El encuentro entre Borges y Mario Vargas Llosa

El encuentro entre Borges y Mario Vargas Llosa

Una gotera, un gato, y el silencio posterior. Aquí te contamos cómo fue el último encuentro entre Borges y Vargas Llosa.

Hay encuentros que, aunque breves, marcan a quienes los viven y a quienes los leen.

Uno de esos momentos ocurrió en Lima, en 1983, cuando Mario Vargas Llosa (ya entonces un escritor de conocido mundialmente) tuvo la oportunidad de entrevistar a Jorge Luis Borges, en un encuentro que sería dolorosamente anecdótico.

La influencia comunista de Vargas Llosa

Pero para poner contexto, tenemos que remontarnos dos décadas atras, hasta los años 50 y 60′, cuando Vargas Llosa militaba en el partido comunista peruano.

En aquella época los jóvenes eran bombardeados constantemente con publicidad tanto de USA como de la URSS, eran muchos los que se debatían entre la fidelidad ideológica y la atracción por una literatura externa a los dogmas.

Pero Vargas Llosas se diferenciaba de los demás jóvenes en un punto: quería sentirse libre de pensar y leer a quien quisiese, planteamiento que no casaba con lo que pedía el Partido. Para el joven Mario, Borges era un referente aun incluso cuando el partido no le permitía reconocer públicamente la influencia del argentino.

“Yo era muy resistente a su influencia porque, en esa época, yo era un marxista-leninista, así que tenía muchas reservas al respecto. Lo leía a escondidas e iba manifestando poco a poco mi admiración indirectamente. Mis relaciones políticas no me permitían reconocer la importancia que él tenía en mi formación.

El Partido Comunista nos obligaba a leer y admirar otras novelas».

Cuenta Vargas Llosa que “la primera vez que vine a la Argentina tuve suerte de escuchar a Jorge Luis Borges en una conferencia. Quedé absolutamente maravillado con la manera en la que aprendía de memoria las conferencias por su timidez”.

También añadió que «hablada de una manera muy rigurosa y con una enorme tensión sobre sí mismo”.

El encuentro entre Jorge Luis Borges y Vargas Llosa

Pero vayámos al día en cuestión (unas fuentes dicen que ocurrió en 1981, otras que en 1983). Durante la visita a Argenina de Vargas Llosa, este tuvo la oportunidad de charlar con Jorge Luis Borges en su propia casa de la calle Maipú 994, en Buenos Aires.

El octagenario escritor argentino le recibió a pesar de su ceguera, y la entrevista fue cálida, reverente, casi un ritual de admiración. A quién no le gustaría poder visitar a su ídolo en su casa, conocer su intimidad, y pasar un rato juntos.

Pero lo que parecía un momento consagratorio, se tornó en el motivo de una ruptura que marcó la literatura en español.

La casa de Borges

Al peruano le sorprendió la austeridad del lugar: “Me tocó conocer su piso, que era muy modesto, extraordinariamente sencillo y despojado de libros. No tenía un solo libro suyo. Tenía muy pocos libros, pero muy seleccionados”.

La imagen contradecía el imaginario de quien habría esperado una biblioteca infinita, como las que Borges evocaba en sus cuentos. Pero esa sencillez también era un reflejo de la lucidez y la distancia que el autor de El Aleph mantenía respecto a la vanidad literaria.

“Vive en un departamento de dos dormitorios y una salita comedor, en el centro de Buenos Aires, con un gato que se llama Beppo y una criada que le cocina y sirve también de lazarillo.

Los muebles son pocos, están raídos y la humedad ha impreso ojeras oscuras en las paredes.

Recuerdo clarísimamente que había una gotera y que nos interrumpía constantemente la conversación»

Mario Vargas Llosa, sobre el piso de Borges

Luego de la visita, Vargas Llosa redactó un artículo —lleno de afecto, como él mismo afirma— que, sin embargo, contenía un detalle que Borges nunca olvidaría.

La ruptura de Borges con Vargas Llosa

Escribí un artículo en el que, gravísimo error, mencioné que en su casa había una gotera”, recordó entre risas el autor de Conversación en La Catedral.

Recuerdo clarísimamente que había una gotera y que nos interrumpía constantemente la conversación. Se me ocurrió en ese artículo, que era muy entrañable y de gran admiración y cariño hacia la figura de Borges, mencionar ese detalle. Entonces, él diría que por ahí había aparecido un peruano, que seguramente era vendedor de casas, y que había tratado de persuadirle una casa porque la anterior tenía goteras.”

Aquel comentario aparentemente inocente provocó una distancia irreparable. “Creo que nunca me perdonó, por más que mi texto estaba lleno de reverencias, cariño y admiración. Esto provocó una distancia muy grande entre él y esa cosa pequeñita que era yo, de tal modo que nunca más lo vi hasta que visité su tumba”, concluyó con melancolía.

Más allá de la anécdota, el encuentro entre Borges y Vargas Llosa sigue siendo un símbolo de diálogo entre generaciones, estilos y visiones del mundo.

De un lado, el escritor de ficciones perfectas, ciego pero clarividente, que redefinió la literatura con la precisión de un orfebre; del otro, el novelista apasionado, comprometido con la historia, la política y la condición humana. Dos formas de entender la escritura, unidas por el respeto mutuo y separadas, al final, por una gotera en el techo y el insondable misterio del orgullo.

La literatura, como los buenos cuentos, está hecha de detalles. Y a veces, incluso una gotera puede convertirse en parte de la historia.