Ir al cine siendo autista: hacer la cultura accesible

Ir al cine siendo autista: hacer la cultura accesible

La ONG VenTEA propone actividades adaptadas para el público autista como forma de democratizar el ocio.

Néstor tiene 27 años, es un apasionado del campo y un experto senderista. Lleva toda la vida pasando su tiempo de ocio entre montañas y árboles. De pequeño no tenía más opciones. Es autista y las alternativas para pasarlo bien durante el fin de semana eran escasas, ya que no existía la adaptación o era muy limitada. Su madre, María Ángeles Moraño, recuerda la primera vez que le llevaron al cine. “Fue muy traumático. La falta de luces, los sonidos altísimos y la gente, provocaron en él una respuesta fisiológica y llegó a vomitar”, explica por teléfono.

Y reconoce que durante la infancia su hijo se perdió muchas experiencias por la falta de accesibilidad.

Niño autista en el cine
Familia repasa anticipaciones en la puerta del cine | VenTEA

Las cosas están empezando a cambiar gracias a las ONG como VenTEA, quienes se dedican al apoyo e inclusión de menores de edad en el espectro en el ámbito cultural. Irene Morán, su directora, explica por videollamada que es imprescindible que las personas autistas puedan “ocupar los espacios públicos y que puedan hacer uso de ese derecho reconocido en la Declaración de Derechos Humanos de acceso al ocio [artículo 24]”. Sin embargo, concede que no es una cuestión de interés por parte de los órganos públicos o privados, sino más bien que existe más unificación por parte de la comunidad autista. “Hay muchas personas que hacen activismo y divulgación por lo que ahora se los empieza a ver y a escuchar más. Por eso digo que no es que haya más apoyo de la sociedad, sino que hay más respaldo comunitario”. 

“Fue muy traumático. La falta de luces, los sonidos altísimos y la gente, provocaron en él una respuesta fisiológica y llegó a vomitar”

Aun así, el 2023 fue un buen año para la asociación. Han ido ganando presencia en las salas de cine y ayuntamientos donde han podido implementar más espacios accesibles. Uno de los grandes proyectos lo llevaron a cabo junto al Autocine de Madrid. El pasado 21 de julio, con el estreno de la película de Pixar Elemental, iniciaron una adaptación del espacio para atender a niños y niñas neurodivergentes, con sensibilidades sensoriales, sonoras, con déficit de atención y otras discapacidades.

La idea nació y se ejecutó en poco más de un mes, explica Noemí Sánchez, directora de Autocines Madrid. El recinto, que pensado para el público más infantil, había empezado a recibir más demanda por parte de los padres de espacios sensorialmente sensibles y creyeron que “su deber era adaptarse a lo que le piden sus clientes”, explica Sánchez.

David Moreno, su mujer y su hija Sofía de seis años son una familia que necesitaba de esos espacios. El matrimonio disfruta mucho del cine, pero era algo que no podían compartir con su hija, que está dentro del espectro. Ya conocían VenTEA gracias a que la ONG está asociada a unos cines en Majadahonda, en la sierra noroeste de Madrid, y por ello pudieron empezar a transmitir a su niña su amor por el largometraje. “Siempre que podemos y que hay una sesión abierta vamos al cine que toque”, cuenta Moreno por teléfono.

“Las rampas, los semáforos que pitan, los ascensores, los baños para discapacitados… son cosas a las que estamos acostumbrados, y eso está bien, es necesario. Pero, aún no hemos llegado al punto de comprender que se necesitan otras formas de hacer accesibles la cultura y el ocio”

Fueron al estreno de Elemental con su hija y el padre recuerda que fue “una experiencia muy bonita”. Sofía estuvo muy tranquila durante la película, pero también que disfrutó de los juegos previos a la proyección. “Aunque quedan cosas pulir, mi hija se lo pasó muy bien”, afirma. Para ellos, la adaptación es esencial a la hora de que Sofía socialice, pero sienten que normalmente no existe la sensibilidad para hacerlo. “Los niños con autismo tienen hipersensibilidad acústica por lo que los ruidos altos son muy molestos”. La capacidad de procesar auditivamente también puede ser compleja por lo que “que existan pictogramas también ayuda a que entiendan qué va a pasar”, aclara.

