Enrique II no estaba dispuesto a aceptar la derrota, y organizó otro ejército al mando del duque de Guisa. En diciembre, éste se lanzó a una gran contraofensiva que cosechó su primer éxito: sus 36.000 hombres lograron tomar la plaza, hasta ahora en manos inglesas, de Calais. Durante los primeros meses de 1558, las armas francesas lograron algunos éxitos en el sur de Flandes, pero los apuros financieros del Rey francés pronto paralizaron las operaciones.
A finales de la primavera se reanudo la ofensiva por varios puntos. Un ejército atacó por sorpresa por la costa, bajo el mando del mariscal señor de Termes, con 16.000 hombres, tomando Dunkerque y avanzando hacia Nieuport. Felipe II recibió en Bruselas la preocupante noticia y decidió que fuese el Conde de Egmont , gobernador en el sur,, el que les saliese al encuentro. Su misión era detener con su caballería el ataque, hasta que llegase un poderoso ejército que pudiese enfrentarse a Termes. Rápidamente reunía 5.000 jinetes y 9.000 infantes y fue al encuentro de los franceses. El 11 de julio los avistó y el general galo decidió retroceder hacia Francia, por temor de ver cortada la retirada, Las órdenes de Egmont eran solamente de contener al enemigo, pero éste viendo que su ejército, aunque inferior en número, era más rápido que los franceses, estaba en condiciones de derrotarlos. Para ello, se les adelantó y le cortó la retirada poco después que Termes cruzara el río Aa. Para impedir que volviera a retroceder, situó fuerzas a su espalda, controlando los pasos del río, lo que obligaba a los franceses a presentar batalla, al verse copados por delante y por detrás. Era el día 13, y se iba a dar la batalla de Gravelinas, nombre de la población más cercana a aquella playa.
Los galos tenían a su derecha el mar, a su espalda el río y la izquierda los carros a modo de parapeto. No era una mala posición defensiva, Egmont solo les podía atacar de frente, en el que los franceses dispusieron su artillería y sus mejores hombres. Esto no le amedrentó, Egmont cargó con su caballería, creyendo que esto sería tan fácil como San Quintín. La cerrada descarga de los galos acabó con la vida de numerosos jinetes y monturas de la primera línea, entre ellos el caballo de Egmont. Imperturbable este cambio de montura, reagrupo a sus fuerzas y se preparó de nuevo para cargar. Los galos, viendo que habían detenido la primera embestida,
Rompieron la formación y se lanzaron al ataque, lo que supuso un grave error. Ahora los arcabuceros y los jinetes hispano-flamencos encontraron brechas por donde penetrar y combatir cuerpo a cuerpo. La suerte de la batalla estaba en el aire, cuando una docena de barcos ingleses y vizcaínos que patrullaban la costa, advirtiendo la batalla que estaba teniendo lugar, remontaron el río aprovechando la pleamar y comenzaron a bombardear la retaguardia francesa. Esta nueva ofensiva acabó de romper la formación gala. Sus hombres comenzaron a dispersarse, lo que aprovechó Egmont para aniquilarles. Solo unos 3.000 lograron huir, los demás fueron muertos o hechos prisioneros, entre ellos el propio Termes. Se dio el caso curioso que en esta batalla el “cristianísimo” rey Enrique II pactó en 1.558, con el turco, igual que hizo Carlos IX en 1.571 en la batalla de Lepanto.
Este nuevo desastre francés desbarataba los planes de Enrique II de resarcirse de S. Quintín y también los apuros económicos de éste y también de Felipe II, además una cosa era vencer a Francia en las zonas fronterizas y otra muy diferente invadirla. Los comisionados de Felipe II : El duque de Alba, El príncipe de Orange, Antonio Perrenot de Granville, obispo ya de Arras y el Presidente del Consejo de Estado de Bruselas se reunieron en la Abadía de Encamp con el Condestable de Montmorency, el más entusiasta partidario de la paz, asistido por el Cardenal de Lorena, el Mariscal de Saint André y otros personajes. Las conferencias se trasladaron a Cateau-Cambresis y las deliberaciones fueron rápidas, pues habían por ambas partes verdaderos deseos de conseguir la paz. El principal obstáculo era la devolución de Calais, que Enrique II, naturalmente deseaba retener y que Felipe II, por caballerosa correspondencia con Inglaterra, a la cual había comprometido con la causa española, a defender a toda costa.
