El Vaticano se ha quedado sin jefe de Estado y la última monarquía absoluta de Europa busca un nuevo Rey. La actualidad manda y películas como «Cónclave» o «Habemus Papam» están de moda. En series es Sorrentino y su joven Papa quien disfruta de su segunda juventud.
Sin embargo, ni todo son thrillers eclesiásticos en las plataformas ni pompa y boato en la casa del señor, y entre cristos de neón, fumatas blancas y palomas que hablan, también nos podemos encontrar con algo más turbio y perturbador. Algo tan oscuro como «El Club» de Pablo Larraín, una cruel alegoría sobre los abusos de la Iglesia católica.
Terrorífica historia con un mensaje claro y preciso
Tras el fino velo gris con el que Pablo Larraín tinta las imágenes, cuatro hombres observan sentados alrededor de una mesa. Por la ranura de la ventana y junto a la fría luz de la calle, se cuela sin permiso lo sucio, lo perverso, todo lo que hemos hecho y preferimos olvidar. Y entre los gritos que evidencian una insoportable realidad, alguien se vuela la cabeza.
En este club la culpa, esa que no está ausente sino escondida, espera con calma su momento. Lo que podría parecer indiferencia solo necesita de un resorte para salir de su rincón con toda su fuerza.
Un relato aterrador contado desde el punto de vista de los agresores y en el que su director, con un mensaje claro y preciso, denuncia públicamente no solo los peores delitos, también la hipocresía de la jerarquía eclesiástica y sus retiros para curas criminales.
Chile, dictadura y religión
Corría el 2015 cuando Pablo Larraín presentaba en la Berlinale su más sincera representación del Mal en la tierra. Acostumbrados a reconocer en su cine la maldad de la dictadura chilena («Post Mortem» o «Tony Manero») ahora, ver al mismo monstruo dejando a un lado el uniforme para vestirse de alzacuellos, gustó a muchos en Berlín. Se llevó el Gran Premio del Jurado.
Hablo de Chile pero estos clubes existen en todo el mundo. Donde sea que exista la Iglesia Católica, tienen casas de retiro.
Entrevista a Pablo Larraín / ¿Seremos todos iguales ante Dios?
Maestro del retrato político-social latinoamericano, su facilidad para reflejar las cicatrices de su tierra, le valió el reconocimiento internacional con el «NO» (2012) al régimen de Augusto Pinochet. Y tan solo tres años después volvería a los Oscar, pero ahora con su club de monstruos y criaturas extrañas. Un club que a cumplido 10 años desde su estreno y que por desgracia sigue sin envejecer.
Los monstruos de «El Club»
Perdido entre montañas y a orillas del mar, un pequeño pueblo de pescadores será el escenario de esta historia. En sus calles siempre frías y grises hay una vieja casa que calla y observa. Sus paredes corroídas y llenas de humedades guardan en la sombra los secretos más perversos e inconfesables. Son al menos cuatro. Cuatro secretos bajo cuatro sotanas.
Ortega y el padre Ramírez comparten su amor por los niños. No están enfermos, solo es deseo y sexo con menores. La perversión acabó devorando el cerebro de uno de ellos. El otro sigue justificando sus impulsos. Por otro lado Silva y Vidal, el salvador y el cómplice necesario.
El primero un Robin Hood de niños, robaba los bebes de las madres pobres y se los daba a las ricas. El segundo, una víctima, la cabeza de turco. Un capellán del ejército que dio su vida por Dios, la patria y Pinochet. Confesor de torturadores y verdugo de torturados. La sotana negra que acompañaba a los rojos en su viaje sobre el océano Pacífico.
A cargo de los cuatro monstruos una bendita monja. Frágil y encantadora, inquietante y perturbadora. Antonia Zegers interpreta de la mejor manera posible a la hermana Mónica. Una figura que se encarga de preservar el bienestar de los curas y las normas de la casa.
