19/09/2024

Sissí Emperatriz: incomprendida y adelantada a su tiempo

Sisi Emperatriz
Emperatriz Isabel de Baviera

En numerosas ocasiones, habrán escuchado el nombre de Sissí y un nombre –un tanto extraño para muchos- como es el Imperio Austrohúngaro. Ahora resolveré sus dudas, y otras cuestiones sobre ambos pues, el uno es incomprensible sin el otro.

Elisabeth Amalie Eugenie von Wittelsbach nació en Múnich (capital del Reino de Baviera). Hija de Maximiliano I de Baviera, siendo Princesa Real y recibiendo una educación correspondiente a su rango, y no menos estricta que la de sus hermanos.

Sisi Emperatriz

Su infancia es idílica, con varias travesías y paseos por los bosques bávaros. En 1853 cambiaría el curso de su vida, al acompañar a su madre y a su hermana Nené a un encuentro con Sofía de Baviera y su hijo: el futuro Emperador Franz Joseph (de la Casa Habsburgo-Lorena).

Este encuentro sirviera para acordar los esponsales entre Nené y Francisco, pues se esperaba que contrajeran matrimonio, sin embargo, el heredero austríaco quedaría encandilado por la belleza de la hermana de aquella. Y así, un año después se acabarían casando Isabel y Francisco José.

Los problemas de la Emperatriz Sissi

A partir de entonces comenzarían los problemas para nuestra protagonista: la complicada relación con su suegra, dada su dificultad para adaptarse a las directrices de la Corte de Viena –de las más estrictas de su época–.

La mayoría de sus hijos serían criados por Sofía a excepción de “su hija húngara” (María Valeria, la última del matrimonio). Desaprobaba la dura educación militar que recibía su hijo Rodolfo (el heredero) y apoyaba de cierto modo la causa húngara. En el Reino de Hungría se estaba forjando un sentimiento de nacionalismo que, gracias al apoyo de la Emperatriz (entre otras personalidades) y a la presión que ejercía sobre su esposo; finalmente sería reconocido en el Compromiso Austrohúngaro de 1867, situando a Viena al mismo nivel que Budapest, pasando a ser una monarquía dual.

El crimen de Mayerling

Apenada tras la muerte de su primera hija, Sofía Federica, las travesías a caballo y los viajes a Hungría (y a otros países) aumentaría y, especialmente tras la muerte de Rodolfo en el episodio denominado “Tragedia de Mayerling”. Según la versión oficial, se trató de un suicidio junto con su amante, pero investigaciones posteriores determinan o apuntan a un presunto homicidio, y algún Habsburgo afirma que fue un complot urgido por Georges Clemenceau, otros dicen que lo ideó Francisco José, por tener ideales radicales y peligrosos para el Imperio.

Nuestra Sissí vestiría de luto por el resto de su vida, cabe añadir su obsesión por mantener la figura y eludir el “tempus fugit”, evitando a toda costa el ser fotografiada. Datos curiosos son la longitud de sus cabellos y la presencia de máquinas (de ejercicio) en sus aposentos. La relación del matrimonio fue dura hasta la muerte del heredero, desde entonces se transformaría en un amor nostálgico, de anhelo –presente en las cartas que Sissí escribía a su esposo–.

Asesinato de Sissi Emperatriz

Vivió un final trágico, siendo asesinada un 10 de septiembre de 1898, en Ginebra (Suiza). Estaba de viaje, cuando esperaba un ferri, “tropezó” con un hombre (Luigi Lucheni), se recuperó al instante y subió, mas se desvaneció. Su dama de honor desabrochó el vestido de la Emperatriz y observó una ínfima herida sangrando, causa de su muerte.

La tumba de la emperatriz Isabel de Baviera

Los restos de la emperatriz Sissi descansan en la Cripta Imperial de la Iglesia de los Capuchinos (Viena) –donde están enterrados todos los miembros de los Habsburgo austríacos– junto a su esposo y a su hijo Rodolfo.

Políglota, amante de la literatura, del arte y de la hípica, así como de los prolongados viajes. Su personalidad y acercamiento al sentimiento húngaro no eran aceptados en la sociedad vienesa, hay quienes dicen que estuvo maldita en vida, sea por las desgraciadas vividas o por su papel como emperatriz o incluso su belleza, no dejó indiferentes en ningún rincón del coloso austrohúngaro.

Escrito por Felipe II

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