«Carretera perdida» (1997), conducir más rápido para llegar antes al final

«Carretera perdida» (1997), conducir más rápido para llegar antes al final

Añoro accidentes vasculares para seguir oliendo esa esperanza que rodea a los mortales. El único sueño que me acosa es conducir más rápido para llegar antes al final de esta carretera perdida.

Ser escritor es una verdadera pesadilla.

La primera vez me alojé en el Diego de Almagro, un hotel del barrio El Golf. Alquilé una habitación al día siguiente de la sesión con el nuevo psiquiatra. No me interesaba su consejo, solo que recetara medicamentos para dormir.

Le conté una historia horrorosa y la creyó. El botín fue una caja de píldoras, eran blancas. Me serví un vaso de whisky y le puse dos hielos. Molí las tabletas con la cacha de un cuchillo, treinta píldoras.

Llevaba meses deprimido junto a la mujer de mis sueños. Era adorable, hermosa y guardaba los mejores recuerdos.

Ser esquizofrénico ha sido un martirio.

Mi trabajo me gustaba, me habían aumentado el sueldo y nuestro departamento daba a un hermoso jardín de Plaza Ñuñoa. Cuando todo iba bien nadaba en la piscina por las tardes. Sin aviso, la depresión. No tenía ganas de hacer el amor y empecé a temerle a compañeros de trabajo.

Todo el contenido lo vertí en el primer whisky. Me había duchado por una cuestión de higiene. Daba pudor que me encontraran hediondo en la habitación. Me había puesto pijama y alcancé a degustar un segundo whisky. Me tapé con las sábanas sin saber si despertaría.

El sexo era importante, no querer hacerlo significaba un nuevo brote de la enfermedad. Soy escritor y me cansa escribir de estas cosas. Quizá era más fácil arrojarse desde el balcón, pero la sangre en el pavimento puede ser traumática para otro ser humano.

Despierto tirado junto a la mesa. Tengo la cabeza rota y la sangre salpicó el piso. No me puedo levantar. Me arrastro hasta el baño y apenas puedo agarrarme del lavatorio. Miro el espejo y el pelo está engominado. Me echo agua para limpiarme la herida.

Estoy aturdido, pero al parecer vivo. No quiero volver a casa derrotado. He hecho infeliz a la mujer que amo por más de un año, tratando de explicarle porque me volví loco si éramos tan felices.

No sé si soy infeliz, esquizofrénico o escritor, no sé en qué orden.

Voy manejando por una carretera perdida. El plan ha cambiado. Antes de llegar a Copiapó me estrellaré contra un camión en esta vía de solo dos pistas.

Anoche dormí en una salita de la comisaría de Los Vilos. En una curva choqué contra la barrera de contención. Los pacos me detuvieron pensando que iba borracho, pero les expliqué que tenía problemas con mi mujer. Me escoltaron porque luego de un día seguía bajo los efectos de los medicamentos.

Recordé incluso que me había detenido en el mall Plaza Norte. En el cine daban la última de Superman, pero estaba tan drogado que no supe cómo empezó ni cuándo acabó.

Más tarde conducía y las líneas del camino se hacían interminables. No sé en qué minuto di vuelta a la carretera hasta dar con Vallenar. Me detuve en una iglesia y por fin lloré después de un año que parecía no terminar nunca. Seguí camino a La Serena y llamé a mi mujer.

Pasaron seis años, pero esta vez la angustia alcanzó nuevos horizontes. Ni siquiera me calentaba con una prostituta. Emborracharme era preferible a la ausencia de placer. Lo que siempre busqué en una meretriz fue esa ilusión de amor. Acaso la falsedad tenía algo vital que me hacía dar el siguiente paso. Una distracción primitiva que ponía mis pies en el camino. Solo para diferenciar la ruta del día anterior.

Para sentir que el paso del tiempo sirve de algo habré de gastar dinero. No me importa lo que digan de los billetes, es obvio que seduce su poder imaginario.

Los recuerdos no me brindan paz.

Es como si hubiera roto mi disco duro y borrado todas las fotografías. Solo retengo la angustia reflejada en los ojos de mi mujer. Esta segunda vez me alojé en el departamento de Viña del Mar. Pacientemente atesoré cajas para volver a destrozar mi cerebro. En realidad, mi hígado sufriría las consecuencias de ciento veinte píldoras.

Miro al espejo y estoy a mucha distancia de esbozar una sonrisa. Han pasado dos días y me encuentro tirado en el piso de la cocina. No veo sangre, pero los calambres invaden mis piernas. No puedo ni siquiera arrastrarme. Tengo hambre a un metro del refrigerador. Pasan horas y sigo congelado dentro de mi cuerpo. El citófono también parece burlarse.

Mi intención era aniquilar la mente y sigo pensando. Han transcurrido tantas horas que empiezo a quedarme dormido. Tengo los ojos llenos de una sustancia pegajosa que dificulta la visión. Siento que de nuevo me someten a un electroshock.

La cronología del tiempo se hace añicos. Dejé atrás Copiapó y la carretera se hace recta y más blanca. Hay cabinas telefónicas apostadas a ambos lados, aunque no tengo intención de detenerme.

Acelero a fondo y veo animitas en las bermas. Tengo tan fragmentado el cerebro que no sé qué significan esas cruces. Son todas blancas e imagino que mi cabeza está llena de ellas. Están quemándose como siempre imaginé tras cada vaso de whisky.

Miro el espejo retrovisor y tengo caído el párpado derecho. Supongo que le echaron limón a mi cerebro. Algunos sectores ya no responden y mis manos se aferran al volante. Sostener el timón para no salirse del camino.

La enfermedad ha empeorado con los años. Necesito destruir neuronas para conformar otros mundos placenteros. Ahora nada funciona de acuerdo a mis deseos. Ni siquiera el dinero puede aplacar la sed.

Añoro accidentes vasculares para seguir oliendo esa esperanza que rodea a los mortales. Soy esclavo de palabras que fluyen en medio de esta pesadilla. El único sueño que me acosa es conducir más rápido para llegar antes al final de esta carretera perdida.

Ficha técnica

Título original: Lost highway

Año: 1997

Duración: 134 minutos

Producción: Estados Unidos

Dirección: David Lynch

Guion: David Lynch, Barry Gifford

Reparto: Bill Pullman, Balthazar Getty, Patricia Arquette, Robert Loggia, Robert Blake, Gary Busey

Música: Angelo Badalamenti

Fotografía: Peter Deming

Género: Thriller psicológico / Cine negro / Película de culto

Calificación: 9/10

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