Una vivienda como otras tantas de la Iglesia Católica, llena de sacerdotes retirados, bien voluntariamente, bien por la fuerza. Lejos de la justicia terrenal sus actos de crueldad no podrán ser juzgados más que por Dios, nuestro señor. Nada salpicará a la institución.
Todos coexisten bajo el mismo techo y nadie admite su responsabilidad. Los pecadores coinciden en no serlo. Juntos y protegidos por la impunidad que les otorga el anonimato, pasan los días de penitencia entre breves oraciones, carreras de galgos y juegos de cartas. Hasta que alguien nuevo los visita.
Sandokan y el padre Matías
La culpa pesa y el silencio que cae sobre ella envuelve toda la casa. La armonía se mantiene con mentiras y los secretos, a salvo en la oscuridad, se vuelven públicos cuando alguien encuentra el interruptor. La oportuna llegada del padre Matias no ayuda, rompe con la enfermiza normalidad y el desasosiego en el espectador no para de aumentar.

Lo que antes era gris ahora es oscuro, sucio e insoportable y en el corazón de la casa el frío es tan intenso que empieza a quemarlo todo. «Perdone pero yo no debería estar aquí. No soy un invertido como ellos. Lo mío fue puntual, un error que Dios ya ha perdonado», la hermana escucha al padre y con su dulce voz apenas perceptible continúa.
«A las 20h rezamos el rosario, a las 20:30 cenamos. Está prohibido salir a la calles a solas y fuera del horario. Tampoco se permite hablar por el celular ni con personas ajenas a la casa, prohibida cualquier actividad autoflagelante o de placer autoinflingido…» Y los gritos del exterior lo cambian todo.
Un joven que no es más que lo que han hecho de él, refleja en cada palabra una herida imposible de sanar. Cuando el olvido se vuelve inalcanzable, el alcohol se torna en bálsamo de los más vulnerables. La vida nos presenta a Sandokan y con él la verdad pasa a ser insoportable. Tanto que por momentos el purgatorio de Pablo Larraín no se puede ni ver.
«¿Porque no quiere salir a hablar conmigo padre Matías?… automasturbación y los curitas me rozaban con su prepucio, se masturbaban claramente… si, los curitas eyaculaban en mi boca…»
«El Club», toda una declaración de intenciones
Decir que deja un sabor agrio es mentir descaradamente. El sabor es mucho peor. La historia de «El Club» no es sencilla de digerir, y ya no tanto por lo que cuenta que también, sino por como lo cuenta. Podría ser una película de terror, monstruos y criaturas grotescas no le faltan y los elementos clásicos del infierno se pueden percibir claramente. Desde el pueblo perdido entre la niebla, las almas deambulando en pena o la tensa calma de un mar que parece condenarnos hasta la eternidad.
Pero la alegoría de Pablo Larraín rompe con el género a base de realidad. Una realidad tan incómoda y dura que nos invita a preguntar. ¿Qué lleva a la Iglesia católica a tapar semejantes abusos? ¿Por qué convertirse en cómplice alejando a los criminales de la justicia?
Tal vez, me comentaba un amiga, si todo el clero rindiese cuentas ante un tribunal, el altar de las iglesias se hundiría en un profundo vacío. Tal vez, me comentaba un amiga.
Dónde ver «El Club»
Estrenada en 2015, «El Club» es una de las mejores y más duras películas del director chileno. Se puede ver en Filmin. La plataforma también tiene otros títulos de Pablo Larraín.
Ficha técnica
Nombre original: El Club
Dirección: Pablo Larraín
Guion: Guillermo Calderón y Daniel Villalobos
Reparto: Alfredo Castro, Antonia Zegers, Jaime Vadell, Alejandro Goic
Música: Carlos Cabezas Género: Drama / Religión País: Chile Duración: 98min.
Calificación de El Club: 8/10
Síguenos en Twitter, Instagram o apúntate a alguna de nuestras Newsletters.