Genie, la niña salvaje

Genie, la niña salvaje

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Sin duda, si existe algo que nos hace humanos, es el lenguaje. Desde siempre ha sido un misterio a combatir, pero incluso hoy en día hay cosas que no sabemos sobre el lenguaje, distintos parámetros lo encierran, y distintas corrientes tratan de explicar cómo se desarrolla: conductistas, constructivistas, innatistas… Si algo sabemos con seguridad es que nuestra lengua madre no se aprende igual que un idioma secundario que estudiamos, por ejemplo, cuando somos más adultos y nos apetece ampliar nuestras fronteras, ¿verdad? La lengua madre parece más bien un fenómeno que sucede porque sí. Bueno, veámoslo con calma:

 Hasta pasados los 60’s la psicología se basaba en el conductismo, una corriente que defendía que el aprendizaje humano carecía completamente de componentes innatos, y que sucedía única y exclusivamente por asociación y experimentación: estímulo y reacción. No fue hasta la llegada de las teorías del lingüista Noam Chomsky que se cambió la manera de pensar: Chomsky defendía que existían ciertas nociones innatas que permitían acceder a la información que nos viene del exterior, digamos, por así decirlo unas “aplicaciones de fábrica” que hacen que podamos manejar y administrar todos los datos de aquello que nos rodea. El lenguaje era una de esos datos, que ningún ser sin esas nociones innatas que viajan en nuestros genes podría aprender nuestro lenguaje. Y fue en 1967 cuando Eric Lenneberg quien propuso finalmente la idea del periodo crítico (aunque esta ya venía de antes), es decir, una ventana temporal que nos permite adquirir el lenguaje, y que si no lo aprendemos durante ese tiempo, nunca podremos hacerlo como es debido. Este periodo crítico estaba situado en la más temprana infancia de las personas, durante el cual se aprende a hablar de forma natural, sin necesidad de pensamiento racional, prácticamente.

 Y todo esto sonaba muy bien, pero como lo podéis deducir, ¿cómo demostrar esta teoría? Estaba totalmente fuera de lugar privar a un niño de su lenguaje, no se podía hacer. Lo llamaron “el experimento prohibido”. Y fue entonces, a finales de los años 60’s, cuando un milagro y a la vez, maldición, cayó del cielo en los brazos de la psicología, la pedagogía y la lingüística: el caso de Genie, una niña que, durante trece años de su vida, fue encerrada por sus padres en un diminuto cuarto. Atada a un orinal se pasaba los días, en una cuna pequeña, las noches. No tenía ni juguetes, lo único que podía hacer para entretenerse era mirar por la rendija de la ventana, que se encontraba tapada por cortinas. Lo único que Genie veía por la ranura era el cielo, algún avión de vez en cuando y el tejado de las casas de sus vecinos. Evidentemente, la niña era agredida por sus padres si emitía algún ruido por la boca, por lo que nunca aprendió a hablar. Genie fue rescatada por psicólogos infantiles cuando ya tenía trece años, y a la vez que intentaron darle a la niña una vida normal, intentaron enseñarle a hablar para ver si, realmente, existía el periodo crítico de la adquisición del lenguaje. Pero había un problema: sus padres aseguraban que la muchacha era retrasada y que por eso la habían encerrado. Si no aprendía a hablar, a lo mejor era por su deficiencia y no porque ya pasó el periodo crítico. Aunque parece que no se llegó a saber si de verdad tenía un retraso o no.

 Sin más dilación, aquí os traigo el documental completo sobre Genie, la niña salvaje, del antiguo programa “Documentos TV”, antes de que la televisión se llenara de basura. Advierto que, aunque el metraje es realmente interesante y os invito a verlo (nunca está de más aprender cosas nuevas), no es muy apto para gente sensible, porque muestra en vídeo las condiciones en las que Genie vivía, y más cosas que yo no os he narrado. Si eres una persona empática, igual te invade un sentimiento de impotencia al ver esto, pero aun así, te invito a que le eches un vistazo, ya que si algo merece que gastes unos minutos de tu tiempo, sin duda el vídeo que tienes en este enlace.

 Os deseo a todos un feliz martes lingüístico, y también, feliz semana.

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