Entre todos los escándalos sexuales de la antigua Roma destacamos el de Julio Cesar, acusado por sus detractores de ser gay.
Por todos es sabido que Roma es considera una de las civilizaciones más polémicas en el campo de la sexualidad. Muchos son mitos pero algunos casos son reales. Concretamente la dinastía de los Julio-Claudios es célebre por sus actividades sexuales.
¿Quién no ha escuchado hablar de las locuras y perversiones de los sanguinarios Calígula y Nerón? Pero del que ahora quiero hablar es del célebre y laureado general Julio César (100 a.C.–44 a.C.).
Las capacidades de César en la política le han abierto un hueco en la historia. También gracias a sus relatos y su narrativa. Gran orador, excelente abogado, gran estratega y un líder excepcional, César era deseado por numerosas mujeres (recordemos que conquistó a la bella Cleopatra).
Pero de lo que casi no se habla es de sus relaciones con hombres. Así es, al célebre general también le atraían lo masculino (o al menos es lo que algunos historiadores e investigadores han revelado).
En los años 50a.C. la homosexualidad todavía era un tabú en la sociedad romana. Durante la República, los senadores escondían celosamente sus prácticas homosexuales. Aún no se llegaba a la época del “liberum” (o más bien libertinaje) sexual que se viviría en el periodo imperial.
Julio César tenía bastantes opositores entre las élites políticas de Roma. Y estos para desprestigiarle crearon y difundieron un rumor: durante un viaje diplomático había mantenido relaciones sexuales con Nicomedes IV, Rey de Bitinia (ciudad ubicada en la costa norte de Turquía).
El ¿romance? de César con Nicomedes
La historia es la siguiente. Un joven César fue enviado en una misión diplomática a Bitinia con el fin de pedir ayuda naval al rey de aquel país, Nicomedes IV. Bitinia tenía mucha zona de su costa del Mar Negro y eso les permitía controlar el comercio entre la Europa Oriental y los países mediterráneos. Corría el año 80 a.C.
La influencia del Rey era escasa y la presencia de este representante del Imperio como consejero le alegró. Por su parte Julio César era aun joven e inexperto, y quedó deslumbrado por la atmósfera y el ambiente de riqueza de la corte. Se dice que el mismo Rey le ofreció su propia habitación a César.
Según asegura Cicerón: «Los guardias del rey le acompañaron y se acostó en un lecho de oro revestido de púrpura«. Al día siguiente Nicomedes ofreció un banquete en el que César aceptó ser su copero «a imitación de algunos efebos seductores que componían el harem de su regio amigo» .
Los detractores del general no tardaron en apodarlo como la “Reina de Bitinia” o peor aún “la prostituta de Bitinia”. También circulaban por las calles frases como:
A pesar de todo, los rumores no alteraron la brillantez política de César, y nunca perdió el respeto entre sus seguidores. No obstante, se dice que durante el resto de su vida, este asunto era una de las pocas cosas que le hacían perder los estribos cuando se le mencionaba.
Los novios de Julio César
Pero Nicomedes IV de Bitinia no es el único de los amantes masculinos que se le atribuyen. El otro romance es con Marco Vitrubio Mamurra, uno de sus ayudantes de campo. Se dice que su acercamiento sexual con César se dio durante la conquista de las Galias.
A Mamurra se le recuerda también como un arribista y vividor. El poeta Catulo escribió incluso unos versos obscenos donde relataba el romance entre ambos personajes. Catulo le puso a Mamurra el apodo de cipote para ridiculizarle. Se decía también que el tal Mamurra se hizo de una cuantiosa fortuna y una gran casa completamente forrada de mármol gracias al “patrocinio” de César.
Décadas después sus legionarios todavía se burlaban diciendo “César conquistó la tierra gala, pero Nicomedes conquistó a César”. Quizás Julio César, un valiente general romano, no fuera homosexual, pero era ridiculizado por su distinción, su elegancia y una delicadeza que le daba un seductor toque de feminidad.
Se contaba que Julio César era gay
Cayo Julio César conservaba desde joven ciertas costumbres estereotipadas propias de una mujer romana. Vestía ropas llamativas, usaba zapatos rojos de tacones, una sortija de oro con la efigie de Venus, una túnica provista de largos flecos y el cabello muy cuidado. Suetonio dice textualmente: “En el cuidado corporal era casi un exquisito, no sólo se hacía rasurar y cortar el cabello meticulosamente, sino que, al decir de algunos, también se hacía arrancar uno por uno los pelos de todo el cuerpo“.
Más tarde, Cicerón observaría sobre el cónsul: “Cuando veo el exagerado esmero con
que cuida su cabello y cómo se rasca la cabeza con un solo dedo, se me antoja imposible que este individuo pueda concebir en su mente tamaño crimen como la destrucción de la forma de Estado romana”.
Como digo fue un rumor muy extendido que circuló durante años por Roma y al que Cesar tuvo que enfrentarse toda su vida. Y como todo rumor, es y será imposible saber si es cierto o simplemente es el mito que se inventaron sus rivales.