Fotografías vivas de la prehistoria

Fotografías vivas de la prehistoria

Desde el siglo XIX se realizaron numerosas excavaciones para localizar restos prehistóricos en las que se hallaron herramientas y fósiles humanos. El estudio de los restos humanos antiguos tuvo gran éxito en Inglaterra y, sobre todo, en Francia donde surgieron grupos de estudio interesados por investigar cómo eran las sociedades más antiguas.

Comerciantes de huesos. Una historia de curas, naturalistas y fósiles

En 1859, Charles Darwin había publicado su obra El origen de las especies y sus ideas calaron profundamente en numerosos antropólogos y otros estudiosos de la antigüedad que quisieron probar si la teoría evolucionista servía para explicar la biología y la cultura humana. Las campañas de excavaciones eran muy numerosas y era necesario avanzar en la metodología de estudio para poder mejorar los datos que los restos podían aportar sobre la prehistoria.

Con el avance de las investigaciones, las campañas arqueológicas adoptaron el método de la estratigrafía geológica que ayudaba a datar los restos dependiendo de la capa de sedimentos en la que se encontraran. Las excavaciones cada vez se hicieron más sistemáticas y metódicas, lo que facilitó el mejor estudio de los hallazgos y que se pudieran comparar con otros parecidos encontrados en características similares.

La gran fiesta de la  Société Préhistorique Française

El 6 de enero de 1904, en París, uno de estos grupos de hombres curiosos de la ciencia e interesados por el origen de la humanidad, fundaron la Sociedad Prehistórica Francesa con el médico y prehistoriador Émile Rivière como primer presidente y 62 miembros fundadores. El interés por la Prehistoria en esa primera década del siglo XX creció tanto que en 1910 ya eran más de 500 miembros. En julio de ese año el Consejo de Estado de la República nombró a la Sociedad de Utilidad Pública, reconociendo así su trabajo y su contribución a la comunidad científica. Desde ese mismo momento, se pusieron manos a la obra desde la Sociedad para preparar una gran fiesta que festejase este nombramiento.

La velada de celebración sería el 23 de noviembre a las nueve de la noche en el Hôtel de las Sociedades Sabias, en el número 8 de la calle Danton. 

Bulletin de la société préhistorique française
Portada del Boletín de la Sociedad prehistórica

Los más de 900 asistentes recibieron una tarjeta de invitación en la que explicaba que en el programa habría una conferencia de Adrien de Mortillet sobre La mujer y la belleza a través del mundo que iba a estar, además, ilustrada por proyecciones luminosas y también cuadros vivientes de cuatro etapas prehistóricas.

A pesar de que no se conservan las proyecciones que Mortillet utilizó esa noche es probable que usara alguna de las fotografías de Lemoine, La Bègue o Bergon en las que aparecen mujeres en actitud desafiante, subidas a rocas y vestidas con pieles, con collares de huesos y conchas y armas de piedra.  

La fotografía de la prehistoria

La arqueología prehistórica se había servido de las técnicas fotográficas desde hacía décadas para documentar los hallazgos. La fotografía era una útil herramienta científica que permitía que los restos encontrados pudieran estudiarse en cualquier lugar y por cualquier persona sin temor a que su conservación corriera riesgos y difundiendo y popularizando lo encontrado. A partir de mitades del siglo XIX, en las revistas y publicaciones sobre arqueología aparecían fotografías además de las clásicas ilustraciones a tinta o carboncillo.

Eran imágenes que servían como testigos de los descubrimientos y de sus descubridores ya que muchos de los mismos prehistoriadores eran también fotógrafos aficionados y solían retratarse con sus hallazgos en el lugar de excavación. Pero también la fotografía se servía de la arqueología como inspiración y en la segunda mitad del siglo aparecen varios fotógrafos artísticos que tomaron como base la prehistoria para recrear escenas históricas de lo que ellos creían era la vida cotidiana de aquella época o cómo contexto de obras de estudio de desnudos femeninos.

Achile Lemoine, por ejemplo, presentó con mucho éxito dos de sus fotografías artísticas de tema prehistórico (Habitante de las cavernas y Mujer de la Edad de Piedra) en el Salón de otoño de 1905 donde se exponían las obras de los pintores impresionistas. 

Muejeres en la prehistoria cazando un mamut
Fotografía del cuadro viviente del Musteriense del Boletín de la Sociedad (1910)

Tanto Achille Lemoine y otros fotógrafos parisinos como algunos pintores y escultores llevaban ya algunos años desarrollando en sus obras esta temática. La imagen que de la vida de en la prehistoria se tenía tuvo mucho que ver con las fotografías y creaciones de estos artistas y con las representaciones de cuadros vivientes que inspiraron. La pintura y fotografía de historia sirvió de modelo para los cuadros vivientes representados en las fiestas de la escuela de Bellas Artes y así, la reconstrucción arqueológica se convirtió en espectáculo. Se recreaban galerías prehistóricas con osamentas, cuernos, armas de piedra y personajes vestidos con pieles.

Para la fiesta de la Sociedad Prehistórica Francesa se pensó en estas representaciones como forma de divulgación de la disciplina. Les parecía la mejor manera de acercar los estudios de las primeras sociedades con rigor y de manera divertida a las numerosas personas que acudirían a la velada.