También apela a las familias con niños neurotípicos, es decir, aquellos que han tenido un desarrollo neuronal normativo. “Tienen que entender que hay comportamientos que les pueden parecer extraños, pero realmente no lo son. Son las formas que nuestros hijos tienen de autorregularse, de volver a sentirse bien”, resume.

Niño en el cine

Esto es algo en lo que incide Morán. Una de las trabas que encuentra a la hora de asociarse con los cines es la inclinación que estos tienen de dividir al público. “Necesitamos espacios que apuesten por nosotros. No sirve de nada que adapten una película y la pongan en otra sala sin adaptar a la misma hora. Al final el mensaje que llega es completamente dicotómico. Una forma sutil de decirle a las familias neurotípicas que no se preocupen, que en la otra sala tienen la sesión ‘normal’” se lamenta.

Por otro lado, y según explica Morán, aunque ya están asociados a más de 30 salas de cine en España, y en ocasiones ha tenido la oportunidad de adaptar otro tipo de actividades, la mirada sigue estando puesta en lo normativo. “He visto como muchos proyectos se han paralizado hasta que llegase a abril por eso de que es el mes de la visibilidad y concienciación sobre el autismo. Es una manera de colgarse la medalla fácil; sin embargo, durante el resto del año nos cuesta llegar a ellos”. 

Espacios adaptados para adultos

La iniciativa de Autocines Madrid y la mayor parte de lo que hacen en VenTEA está pensado para menores de edad y, por ahora, solo para ellos. Morán aclara que cuando propone la adaptación de espacios culturales para adultos, especialmente de cine, la respuesta suele ser más bien negativa. “Cuando empecé en 2017 nadie me hacía caso y menos si decía que quería que fuese para mayores de edad, no había ninguna empresa que se atreviese”, recuerda.

“El derecho de ocupar un espacio que también les pertenece no se cumple por una cuestión de desconocimiento”, afirma la directora, que aboga por eventos adaptados, pero no exclusivos porque al final “es la única manera de crear un sentimiento de pertenencia”. Antía Bacelo, de 37 años, concuerda con esta idea. Es sanitaria y hasta hace un año creía firmemente que el autismo era una cosa de hombres. Al ponerse a investigar, por temas familiares, se dio cuenta de que no solamente era algo de mujeres, sino que ella misma es autista. “El desconocimiento hace que la sociedad no se adapte a las necesidades de la gente. Sé que hay cosas que son complicadas de adaptar, pero siento que es más por comodidad. Si a mí el bar me funciona con reggaetón a todo volumen, ¿por qué lo voy a cambiar?”, comenta a través de videollamada.

Cola del cine para comprar palomitas
Adaptación de la cola del cine | Autocines Madrid

En cuanto a la adaptación de los espacios de ocio para adultos, también siente que hay falta de sensibilidad. “Sé de gente que considera que las neurodivergencias son cosas de niños, algo que cuando cumplan los 18 años van a dejar de tener”, pero la realidad es que ser autista, disléxico o tener déficit de atención son condiciones que van a acompañar a la persona toda la vida. “Yo tengo un pensamiento dicotómico y una rigidez cognitiva por el autismo, si no lo fuese no tendría esta forma de ver el mundo”, matiza Bacelo.

Morán por su parte es firme. Lleva siete años trabajando en la adaptación de espacios culturales para las personas neurodiversas, y para ella, la falta de conocimiento general es lo que impide a la sociedad avanzar hacia una inclusividad completa. “Las rampas, los semáforos que pitan, los ascensores, los baños para discapacitados… son cosas a las que estamos acostumbrados, y eso está bien, es necesario. Pero, aún no hemos llegado al punto de comprender que se necesitan otras formas de hacer accesibles la cultura y el ocio”, afirma tajantemente.