El interior del Convento de las Comendadoras de Santiago ha sido recuperado, teniendo en mente la obra original del siglo XVI, aunque aún queda por terminar de vestir la iglesia con sus ornamentos, cuadros y esculturas
Emanuela Gambini (Nápoles, 86 años) no pensó nunca que acabaría en Madrid, pero ya hace casi tres décadas que se asentó en la capital. Su padre era médico y le gustaba mucho viajar, así que de joven visitó Rusia, vivió en Francia y cursó la educación primaria en Lovaina, Bélgica.
Sin embargo, a la hora de realizar los estudios universitarios, optó por volver a Italia, donde fue discípula del arquitecto Roberto Pane y, con el tiempo, decidió que quería visitar y conocer la Península Ibérica. A raíz de un problema de salud le tuvieron que intervenir en España y su padre creyó que era más sensato que se hiciese las revisiones médicas en el país.
“No tenía pensado quedarme, pero a los ocho días ya estaba trabajando”, cuenta esta mujer dentro de la iglesia del convento de las Comendadoras de Santiago (Madrid), un Bien de Interés Cultural y su mayor y más longevo proyecto.
Fundado en 1650, se trata del primer convento construido en la capital y el único que se conserva íntegramente. Está ubicado en la plaza de nombre homónimo, en el barrio de Conde Duque, muy cerca del museo ABC, en Madrid. Hace tres años, la constructora Copasa, mejor conocida por su proyecto de Alta Velocidad de Medina a La Meca, decidió participar en un concurso público para su restauración.
La restauración del Convento de las Comendadoras
A pesar del parón de tres meses, debido a la covid-19, la empresa y sus trabajadores han finalizado el proyecto de forma anticipada. “En total hay tres fases. La primera comenzó después del terremoto que hubo en 2008 en Madrid. Se agrietaron las paredes y la estructura peligraba. Esa obra se llevó a cabo junto a la Comunidad de Madrid.
La segunda fase es la restauración del interior, la cual acabaron en 2023. La tercera parte sería terminar de vestir la iglesia, con sus ornamentos, cuadros y esculturas, pero para eso se va a necesitar dinero”, cuenta Rosemary Gambini, hija de la arquitecta.
El proyecto que han llevado a cabo durante estos años también ha estado dividido en varias partes. La reconstrucción del cuadro de Luca Jordano, de 1695, que corrió a cargo de la empresa Tracer, fue una de las patas. Se ha modernizado todo el sistema de calefacción y el tendido eléctrico. “Esto implica un ahorro energético importante”, detalla Rodrigo Taboada, jefe de departamento de Copasa. Finalmente, todo lo relacionado con la iglesia, orquestado por la propia Gambini.
Convento de las Comendadoras de Santiago de Madrid
Esta obra de los hermanos arquitectos Manuel y José del Olmo es una repetición del esquema de la Basílica de San Pedro de Roma. La planta es de cruz griega y extremidades en semicírculo y una hermosa cúpula. Al comenzar la restauración, tuvieron que sacrificar uno de los brazos, el de la derecha, que se convirtió en altar mayor, justo en frente del coro, que ya estaba construido. Así pues, explica la arquitecta octogenaria, este templo cuenta con dos anomalías. Por un lado, no es hasta pasado unos metros después de ingresar en el edificio que el visitante podrá ver el altar. Por otro, al tratarse de un santuario cristiano, el altar debería tener una orientación este-oeste, que ya no tiene debido a las alteraciones que realizaron.
“Coger un monumento que está prácticamente muerto porque está sucio, abandonado y en mal estado. Y entonces, poco a poco, vas viendo cómo recupera su esplendor. Eso, eso lo bonito”
Lo que más llama la atención es el propio suelo, que refleja y copia la cúpula del edificio. Por un lado, el mármol utilizado hace de espejo, lo que da una sensación de infinidad al espacio. Por otro, Gambini se aseguró de replicar la cúpula y el tambor del techo, así como sus pilastras. “Para el suelo me decanté por el portor, que es italiano y significa porto oro. Por eso es negro con detalles en amarillo. Este es el elemento que enmarca todo el suelo”, describe la arquitecta.
El patrón de la iglesia es Santiago Apóstol, que antes de comenzar con la obra se encontraba en uno de los laterales, ahora preside el templo. Un dato curioso que cuenta durante la visita es que esta es la única imagen que existe del santo sentado en una silla gestatoria, “como el Papa” y añade que su expresión “es más amable, a diferencia de la que se encuentra en la Catedral de Santiago de Compostela” (Galicia).
Otro elemento único del edificio es el órgano, “firmado por [Fray José de] Echevarría”, aclara Gambini, un fraile franciscano que desarrolló e impulsó la tecnología del órgano barroco español. El de la iglesia cuenta con trastes de marfil y está dedicado a las madres comendadoras de Santiago.
Resucitando un viejo monumento
En una de las salas, que aún está en obras, hay una parte de la pared que parece inacabada, sin embargo, Gambini subraya que no es así. “Aquí había una iglesia del siglo XV edificada con arena, cal y ladrillo. Me pareció importante dejarlo a la vista para que la gente entienda y vea cómo se construía antiguamente”. Esta decisión, que puede parecer mínima, es un reflejo de la filosofía de Gambini, que es una defensora a ultranza de la restauración.
Todo el trabajo que ha realizado ha sido recreando los materiales originales. Tanto es así que hasta el papel de la pared es exactamente igual a los restos que había previo a la obra. “Para restaurar un monumento, la primera cosa que tienes que hacer es despersonalizarte tú misma. Tienes que ser capaz de meterte en la menta del creador original y ver qué es lo que quería transmitir”, explica la arquitecta. “Coger un monumento que está prácticamente muerto porque está sucio, abandonado y en mal estado. Y entonces, poco a poco, vas viendo cómo recupera su esplendor. Eso, eso lo bonito”, afirma.
La arquitecta Emanuela Gambini
Esta arquitecta italiana en España comienza sus andanzas cuando conoce a Fernando Chueca Goitia, con el que formó una gran amistad y una perfecta compenetración profesional. “Mi madre encontró a su alma gemela, porque no había nadie con tanta pasión por la restauración como él”, comenta la hija de Gambini. Durante los años que trabajaron juntos se recorrieron media España.
Solo en Madrid intervinieron la Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Academia de Historia, la Catedral de la Almudena, entre otras. Sin embargo, añade la hija, lo que le convenció para quedarse a vivir en España fue que “según llego al despacho de Chueca, le pusieron en mano los códices, que se acababan de descubrir, de Leonardo da Vinci, y que posteriormente [ella] tradujo al español”.
Unos años después, se hizo amiga de la Madre Superiora del convento, con la cual aún mantiene una relación muy estrecha. Entre las dos han solicitado y ganado concursos para restaurar poco a poco parte del priorato. Sin embargo, no ha sido hasta que Copasa se hizo con las riendas —junto al Ministerio de Fomento— que el proyecto ha podido alcanzar otro nivel. “Se trata de una Cenicienta un poco olvidada que ahora se ha convertido en una princesita, por lo que hay muchos ojos puestos en ella. Pero, no hay que olvidar que esta iglesia está aquí gracias a la Madre Rosario y a mi madre”, matiza Rosemary Gambini.