El universo de El mago de Oz es un terreno fértil para la adaptación cinematográfica. Directores como Sam Raimi intentaron explotarlo con películas como Oz, un mundo de fantasía (2013), buscando integrar este cuento al séptimo arte, pero con resultados poco memorables.
Ahora, en 2024, aparece un ya conocido Jon M. Chu con Wicked, una adaptación más contemporánea de la obra.
Un director experimentado que firmó una cinta notable en este género como lo fue En un barrio de Nueva York (2021). Antes de entrar en materia, es importante decir que esta película está dirigida únicamente a los acérrimos de los musicales; si no es tu caso, dudo mucho que logres adentrarte en esta aventura.
Una trama limitada por su secuela
En primer lugar, debemos hablar del aspecto argumental. Wicked se centra más en la construcción de los momentos musicales que en el avance de la trama, y creo que la existencia de su segunda parte limita esta primera entrega en términos narrativos. La película cuenta muy poco a pesar de su larga duración, que supera las dos horas y media. Esto se traduce en miradas disimuladas al reloj o bostezos espontáneos, ya que la falta de desarrollo narrativo genera una sensación de repetición de lo ya conocido.
Actuaciones que destacan
Si anteriormente mencioné el fracaso de adaptaciones previas, ahora debo decir que con el elenco de esta cinta será difícil que caiga en el olvido. Estamos ante una sorprendente Ariana Grande, que entiende perfectamente su papel: sabe reírse de sí misma y logra ser odiada y querida al mismo tiempo. Por otro lado, está su contraparte, una notable Cynthia Erivo, que se desenvuelve con soltura en su rol de «bicho raro», consiguiendo generar cierta empatía en el espectador. Entre ambas se da una química más que aceptable, dinamizando la acción y haciendo más llevadera la falta de avance argumental.
Wicked es técnicamente masiva, pero desigual
A nivel técnico, la película es masiva. Todo es grandilocuente, quizá demasiado, y eso hace que, en ocasiones, el exceso reste impacto. Sin embargo, una de sus mejores virtudes es la fotografía, que destaca por su buen gusto. Aunque los colores no tienen mucha intensidad, el resultado es más que solvente.
Donde realmente brilla la película es en su banda sonora. Por razones obvias, hay una gran inversión en este apartado, y el resultado es palpable para el espectador. Mediante coreografías más vistosas que complejas, se logra una gran sinergia entre lo musical y lo visual.
Mensajes sociales y literalidad
He de destacar varios mensajes sociales claros durante el transcurso de la cinta. Algunos están mejor integrados que otros, pero todos caen en una literalidad abusiva que, creo, se ha confundido con contundencia. Quizá esa forma tan explícita se deba al público objetivo de la película, pero me parece importante mencionarlo, ya que es un aspecto central durante todo el metraje.
Una obra imperfecta
Con todo esto, no quiero decir que sea una mala película, simplemente quiero transmitir que es imperfecta. Posee carencias notables, pero también virtudes apreciables. Estas carencias se deben, en gran medida, a la decisión de dividir la obra en dos partes. No sé si era necesaria esta división, pero puedo afirmar que juega en contra de esta primera entrega, generando un desequilibrio que deja todo el peso en la secuela.
Como mencioné al inicio, esta es una película dirigida a un público muy concreto. Si no estás dentro de la onda de los musicales, será prácticamente imposible que logres apreciar las virtudes de la cinta, ya que la mayoría residen en elementos inherentes al género, como las coreografías y las grandes voces. Por último, recomiendo su visionado en versión original, que es considerablemente más disfrutable que su versión doblada.