El 2 de abril de 1559 se llegó a un acuerdo que dejaba a salvo el honor del monarca español; Calais, Guines y Ham quedarían en poder del rey de Francia por ocho años y al cabo de los cuales le serían devueltos a la reina de Inglaterra o se le entregaría una compensación de 500.000 escudos. Desde entonces las negociaciones corrieron sin demora y fueron un ejemplo, por ambas partes, de justicia y buena voluntad. El rey de España devolvería las plazas de S. Quintín, Ham y de Châtelet y, en cambio Enrique II devolvería a los españoles las plazas que había ocupado en la frontera de los Países Bajos,
Thionville, en Luxemburgo y Marienburg, entre otras, el condado de Charolais y la comarca de Hesdin. Felipe II además obtenía un extraordinario triunfo moral al conseguir la devolución del ducado de Saboya a Manuel Filiberto, el vencedor de S. Quintín.. Las plazas que ambos reyes habían ocupado en el Monferrato se pondrían en posesión del duque de Mantua,, Córcega se entregaría a la República de Génova y la plaza de Valenza, en la Lombardía , se reintegraría al ducado de Milán.
El tratado se consolidaría con dobles bodas: la de Felipe II (que había enviudado recientemente de María Tudor) con Isabel de Valois, hija de Enrique y la del duque de Saboya con Margarita, hermana del rey de Francia. La paz de Cateau-Cambresis que se firmó el 3 de abril de 1559, señala el triunfo de la política de Felipe II y el apogeo del poderío español. La guerra entre los dos países, por el momento, había acabado.
Lamoral, conde de Egmont y príncipe de Grave, al morir su padre, él y su hermano fueron confiados a Carlos V, de quien eran parientes. Con 16 años, Lamoral y su hermano viajaron a España para ponerse al servicio del Emperador. Poco después tuvo su bautismo de fuego en los campos de batalla, donde trabó amistad con el duque de Alba, que acabaría siendo su verdugo. A los 26 años, Carlos V le hizo general de caballería.
Al dejar Felipe II Flandes en 1558, se convirtió en uno de los hombres fuertes de la región. La extensión del protestantismo y la intransigencia del rey sobre este aspecto, comenzaron a envenenar sus relaciones. Se dejó arrastrar en las críticas al monarca por el astuto Guillermo de Orange. Aunque nunca cayó en la rebeldía, ni en la herejía, el duque de Alba que fue enviado a sofocar la rebelión que ya había estallado, le ejecutó en Bruselas, acusado de rebelión por el Tribunal de los Tumultos, le consideró un traidor y lo ejecutó al año siguiente.
Dada su popularidad, su muerte fue un grave desliz político, Egmont fue considerado uno de los héroes nacionales de las libertades de Bélgica y Holanda.
Cateu-Cámbresis, lugar donde se firmó la paz entre España y Francia.
Curiosidades
FELIPE II REY DE ESPAÑA.- Se dice que el monarca español, durante esta contienda, estuvo presente en el frente de batalla, (cosa que no es cierta) aunque no llegó a tomar parte de forma directa en los combates. Si bien sus consejeros tuvieron que reprimir sus deseos de entrar en lid, como lo había hecho su padre, ya que la juventud del rey le inclinaba a mostrar sus cualidades guerreras.
LA TOMA DEL ARRABAL.- Las fuerzas bajo el mando de Julián Romero tomaron la barriada exterior de San Quintín en los primeros instantes del sitio que se puso a dicha ciudad.
LOS HERRERUELOS DURANTE LA BATALLA.- La caballería ligera española tuvo una notable actuación en el combate; primero hostigando las posiciones de los franceses e impidiendo que la retirada fuese ordenada y posteriormente aniquilando los cuadros en los que la infantería gala intentó defenderse en los últimos momentos.
EL ENFRENTAMIENTO ENTRE LOS JINETES.- El grueso de la caballería española destrozó a la francesa comandada por Condé y Nevers, tras cruzar el puente y avanzar contra las tropas de Montmorency. En el combate tuvieron un excelente papel las fuerzas de la caballería pesada mandadas por el propio duque de Saboya.
EL ASALTO DE SAN QUINTÍN.- El Tercio de Navarra asaltó uno de los sectores de las defensas de la ciudad francesa tras el fracaso de los alemanes del regimiento de Swendi, que llevaron a cabo el primer intento de entrada y que luego se unieron a los hispanos. La decisión y arrojo de los soldados españoles era más que reconocido siendo el nervio de los ejércitos de los Austrias españoles, por lo que actuaban cuando otros contingentes podían fracasar o ya lo habían hecho.
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Bibliografía
FELIPE II ANTE LA SUCESIÓN DEL EMPERADOR, HISTORIA DE ESPAÑA POR EL MARQUÉS DE LOZOYA.
LA BATALLA DE S. QUINTÍN, POR JUAN CARLOS LOSADA, DOCTOR EN HISTORIA.
S. QUINTÍN (1557) BLOG SOBRE LA HISTORIA ESPAÑOLA, PUBLICADO POR SPANIARD, 26/09/07
Escrito por De Los Monteros
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