En numerosas ocasiones, habrán escuchado el nombre de Sissí, una de las últimas referentes del extenuante Imperio Austrohúngaro. Ahora resolveré sus dudas, y otras cuestiones sobre ambos pues, el uno es incomprensible sin el otro.
Elisabeth Amalie Eugenie von Wittelsbach nació en Múnich (capital del Reino de Baviera). Hija de Maximiliano I de Baviera, siendo Princesa Real y recibiendo una educación correspondiente a su rango, al mismo nivel de seriedad que la de sus hermanos y no menos estricta que la de estos.
La vida de Sissi Emperatriz
Su infancia es idílica, con varias travesías y paseos por los bosques bávaros. Pero en 1853 cambiaría el curso de su vida, al acompañar a su madre y a su hermana Nené a un encuentro con Sofía de Baviera y su hijo: el futuro Emperador Franz Joseph (de la Casa Habsburgo-Lorena).
Este encuentro sirviera para acordar los esponsales entre Nené y Francisco, pues se esperaba que contrajeran matrimonio, sin embargo, el heredero austríaco quedaría encandilado por la belleza de la hermana de aquella.
Y así, un año después se acabarían casando Isabel y Francisco José.
Los problemas de la Emperatriz Sissi
A partir de entonces comenzarían los problemas para nuestra protagonista: la complicada relación con su suegra, dada su dificultad para adaptarse a las directrices de la Corte de Viena –de las más estrictas de su época–.
La mayoría de sus hijos serían criados por Sofía a excepción de “su hija húngara” (María Valeria, la última del matrimonio). Desaprobaba la dura educación militar que recibía su hijo Rodolfo (el heredero) y apoyaba de cierto modo la causa húngara.
Entre todos los movimientos políticos que la tocó vivir descatamos el sentimiento nacionalista que se estaba forjando en el Reino de Hungría, en parte gracias al apoyo de la Emperatriz (entre otras personalidades) y a la presión que ejercía sobre su esposo,
Finalmente sería reconocido en el Compromiso Austrohúngaro de 1867, situando a Viena al mismo nivel que Budapest, pasando a ser una monarquía dual.
El crimen de Mayerling
Apenada tras la muerte de su primera hija, Sofía Federica, las travesías a caballo y los viajes a Hungría (y a otros países) aumentaría y, especialmente tras la muerte de Rodolfo en el episodio denominado “Tragedia de Mayerling”.
Según la versión oficial, se trató de un suicidio junto con su amante, pero investigaciones posteriores determinan o apuntan a un presunto homicidio, y algún Habsburgo afirma que fue un complot urgido por Georges Clemenceau, otros dicen que lo ideó Francisco José, por tener ideales radicales y peligrosos para el Imperio.
Nuestra Sissí vestiría de luto por el resto de su vida, cabe añadir su obsesión por mantener la figura y eludir el “tempus fugit”, evitando a toda costa el ser fotografiada. Datos curiosos son la longitud de sus cabellos y la presencia de máquinas (de ejercicio) en sus aposentos.
La relación del matrimonio fue dura hasta la muerte del heredero, desde entonces se transformaría en un amor nostálgico, de anhelo –presente en las cartas que Sissí escribía a su esposo–.
El asesinato de la emperatriz Sissi
Pero todavía le quedaba un final trágico a esta emperatriz, siendo asesinada un 10 de septiembre de 1898, en Ginebra (Suiza).
Estando de viaje y mientras esperaba un ferri, “tropezó” con un hombre (Luigi Lucheni), se recuperó al instante y subió, mas se desvaneció. Su dama de honor desabrochó el vestido de la Emperatriz y observó una ínfima herida sangrando, causa de su muerte.
La tumba de la emperatriz Isabel de Baviera
Los restos de la emperatriz Sissi descansan en la Cripta Imperial de la Iglesia de los Capuchinos (Viena) –donde están enterrados todos los miembros de los Habsburgo austríacos– junto a su esposo y a su hijo Rodolfo.
Políglota, amante de la literatura, del arte y de la hípica, así como de los prolongados viajes.
La sociedad vienesa no aceptaba su acercamiento al sentimiento húngaro. Tampoco su personalidad encajaba en una corte como aquella.
Hay quienes dicen que la maldijeron en vida, ya sea por las desgracias que vivió, por su papel como emperatriz o incluso por su belleza; en cualquier rincón del coloso austrohúngaro, no dejó indiferentes a nadie.
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