Muy buenas a todos aquellos que os animéis a dedicar un poco de vuestro tiempo en leer mis primeras palabras en esta revista cultural. Soy Roldán y vengo a hablaros de algo que cada año me estremece el corazón: la Semana Santa.
¿Cómo definiríamos la Semana Santa?
A decir verdad depende de cada cultura, cada lugar, cada colectivo, cada persona… Para algunos es sinónimo de vacaciones; para otros, son fechas de unión espiritual o religiosa y para unos como servidor es la ocasión para fundirme todavía más si cabe con mi pueblo.
La Semana Santa nace en España a principios del siglo XI y se consolida hacia el siglo XIII como «hermanamiento» de todos aquellos fieles cristianos con motivo de la conmemoración de la pasión de Jesucristo. Actualmente, numerosos lugares de nuestra geografía ofrecen una amplia variedad de maneras de vivir estos días y los sentimientos están a flor de piel.
Por eso mismo vengo a contaros lo que se vive en una pequeña localidad del Bajo Aragón. La Semana Santa aquí se podría definir como «sensaciones«. El auténtico hermanamiento que se produce estos días en Calanda es absolutamente envidiable. Todo el pueblo se fusiona al son de tambores y bombos y el corazón se estremece a cada redoble y golpe de maza.
«Fue como el anuncio de un maremoto, algo catastrófico que se avecinaba, lejano de todo conflicto bélico. ¡Cuarenta tambores, desgajados de los más de mil que acompañan en Calanda en la noche solemne y agónica de Viernes Santo! Llevaban los tamborileros túnica morada, como los penitentes encapuchados de las procesiones andaluzas»
Rafael Alberti
Tres días, cinco procesiones y una noche entera para tocar hasta no poder más. En Calanda, nuestros instrumentos transmiten emociones sin palabras: la fuerza del sentimiento, la pasión por la tradición, la nostalgia por los que ya no están con nosotros y la pena por saber que cada tempo de la marcha tamborilera aproxima aún más el fin de la Semana Santa.
El fuerte fervor religioso que puede vivirse y sentirse en otras localidades españolas también se funde y se entrelaza en Calanda al son de nuestros instrumentos, los rostros de los cofrades y espectadores y la fiereza con la que vivimos estos días deseando que todos los meses haya Semana Santa pues nos es tan preciada que no concebimos un año sin ella.
Consciente de lo subjetivas que puedan ser estas líneas ya sea por el momento en el que lo redacto, ya sea por el tema y por supuesto porque es mi primer artículo, solo me queda invitaros a todos aquellos que os hayáis quedado hasta el final a venir a Calanda para… sentir.
Escrito por Roldán