Los cuadros vivientes

Fue Adrian de Mortillet, antiguo presidente de la Sociedad, junto con Léon Henri-Martin quienes se encargaron de diseñar y dirigir la puesta en escena de ocho cuadros vivientes prehistóricos. Los cuadros vivientes mezclaban el teatro, la poesía, la música y la rigurosa reconstrucción histórica. El padre de Mortillet, Gabriel, que también era prehistoriador, trabajó con pintores, escultores y fotógrafos que convirtieron los huesos en imágenes y escenas. Fue quien le mostró cómo el arte podía ayudar a la divulgación de la ciencia acercando conceptos sofisticados de antropología e historia a las personas que no estaban familiarizados con ellos. Adrian de Mortillet eligió cuatro épocas: Musteriense, Magdaleniense, Neolítico y Edad de Bronce y preparó dos cuadros vivientes para cada una de ellas.

Con la ayuda de Leòn Henri-Martin y de Georges Laugèe, se inspiró en fotografías y pinturas para recrear cada cuadro con su escenario, decorado y detalles propios. Para no perder rigurosidad, las industrias líticas, los adornos o los utensilios eran reproducciones de los que se podían ver en los museos. Otro de los miembros de la Sociedad, Charles Imbert, actuaba de maestro de ceremonias y daba las explicaciones y el contexto histórico y “22 personas del mundo seleccionadas por su fisonomía acorde con las épocas representadas” interpretaban a los distintos personajes de cada época gesticulando “al modo de los pueblos primitivos”. 

Personas en la prehistoria Edad de Bronce en un lago con diadema de Troya
Fotografía del cuadro viviente de la Edad de Bronce con la diadema troyana y la espada

Cuando los invitados entraban en la primera sala se topaban con cuatro mujeres y un niño vestidos con pieles y armados con hondas. El grupo deambulaba por el salón y cuando veía al mamut pintado en el escenario huían despavoridas gritando entre los invitados, que también gritaban y les aplaudían formando una gran algarabía. Era el cuadro viviente del Musteriense con sus dos escenas, La sorpresa y La huida, basadas en la por aquel entonces famosa pintura La huida del mamut (1885) de Paul Jamin.  

Para escenificar el Magdaleniense presentaron a un grupo en la puerta de una cueva con personajes que tallan en hueso, cosen las pieles para hacer vestidos y uno de ellos prepara sus instrumentos de pintura para decorar la cueva con imágenes de animales.

El último cuadro viviente que representaron fue el de la Edad de Bronce. En él, una joven lucía una magnífica diadema “reconstrucción totalmente exacta de una diadema de oro encontrada en las excavaciones de Schliemann en 1873, en las ruinas designadas como las de Troya (museo de Constantinopla)”. Una escena que debía ser asombrosa porque, además, la joven, mientras enarbolaba al aire una espada, cantaba una canción compuesta por Madame de Bousquet, esposa de un escultor de temas prehistóricos. 

La imagen de la prehistoria

La velada fue un éxito total. Durante semanas se comentaron en los círculos sociales parisinos anécdotas que sucedieron esa noche. Aquellas mujeres y hombres prehistóricos con sus pieles y sus armas de piedra se habían quedado grabados con impresión en sus retinas. Los cuadros vivientes habían tomado los tópicos que ya estaban extendidos sobre la humanidad prehistórica les habían dado forma y respaldo científico, como manera de que se reconociera por la sociedad los avances de la ciencia que estudia los orígenes de la humanidad. 

Guia para las cuevas prehistoricas de perigord años 20 del siglo XX
A travers le Perigord | Guía turística del Perigord | principios del siglo XX

Adrien de Mortillet, había logrado su objetivo de hacer la antigüedad más cercana y comprensible para todo el mundo. Los cuadros eran expresiones artísticas al servicio de la ciencia y si esta apelaba a la razón, los cuadros inspirados por las fotografías y las pinturas llegaron a emocionar a los presentes aquella noche en los salones del Hotêl de las Sociedades Sabias.

Tras ver el éxito de las representaciones, la Sociedad decidió volver a recrear los cuadros para fotografiarlos y publicarlos en su revista y guardar esas imágenes para siempre. Convencido del valor de las imágenes y, en concreto de la fotografía como elemento divulgador y favorecedor del estudio de los vestigios prehistóricos, Adrian de Mortillet junto con Monsieur Bossavy persuadieron a la asamblea para crear un Museo de Diapositivas que recogería y catalogaría imágenes de los restos encontrados en las excavaciones, monumentos megalíticos, etc. que podrían estar así disponibles para su estudio y para la elaboración de presentaciones y publicaciones.

Las fotografías de los cuadros vivientes y muchas otras parecidas se convirtieron en postales que se compraban como recuerdo y se enviaban por correo. Con ellas se fijó la imagen de las sociedades prehistóricas que, en gran manera, ha perdurado casi hasta nuestros días. La imagen popular sobre la humanidad prehistórica se fijó en gran manera esa noche de noviembre de 1910 en la Gran Fiesta de la Société Préhistorique y sirvió para acercar una ciencia lejana, difundirla y popularizarla: había nacido la imagen popular de la prehistoria. 

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