¡Defendamos la pureza de nuestra lengua! Y otros imposibles lingüísticos (III) – Galicismos

¡Defendamos la pureza de nuestra lengua! Y otros imposibles lingüísticos (III) – Galicismos

Si hace unas semanas te hablábamos de anglicismos, hoy toca el turno de estudiar los galicismos que no, no son aquellas palabras que provienen del idioma de las gallinas sino de Francia, país que, en su tiempo, era conocida como la Galia, el país de los galos.

Aunque hoy en día la introducción de galicismos al castellano ya no es tan importante como los anglicismos, éstos sí que tuvieron mucha repercusión hasta el siglo XIX. A diferencia de las palabras introducidas desde el inglés, muchos términos franceses están estrechamente relacionados e incluso disponen de traducciones directas en español al tratarse ambas lenguas del resultado del latín vulgar evolucionado. Un hispanohablante puede reconocer perfectamente textos en francés sin ser experto en dicha lengua únicamente por el hecho de estar históricamente relacionadas y tener gran parecido por el origen latín común.

Sin embargo y a pesar de la relación constante que ha habido entre Francia y España a lo largo de los siglos, a influencia gala comenzó a notarse especialmente durante el siglo XVIII, momento en el que la dinastía de los Borbones comienza a reinar en España. La casa de Borbón (Bourbon en francés) ocupó diferentes condados y principados franceses hasta que Enrique III de Navarra asciende al trono de Francia con el nombre de Enrique IV. Era hijo de Antonio de Borbón y Juana de Albret, hija de Margarita de Navarra, a su vez hermana de Francisco I de Francia. Así pues y aunque era la rama Valois-Angulema la que ostentaba el trono francés hasta el momento, la muerte sin descendencia de Enrique III de Francia permitió, por fin, a los Borbones llevar la corona a finales del siglo XVI.

Debemos avanzar ahora al siglo XVIII, concretamente a 1700. Carlos II, rey de España y perteneciente a la casa de los Austrias (dinastía que llevaba dos siglos en el poder), muere sin descendencia. Se plantea, pues, un gran problema sucesorio que concierne a varias casas europeas y que incluso desembocará en una guerra. Carlos II, poco antes de su muerte, había dispuesto el trono español en manos de Felipe de Anjou, nieto del gran Luis XIV de Francia, el rey Sol. Felipe ascendería finalmente bajo el nombre de Felipe V de España, instaurando la dinastía de los Borbones también en España.

Este hecho coincidió con el esplendor y la grandeza francesa del Siglo de las Luces por lo que la influencia de la lengua y la cultura gala en nuestro país y en todo el continente europeo fue enorme. Todo lo francés, pues, se convirtió en la representación tangible del prestigio y el estilo, por lo que no es de extrañar que el idioma español también se viese afectado por esta nueva moda en numerosos ámbitos como el artístico o el gastronómico.

No olvidemos, sin embargo, que no hay nada nuevo bajo el sol y que esta influencia francesa ya existía durante la Edad Media y que los Pirineos jamás han impedido este intercambio entre ambos países. Quizá uno de los ejemplos más curiosos es el del Principado de Andorra, siembre a caballo entre Francia y España y que incluso hoy en día tiene como Copríncipes y, por ende, Jefes de Estado, al presidente francés y al obispo de Urgel.

Así pues, no olvides que la influencia francesa no sólo ha influido en nuestra lengua sino también en nuestras costumbres. No hay más que ver algunos ejemplos de galicismos que te mostramos a continuación para ver en cuantísimos campos han intervenido nuestros queridos vecinos:

  • Gastronomía: gofre (gaufre), cruasán (croissant), baguette, champán (champagne), fondue, crepe (crêpe), chef.
  • Artes: ballet, collage, debut, caché, cabaret.
  • Moda: fular (foulard), glamour
  • Otros: petit comité, bulevar (boulevard)

*Palabras como “gofre”, “cruasán” o ”crepe” están en el Diccionario de la Real Academia Española, vigésima segunda edición, 2001, es decir, están integradas en la lengua española.

Ya sabes, la próxima vez que te encuentres rodeado de gabachos, deja las diferencias únicamente para los ámbitos competitivos y recuerda que entre nosotros existe un vínculo que, por muchos amores y odios históricos que hayan existido, es irrompible.

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