a mano la preparación base de una comida. Punto. Si tu quieres que el fondo sea preparar una salsa de tomate para pasta arroz o verduras, perfecto. Y si lo llamas bathcooking, también. La diferencia es, quizás, que el bathcooking se basa en un menú que preparas previamente y, en función de ello, haces las preparaciones: en el fondo de nevera es que siempre tengas a mano las bases.
¿Pero eso no es tener una despensa? me preguntas mientras clavas tus pupilas en este texto. Pues sí, pero en la nevera. Que tampoco pasa nada por cocinar una buena salsa de tomate (lo he dicho dos veces, así que hoy toca receta) con alimentos frescos, en vez de una envasada industrial con la cuál tampoco vas a arder en el infierno.
Fondos de nevera todoterreno
Al lío, amigos. Un fondo de nevera nos puede servir para rematar un arroz, pasta o unas legumbres: así, tenemos las salsas, que pueden ser de verduras, o con carne o pescado. De esas salsas, tenemos las tradicionales y otras que no lo son tanto, como los chutney1 o los currys (que no son esos polvitos amarillos en un botecito y que no sabes como utilizar, basicamente2).
Otros alimentos serían legumbres ya cocidas, que nos resuelven más de una comida si añadimos una conserva de pescado (y también arreglan el mes a la working class).
También podemos tener arroz preparado con antelación: para ello aconsejo arroz basmati mejor que el blanco de toda la vida, porque no pierde ese toque tierno y al punto una vez descongelado. Si vas a hacerlo, procura que el arroz esté frio y, al congelarlo, mejor en bolsas planas y no tuppers, porque he comprobado que se reseca más fácilmente.
He tenido fracasos congelando patatas, así que, si no tienes una máquina de envasar al vacío, lo más factible es congelarlas crudas y sin aire: cocidas, el sabor y aspecto se torna acuoso e insulso. También podemos congelar comida ya hecha, pero cuidado a todas aquellas que lleven salsa y queso, ya que no aguantan tanto tiempo sin ver alterados su sabor y aspecto.3
Verduras a punto de sucumbir
Como lo prometido es deuda, aquí va mi receta de salsa de tomate, con vericidad al canto: a punto estaban las verduras de trasladarse al averno de la basura cuando decidí hacer la salsa.
Lo comprobarán al ver el aspecto de la cebolla y el tomate, que vivieron tiempos más esplendorosos unos días atrás pero que continuaban estando perfectos para consumir. Eran verduras rescatadas del desperdicio alimentario, tema del cuál escribí hace unas semanas aquí.

A mi me gusta freir un poco la cebolla antes de poner el ajo: así, este no se quema y la intensidad de sabor es más balanceado. Algunos pochan la cebolla, que dará más intensidad a la salsa; los italianos ponen un poco de agua y aceite al hacerla: sale más suave y añaden aceite, en ocasiones, al final del proceso.
Después de unos 15 minutos a fuego suave, añado el tomate, que suelo ponerlo tal cual, porque luego lo trituro y cuelo: también pueden pelarlo y partirlo en trozos sin pepitas. Sal y pimienta, eso del azúcar para la acidez no va conmigo y jamás lo he añadido y, unos 10 minutos después, añado las hierbas, en este caso tomillo y romero, pero va a gustos.
Cuando la salsa está lista, y en caso de que hubiera sobrado, caliento un poco de agua y pongo la salsa en unos botes de legumbres vacíos, cierro y dejo que hierva un poco, con la tapa de la olla bien cerrada: esto es técnica básica de conserva y nos ayudará a tener salsa para otras ocasiones.
Ya tenemos las claves para una buena salsa y para aplicar el fondo de nevera en nuestra vida diaria.
- El chutney es una elaboración, no tanto una salsa , originario de la India y muy famoso en Reino Unido. Aqui les traigo unas recetas y donde utilizar ↩︎
- Tampoco es un jugador de basket. Aqui tienen cinco recetas de curry que transforman un arroz en algo espectacular ↩︎
- Me ha parecido muy interesante este articulo de Mapfre sobre congelación de alimentos www.saludmapfre.es ↩︎